Los fot¨®grafos de la eternidad
La ¨²nica tesis doctoral de Europa sobre el retrato post m¨®rtem se centra en el trabajo de artistas gallegos
La ¨²nica tesis doctoral que se ha escrito en Europa acerca de la fotograf¨ªa funeraria estudia el caso gallego. En Estados Unidos se han llevado a cabo otras investigaciones, pero sus conclusiones nunca llegaron a publicarse. La de aqu¨ª la firma alguien que no es de aqu¨ª, Virginia de la Cruz Lichet, una joven historiadora del arte, mitad gaditana, mitad francesa, que en el a?o 2002 descubri¨® en Salamanca las fotos de Virxilio Vieitez y se dej¨® conquistar por la poes¨ªa, y a la vez la dureza, de sus retratos de muertos. Despu¨¦s de tantos a?os de investigaci¨®n, y tras conseguir, de una forma u otra, estudiar unas 400 fotograf¨ªas, hace un mes present¨® su tesis en la Complutense, y pronto se podr¨¢n consultar las 800 p¨¢ginas que ocupa la primera parte de su trabajo a trav¨¦s de la web de la universidad. Es un recorrido por la historia de Galicia, entre finales del XIX y los a?os 70 del XX, por medio de sus retratos de difuntos. O es un estudio de la idiosincrasia gallega y de la relaci¨®n de los vivos con la muerte a trav¨¦s de los ojos, y la sensibilidad, de los fot¨®grafos del pa¨ªs.
Las im¨¢genes hechas en Galicia no pretenden disimular la muerte
De la Cruz viaj¨® ayer desde Madrid, la ciudad en la que vive, para pronunciar una conferencia sobre la fotograf¨ªa post m¨®rtem de ni?os (Unha historia fugaz. Retratos de anxi?os) en la Biblioteca Municipal de Pontedeume. El Ayuntamiento organiza todos los a?os una exposici¨®n de retratos de familia que va recogiendo por el municipio, y as¨ª va reconstruyendo tambi¨¦n su propia historia. Entre todas estas estampas, ha encontrado, de momento, cinco im¨¢genes post m¨®rtem, otro tipo de retrato familiar e ¨ªntimo que ya no se estila, pero que fue fundamental un siglo entero.
En el ¨¢lbum de im¨¢genes cedidas que ha ido recopilando De la Cruz hay, sobre todo, estampas de difuntos y velatorios; escenas de grupo en las que los familiares, en su rigidez, s¨®lo se distinguen del muerto porque est¨¢n de pie; cortejos f¨²nebres camino del camposanto, funerales, escenas de cementerio y hasta un par de fotos de la comida que la abatida familia ofrec¨ªa a los asistentes.
Vieitez, en los a?os 60, fue uno de los ¨²ltimos profesionales gallegos que practic¨® la foto post m¨®rtem. La familia avisaba al cura y despu¨¦s mandaba llamar al retratista, que se desplazaba por las corredoiras con el pesado equipo; en el caso del de Soutelo de Montes, montado en su moto Guzzi. A diferencia de sus predecesores, Vieitez permanec¨ªa largo tiempo en el lugar, tomaba muchas instant¨¢neas y hac¨ªa todo un reportaje del trance y el ceremonial.
M¨¢s de la mitad de las fotos post m¨®rtem que fueron cayendo en las manos de Virginia de la Cruz son de ni?os. A finales del XIX y principios del XX mor¨ªan muchos, y las madres que los hab¨ªan llevado dentro nueve meses quer¨ªan conservar un recuerdo de su rostro. Era la primera y la ¨²ltima imagen de unas vidas que apenas lograban empezar. As¨ª, los beb¨¦s permanec¨ªan eternamente en la familia sin dejar de ser jam¨¢s reci¨¦n nacidos. Pero en estas fotos gallegas, a diferencia de otros retratos post m¨®rtem de ni?os en el mundo, los peque?os difuntos (beb¨¦s o ya algo crecidos) aparecen dentro de sus f¨¦retros blancos. En Galicia casi siempre es as¨ª. A pesar de las flores que inundan el t¨²mulo infantil y de la mayor o menor delicadeza que la luz de la ventana, la colocaci¨®n del modelo y el ¨¢ngulo de la toma aportan, nadie intenta disimular que la criatura est¨¢ muerta. Salvo en alg¨²n caso aislado en que la madre no acepta el hecho y su v¨¢stago fallido aparece entre almohadones, como durmiendo.
Los retratos de adultos, en buena parte, funcionan como documentos notariales. Tambi¨¦n pretender congelar la imagen del que se va para compensar para siempre su ausencia, pero adem¨¢s tienen un sentido pr¨¢ctico, porque sirven para demostrarle a los familiares ausentes, muchas veces en ultramar, que los viejos de la casa se han muerto. Se trata de arreglar herencias, o simplemente de compartir los momentos importantes con los emigrados que quiz¨¢s han sufragado la pompa f¨²nebre.
En el XIX se daban m¨¢s las fotos del difunto sobre su cama, pero entrados en el XX lo que se retrata es la muerte, directamente. Y suele aparecer el f¨¦retro. De la Cruz investig¨® el trabajo de diez fot¨®grafos con nombre (como Reboredo, Caama?o, Pacheco, Pintos o Brey) y de otros (cuyos archivos suelen conservarse en instituciones p¨²blicas) que no ha podido rescatar de su anonimato. Con los a?os, la c¨¢mara se acerca cada vez m¨¢s al cad¨¢ver, que va ganando protagonismo. Al principio hay muchos perfiles, con el cuerpo dispuesto de forma transversal, pero luego se buscan otros ¨¢ngulos. Ram¨®n Caama?o, en los a?os 30, explora escorzos situado a los pies del fallecido. Vieitez, m¨¢s de dos d¨¦cadas despu¨¦s, para retratar al muerto prefiere el plano cenital. Al final de la historia de la foto post m¨®rtem, el espectador se topa de frente con el difunto. Est¨¢ a solas con ¨¦l y es capaz de mirarle a la cara durante un segundo eterno.
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