Paliativos contra el dolor sordo
La actividad y la rehabilitaci¨®n elevan la calidad de vida del enfermo terminal - Hay 417 unidades especializadas, pero faltan 200 para cubrir las necesidades
La ocupante de la habitaci¨®n del fondo ha fallecido. Manuela Garc¨ªa se lo comenta a su hijo. Apoyada en el marco de la puerta de la alcoba de su esposo, observa a una familia que camina hacia el ascensor. Les conoce de charlar por los pasillos. De compartir alg¨²n que otro caf¨¦ de la m¨¢quina o una tila en la cafeter¨ªa. Garc¨ªa lleva meses pateando los suelos de m¨¢rmol del Hospital San Camilo de Tres Cantos. Su marido, Pablo, est¨¢ all¨ª ingresado. Ambos han visto ya a varias familias despedirse y coger ese mismo ascensor. En el San Camilo la muerte se respira d¨ªa a d¨ªa. Se vive con ella. Este centro de cuidados paliativos tiene una cuarentena de pacientes. Y otros tantos en espera.
Abdul tiene c¨¢ncer. Esper¨® meses para acceder a un centro especializado
Escasea el soporte domiciliario para atender a los afectados
All¨ª se atiende a enfermos en la ¨²ltima etapa de su vida. La mayor¨ªa preferir¨ªa estar en casa. Pero no es posible. La atenci¨®n a enfermos terminales en Espa?a no da abasto. Sobre todo a domicilio. La mayor¨ªa de los pacientes que vive en el San Camilo llevaba meses en lista de espera. En todo el pa¨ªs s¨®lo hay 417 servicios espec¨ªficos de paliativos. Son el doble que hace cinco a?os, pero todav¨ªa resultan insuficientes. Y una parte de ese aumento se debe a iniciativas concertadas y subvencionadas como la del San Camilo, en el que participa La Caixa. Un dato m¨¢s de esas carencias: s¨®lo 143 de los servicios son equipos de soporte domiciliario.
Manuela Garc¨ªa cuenta que ha llorado mucho. Su esposo tiene ataxia cerebelosa y cuidarle en casa era ya imposible. "Nadie sabe por lo que hemos pasado. Aqu¨ª estamos m¨¢s tranquilos y Pablo ya no tiene dolores", cuenta. En el centro, adem¨¢s, los familiares de los enfermos tambi¨¦n reciben asistencia psicol¨®gica. "A veces la familia lo pasa peor que el propio paciente", dice Jos¨¦ Manuel Mart¨ªnez Gal¨¢n, gerente del centro. Muchos ven sufrir a sus seres queridos que, a su vez, experimentan dolores horribles. Necesitan atenci¨®n especializada. Y medicamentos espec¨ªficos.
Casi ha llegado la hora del almuerzo y los pasillos del hospital huelen a comedor de colegio. Los carritos con las bandejas pasean arriba y abajo. Una es para Carmen del Bosque. Acaba de volver de rehabilitaci¨®n. Est¨¢ contenta. Lleva ingresada un a?o y asegura que cada vez est¨¢ "m¨¢s sana". "Me muevo mejor, respiro mejor...", asegura. Tiene 90 a?os y cuenta que en el hospital ha vuelto a aprender a leer y escribir. "Casi no sab¨ªa. Ahora me defiendo bastante. Y as¨ª, poquito a poquito me voy entreteniendo", dice.
Los expertos sostienen que las actividades mentales y la rehabilitaci¨®n f¨ªsica son parte fundamental de la atenci¨®n a terminales. "La asistencia no s¨®lo consiste en que tengan acceso a f¨¢rmacos. El resto tambi¨¦n es b¨¢sico", dice la psic¨®loga Bel¨¦n D¨ªaz-Albo. "La calidad de vida es important¨ªsima. Y m¨¢s aqu¨ª, en un lugar con tanto dolor, sobre todo dolor sordo", a?ade Mart¨ªnez Gal¨¢n. De hecho, muchos pacientes ven que su pron¨®stico de vida se alarga cuando llegan al hospital. "La rehabilitaci¨®n es un revulsivo. Experimentar que con un poco de ejercicio pueden caminar un poco les cambia el esquema mental. Se busca cualquier subterfugio", dice.
El escape de Paquita Ortigosa son los adornos de su habitaci¨®n. Las paredes cuajadas de peluches. Tambi¨¦n mirar por la ventana y ver el jard¨ªn y a dos gatos que, de vez en cuando, la visitan. Tiene 83 a?os y un c¨¢ncer de piel que le ha hecho desaparecer el ojo derecho y la nariz. Pero no pierde la alegr¨ªa. "He tenido una vida muy aventurera. Nac¨ª en Zaragoza y he vivido en Guinea", cuenta. Apenas puede hablar. Pero sonr¨ªe. Se ha maquillado. Es muy coqueta y se ha puesto guapa para las fotos. Lleva casi dos a?os en San Camilo y conoce a todo el mundo. A todo aqu¨¦l que visita su peque?o reino le ofrece bombones que guarda en una cajita de m¨²sica. "Tienes que coger uno y pedir un deseo antes de que termine la canci¨®n", bromea.
La Sociedad Espa?ola de Cuidados Paliativos (Secpal) sostiene que hacen falta unas 200 unidades m¨¢s para atender a los m¨¢s de 200.000 enfermos terminales que se calcula que hay en Espa?a. "Nosotros tenemos suerte de haber conseguido una plaza", dice Manuela Garc¨ªa.
Abdul Albassal piensa lo mismo. Estuvo meses entre un hospital no especializado y su casa antes de llegar a Tres Cantos. All¨ª ha conseguido no padecer dolores. Tiene 44 a?os y un c¨¢ncer de ri?¨®n y pulmones que le consume. Es sirio. Lleva seis a?os viviendo en Espa?a y trabaja como agente tur¨ªstico. A¨²n lo hace, en cierta manera, desde la cama. "Estoy buscando un viaje para m¨ª y para mi esposa que est¨¢ en Siria. Es una sorpresa", cuenta. Pasa el tiempo navegando por Internet con el port¨¢til sobre las piernas. Apenas puede levantarse. Pero pasea con la imaginaci¨®n por las playas paradisiacas que nutren el ciberespacio. "Ahora estoy muy bien. Y creo que me voy a poner mucho mejor", cuenta.
Pero Abdul y su esposa ya no har¨¢n ese viaje sorpresa. Aunque sin dolor, el c¨¢ncer le ha vencido. Tambi¨¦n la veterana Paquita, que ha visto marchar a mucha gente, se ha apagado. Y Pablo. Su esposa, Manuela, y Esperanza y Esther, las hijas de Paquita, se despidieron ya del dolor sordo del centro.
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