Encrucijada iraqu¨ª
Las elecciones de ma?ana son una oportunidad hist¨®rica para salir del violento marasmo sectario
En la vor¨¢gine de la violencia sectaria que sigue sacudiendo Irak -aunque sus centenares de muertos mensuales sean s¨®lo una fracci¨®n de los del apogeo de su guerra civil-, las elecciones legislativas de ma?ana corren el riesgo de perder una buena parte de su importancia. La trascendencia de estos comicios, sin embargo, deriva no s¨®lo de la esperanza de que la pol¨ªtica, por rudimentaria que sea, sustituya a la sangre; o del hecho de que las tropas de combate estadounidenses est¨¦n a punto de comenzar su retirada escalonada de Irak. Quiz¨¢ su argumento m¨¢s decisivo sea su misma celebraci¨®n: el hecho de que un Gobierno representativo emerja en un pa¨ªs ¨¢rabe tras una votaci¨®n que pueda ser percibida como relativamente libre y limpia.
Irak, aniquilado por d¨¦cadas de tiran¨ªa y guerras, ocupado y fragmentado, de instituciones inexistentes o corrompidas, sigue siendo un rompecabezas ¨¦tnico y religioso, donde casi cada querella tiene asiento y ning¨²n dirigente ni partido aglutina suficientes apoyos. Hay millones de personas desplazadas, la supuesta reconciliaci¨®n nacional est¨¢ por venir y permanecen sin resolver cuestiones tan decisivas como el reparto del poder pol¨ªtico y territorial o la gesti¨®n del petr¨®leo.
El gran interrogante de unos comicios que esta vez s¨ª disputa la minor¨ªa sun¨ª, a diferencia de 2005, es si se producir¨¢ una intersecci¨®n de intereses entre la mayor¨ªa chi¨ª y los sun¨ªes, por tangencial que sea, que permita un Gobierno de amplio espectro, a diferencia del actual de Nuri al Maliki. Expectativa ¨¦sta alentada por la improbabilidad de que alguna de las alianzas en liza obtenga la mayor¨ªa del Parlamento de 325 esca?os; y de que, en consecuencia, los aut¨®nomos kurdos vuelvan a erigirse en ¨¢rbitros de la gobernabilidad. Los resultados de la coalici¨®n secular del ex primer ministro Iyad Allawi, que integra a partidos de las dos grandes confesiones, ser¨¢n en este sentido un buen indicio de hasta qu¨¦ punto el cambio puede llegar a Bagdad siete a?os despu¨¦s del derrocamiento de Sadam Husein.
La formaci¨®n de Gobierno en Irak ser¨¢ presumiblemente un proceso largo, dificultoso y violento. Que los nuevos dirigentes sean capaces de romper de una vez la espiral cristalizada de fanatismo religioso y clientelismo pol¨ªtico es una condici¨®n indispensable para que el atormentado pa¨ªs ¨¢rabe alumbre la esperanza en toda una regi¨®n.
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