Las agon¨ªas de la eurozona
Ant¨ªgona tambi¨¦n intervino en esta tragedia. Me refiero a Antigone Loudiadis, de Goldman Sachs, responsable de organizar un complejo acuerdo de intercambio de divisas que ayud¨® a Grecia a ocultar el volumen de su deuda, con lo que el Financial Times llama delicadamente "una ilusi¨®n ¨®ptica", mientras el pa¨ªs entraba en la eurozona. Qu¨¦ l¨¢stima que Grecia no consultara con alguien tan sabio como S¨®crates; y no me refiero a Jos¨¦ S¨®crates, el primer ministro portugu¨¦s, cuyo propio pa¨ªs est¨¢ tambi¨¦n siendo objeto de la ¨¢vida mirada de los dioses; es decir, los mercados de valores.
Bromas aparte, debemos ser conscientes de que ¨¦sta es no s¨®lo la primera gran prueba de la eurozona, sino un momento trascendental para todo el proyecto de Uni¨®n Europea. Como estamos en Europa, y no en Apollo XIII, existe la posibilidad de fracaso. Sin embargo, lo m¨¢s probable es que salgamos adelante en medio de agon¨ªas y nuestro Viejo Continente, viejo adem¨¢s demogr¨¢ficamente, quede todav¨ªa m¨¢s absorto en sus problemas internos. Y el mundo no va a esperar mientras nos pasamos otra d¨¦cada mir¨¢ndonos el ombligo. Ll¨¢menme Casandra, si quieren, pero ¨¦sa es mi opini¨®n.
El esp¨ªritu del euro se ha desvanecido al abordar problemas que muchos hab¨ªan predicho
Las experiencias y recuerdos que impulsaron la UE est¨¢n perdiendo fuerza
No era necesario tener ning¨²n don especial de profec¨ªa para prever los dilemas a los que ahora se enfrenta la eurozona. Fueron objeto de extensos debates antes de ponerse en marcha el proyecto. En 1998 escrib¨ª que la uni¨®n monetaria era "una apuesta muy arriesgada y sin precedentes" y alegu¨¦ que no era la cuesti¨®n prioritaria para Europa en aquel momento. Despu¨¦s me dej¨¦ arrastrar a una falsa sensaci¨®n de seguridad por el aparente ¨¦xito del euro y por la satisfacci¨®n tanto pr¨¢ctica como simb¨®lica de poder viajar por el continente con un solo tipo de moneda en el bolsillo. Ahora llegan las dificultades previstas. Como observa George Soros, una divisa "hecha y derecha" necesita contar no s¨®lo con un banco central sino con un erario p¨²blico. Exige cierto grado de disciplina fiscal y monetaria, adem¨¢s de la capacidad de hacer transferencias fiscales a las zonas m¨¢s desfavorecidas (complementada por la movilidad laboral para la gente procedente de dichas ¨¢reas), igual que ocurre en un pa¨ªs como Estados Unidos o el Reino Unido.
Para sobrevivir y prosperar, una uni¨®n monetaria europea debe desarrollar al menos un componente m¨¢s s¨®lido de uni¨®n econ¨®mica, y eso, a su vez, exige un componente m¨¢s s¨®lido de uni¨®n pol¨ªtica. Que, por cierto, fue uno de los principales motivos de lo que entonces se llam¨® deliberadamente la "uni¨®n econ¨®mica y monetaria" en opini¨®n de varios de los arquitectos pol¨ªticos fundamentales, como Fran?ois Mitterrand y Helmut Kohl. No fue s¨®lo, como se dice a menudo, que Europa pusiera el carro (monetario)por delante de los bueyes (pol¨ªticos). Fue un intento de usar el carro para tirar de los bueyes. Fue la ¨²ltima gran aventura de la llamada estrategia "funcionalista", que dec¨ªa que era posible construir una Europa pol¨ªticamente integrada mediante la integraci¨®n econ¨®mica. En general, ese punto de vista funcion¨® durante medio siglo, desde los a?os cincuenta hasta los noventa; pero en este caso, no ha servido de nada. A no ser que esta crisis sirva de catalizador e impulse nuevos pasos hacia la integraci¨®n, como ha ocurrido a veces con crisis anteriores.
Con sus mentiras y su contraproducente despilfarro, Grecia ha precipitado la crisis. Grecia es un caso ¨²nico, incluso entre los llamados PIGS (Portugal, Italia / Irlanda, Grecia y Espa?a), porque combina un d¨¦ficit inmenso (se calcula un 12,7% del PIB el a?o pasado) y una deuda masiva (alrededor del 125% del PIB y sigue aumentando). No s¨®lo ha vivido por encima de sus posibilidades; ha utilizado sus a?os en la eurozona para volverse menos competitivo, en agudo contraste con Alemania. Seg¨²n un c¨¢lculo mencionado por Martin Wolf, de The Financial Times, entre 2000 y 2009, los costes laborales unitarios subieron en Grecia un 23% respecto a los de Alemania.
