Cuando Hollywood pierde la cabeza
De Quentin Tarantino a Martin Scorsese, los gigantes del cine americano parecen decididos a retomar el tema del nazismo y, como si se tratara de un gran juego macabro, forjar su propia realidad
El a?o pasado fue Malditos bastardos, de Quentin Tarantino, en la que Hitler no mor¨ªa en Berl¨ªn, sino en el incendio de un cine parisiense, y unos freedom fighters judeoamericanos escalpaban a los nazis que capturaban, y a los que dejaban en libertad les grababan una cruz gamada en la frente; el sargento Donnie Donowitz, alias El Oso Jud¨ªo, jugaba al b¨¦isbol con las cabezas de sus v¨ªctimas, y el mismo Hitler aparec¨ªa como una especie de Gran Productor que hubiera extendido las fronteras de su estudio a Alemania y a Europa. Y el realizador, cuando le pidieron que explicara el sentido ¨²ltimo de su pel¨ªcula, no tuvo empacho en afirmar que para esos ¨¢ngeles exterminadores antinazis, cuyas "abuelas" europeas se hab¨ªan visto "impotentes" cuando vinieron a "llamar a sus puertas" por primera vez, el tiempo hab¨ªa pasado y "la hora de la venganza" hab¨ªa "sonado". Tarantino, por supuesto, segu¨ªa siendo Tarantino. Gracias al cielo, el autor de Pulp fiction y Reservoir dogs no hab¨ªa perdido un ¨¢pice de su genialidad. Aun as¨ª, era dif¨ªcil no preguntarse lo que retendr¨ªa de semejante pel¨ªcula un adolescente medianamente informado de California, Minnesota o, incluso, de la vieja Europa. Y resultaba imposible no ver la clase de desbarajuste que esta pel¨ªcula engendrar¨ªa inevitablemente en el orden de la verdad, a pesar o, en realidad, a causa de su talento: ?el antinazismo como una respuesta de los nietos a la humillaci¨®n de las abuelas?, ?la guerra de 1939 como r¨¦plica de la de 1914?, ?y qui¨¦n sabe, despu¨¦s de todo, en qu¨¦ condiciones muri¨® Adolf Hitler?, ?qui¨¦n sabe si no muri¨® de esa sobredosis de cine narrada y "puesta en abismo" por la pel¨ªcula? Dado que los hechos, a medida que avanza la narraci¨®n y su puesta en escena, se convierten en esa materia bruta que el gran espect¨¢culo tarantiniano engulle, regurgita y acaba por borrar, ?por qu¨¦ la muerte sin im¨¢genes en el oscuro b¨²nker berlin¨¦s no iba a terminar cediendo su lugar a esa muerte escenificada, orquestada, producida en una obra genial? Es una palabra que puede parecer tan cargada de correcci¨®n pol¨ªtica que inspira cierto temor, y sin embargo... En las alegres, pero macabras, bufonadas de Malditos bastardos subyac¨ªa un verdadero peligro de revisionismo.
En las alegres, pero macabras bufonadas de 'Malditos bastardos' subyac¨ªa un verdadero peligro de revisionismo
Hay quienes piensan que, como la f¨¢bula rige el mundo, la realidad s¨®lo deber¨ªa ser una modalidad de la ficci¨®n
Hoy es el turno de otro gigante del cine norteamericano, Martin Scorsese, de adue?arse de ese material altamente inflamable que es la historia del nazismo -y de hacerlo, mucho me temo, asumiendo una responsabilidad del mismo orden-. Tampoco en este caso es el talento lo que est¨¢ en cuesti¨®n. Ni la trama de esta Shutter Island que mezcla, con un virtuosismo apabullante, referencias a Hitchcock, Samuel Fuller, Vincent Minnelli y a la desconocida Isla de los muertos, de Val Lewton y Mark Robson. Pero ?qu¨¦ pensar, de nuevo, de la identificaci¨®n impl¨ªcita de Guant¨¢namo con los campos de la muerte? ?Qu¨¦ pensar de esta isla del Diablo, situada en el coraz¨®n de Estados Unidos y en la que se supone que la Administraci¨®n ha reciclado a algunos antiguos criminales nazis despu¨¦s de la guerra? ?Y Dachau? ?Qu¨¦ decir de esas im¨¢genes de un Dachau al que se confunde alegremente con Auschwitz, al colocar en su frontispicio el c¨¦lebre Arbeit Macht Frei? ?Qu¨¦ pensar de esos osarios en los que unos muertos coloreados nos miran con ojos de mu?eca de cera, o de pl¨¢stico, y regresan a lo largo de toda la pel¨ªcula, como un terrible leitmotiv, para atormentar al protagonista? ?Y c¨®mo no sobresaltarse, finalmente, con ese plano en el que Leonardo DiCaprio, en su vagabundeo por los subterr¨¢neos del hospital psiqui¨¢trico en el que se supone ha de investigar, abre por error la puerta de la c¨¢mara de gas vac¨ªa y ve las alcachofas de las duchas? Por un tr¨¢velin apenas m¨¢s insistente que se cerraba sobre la mano alzada de Emmanuelle Riva, que acababa de morir electrocutada en las alambradas del campo del que intentaba escapar, el desventurado Gillo Pontecorvo se gan¨®, hace casi 50 a?os, "el m¨¢s profundo desprecio" de Jacques Rivette en un art¨ªculo de Cahiers du Cin¨¦ma que lo obsesionar¨ªa hasta su muerte. Pontecorvo fue condenado al ostracismo, casi se convirti¨® en un maldito, por un plano, uno s¨®lo: ese famoso "tr¨¢velin de Kapo" cuyo esteticismo fue juzgado "obsceno" por todos los que, antes y despu¨¦s de Rivette, creyeron en el famoso aforismo de Godard -que, por otra parte, se lo tom¨® prestado a Luc Moullet- sobre los tr¨¢velin como "cuesti¨®n de moral". ?Y vamos a dejar pasar, sin reaccionar, esos apilamientos de cad¨¢veres con colores acidulados, mucho Photoshop y efecto lifting que parecen directamente salidos de una puesta en escena de Jeff Koons? ?Vamos a dejar que se ahonde el precipicio del no-tiempo en el que se ve edulcorado, ama?ado, "efectoespecializado" y computarizado precisamente todo aquello de lo que, desde los comentarios de Claude Lanzmann sobre La lista de Schindler, sabemos que no hay imagen posible?
La verdad es que el nazismo se est¨¢ convirtiendo en una especie de nuevo campo de juegos en el que se divierten los bad boys de un Hollywood cuyos moguls, similares al Dios de Berkeley que renueva a cada instante su creaci¨®n, parecen haber decidido que les corresponde a ellos decretar, a cada minuto, lo que es real y lo que no lo es. Mejor a¨²n: es uno de esos self-services, ni m¨¢s ni menos tab¨² que otros, en el que se surten quienes han escogido pensar que, como la f¨¢bula rige el mundo, la realidad no deber¨ªa ser m¨¢s que una de las modalidades de la ficci¨®n. El arte sale ganando con ello. La memoria, no. Y menos a¨²n esa moral que requerir¨ªa de una nueva nouvelle vague para recordarnos que sigue siendo, y m¨¢s que nunca, asunto del cine.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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