Hace unos d¨ªas, el pa¨ªs sufri¨® su segunda huelga general en dos semanas, y esto no ha hecho m¨¢s que empezar. Grecia ha prometido a sus aliados de la eurozona que va a bajar su d¨¦ficit del 12,7% al 8,7% este a?o. S¨ª, claro, cuando los cerdos tengan alas. O podemos llamar a Goldman Sachs para que organice unas cuantas ilusiones ¨®pticas m¨¢s. Aunque los griegos dejen actuar a su Gobierno, unos recortes tan profundos y unas reformas estructurales como las que se necesitan pueden hacer que las cosas empeoren antes de empezar a mejorar. Mientras tanto, parece que el Gobierno griego necesita pedir prestados unos 55.000 millones de euros este a?o, la mitad en los pr¨®ximos tres meses. ?Y si los dioses (los mercados de valores) se enfurecen y se niegan a colaborar?
Pues bien, ese tercer acto no est¨¢ escrito. Pero me lo imagino as¨ª: con los dientes apretados, Alemania aceptar¨¢ alguna forma de rescate de la eurozona. Ahora bien, s¨®lo apoyar¨¢ el m¨ªnimo necesario para aplacar a los dioses, y con unas estrictas condiciones, dignas de Creonte, sobre Grecia. Es importante, aunque secundario, que esa ayuda se conceda en forma de pr¨¦stamos bilaterales, pr¨¦stamos del Banco Europeo de Inversiones, compras de deuda del Gobierno griego, transferencias de gastos de la UE, eurobonos emitidos de forma conjunta o cualquier otro de los mecanismos sugeridos. Los dirigentes de la UE negar¨¢n que sea un rescate y todo el mundo sabr¨¢ que lo es.
Los griegos y los alemanes se indignar¨¢n. Un observador diplom¨¢tico bien situado en Atenas me sugiere que, cuando Europa empiece a supervisar la disciplina fiscal de Grecia, "habr¨¢ un alem¨¢n debajo de cada mesa". Conviene no mencionar la guerra, pero el vicepresidente del Gobierno griego, Theodoros Pangalos, ya lo ha hecho. Hace unos d¨ªas record¨® la ocupaci¨®n nazi y dijo: "Se llevaron el oro que hab¨ªa en el Banco de Grecia, se llevaron el dinero griego, y nunca lo devolvieron. ?ste es un problema que alguna vez habr¨¢ que resolver".
A lo que los alemanes, furiosos, responder¨¢n: "Se llevaron nuestro marco, y nadie nos pregunt¨® si quer¨ªamos renunciar a ¨¦l. Nos aseguraron, en tratados solemnes y fallos de nuestro Tribunal Constitucional, que nunca tendr¨ªamos que rescatar a nadie. Pasamos 10 a?os de dolorosas reformas para volver a ser competitivos, mientras los PIGS se revolcaban en el barro. Ahora nos piden que trabajemos hasta los 67 a?os para que los griegos puedan jubilarse a los 63". Y as¨ª sucesivamente.
Los europeos de la eurozona ya son adultos y podr¨¢n superar esta situaci¨®n, pero costar¨¢ mucho esfuerzo, mucho enfado y tensiones internas. A la larga, la crisis tal vez incluso ayude a fortalecer la eurozona, al a?adir un elemento de lo que precavidamente se denomina "gobernanza econ¨®mica" (que significa distintas cosas en franc¨¦s y en alem¨¢n). Mientras tanto, el crecimiento econ¨®mico europeo cojea mientras los asi¨¢ticos siguen adelante. El objetivo de la Agenda de Lisboa 2000 de hacer que Europa fuera la econom¨ªa basada en el conocimiento m¨¢s competitiva del mundo antes de 2010, que era ya demasiado ambicioso, ahora parece rid¨ªculo. Y las dos debilidades de Europa, la pol¨ªtica y la econ¨®mica, se agravan mutuamente.
Detr¨¢s de los aspectos monetarios acechan los fiscales; detr¨¢s de los fiscales, los econ¨®micos; detr¨¢s de los econ¨®micos, los pol¨ªticos; y detr¨¢s de los pol¨ªticos, los hist¨®ricos. La realidad fundamental en la que se apoya esta crisis es que las experiencias y los recuerdos personales que han impulsado la integraci¨®n europea durante 65 a?os, desde 1945, est¨¢n perdiendo fuerza. El recuerdo personal de la guerra, la ocupaci¨®n, la humillaci¨®n, la barbarie europea; el miedo a Alemania, incluido el miedo de la propia Alemania a s¨ª misma; la amenaza sovi¨¦tica, la guerra fr¨ªa, la "vuelta a Europa" como garant¨ªa de una libertad que hab¨ªa costado mucho esfuerzo; la esperanza de restablecer la grandeza europea. Todos ¨¦stos eran grandes motivadores biogr¨¢ficos, que empujaron a gente como Mitterrand y Kohl incluso al euro. ?Pueden seguir los europeos construyendo Europa sin unos motivadores tan intensos? ?Existen otros nuevos?
Timothy Garton Ash, catedr¨¢tico de Estudios Europeos, ocupa la c¨¢tedra Isaiah Berlin en St. Antony's College, Oxford, y es profesor titular de la Hoover Institution, Stanford. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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