?No disparen al columnista!
Los columnistas tambi¨¦n tienen padre. A veces incluso madre. A los padres de los columnistas les gustar¨ªa que sus hijos escribieran sobre las casta?eras en noviembre, los temporales en febrero y las cat¨¢strofes naturales. Es decir, que lo que les gustar¨ªa a muchos de nuestros padres (que crecieron escuchando aquello de "hijo m¨ªo, no te signifiques") ser¨ªa que tuvi¨¦ramos la pericia de escribir cada semana sin tocarle las pelotas a nadie. Los padres quisieran que fueras uno de esos columnistas a los que todo el mundo admira. No comprenden que esos columnistas, si alguna vez los hubo, ya est¨¢n muertos. Los columnistas vivos est¨¢n para ser amados por unos y detestados por otros. Y a veces, dependiendo de la semana, los que te amaban pasan a detestarte y los que te detestaban piensan, mira, tampoco era tan tonta. El columnista es como el director de cine, vale lo que vale su ¨²ltima pel¨ªcula, o como el amante, vale lo que vale su ¨²ltimo polvo. El columnista, el de verdad, no el que sigue prendido a las faldas de su madre, presiente, como el alacr¨¢n, cu¨¢ndo una columna le va a meter en un l¨ªo, pero no puede evitarlo, no puede, es su car¨¢cter. Cuando escribo columnas prefiero pensar que nac¨ª de un repollo. Si pienso en mi padre, no escribo. Me bloquea. S¨¦ que si escribo sobre los ni?os de la infancia, ¨¦l se sentir¨¢ feliz, pero que si escribo sobre Cuba, terrorismo, nacionalismo, comunismo, o cualquier otro ismo, torcer¨¢ el gesto. No es que te vaya a hacer culpable de los posibles ataques que recibas, pero en el fondo pensar¨¢ que de alguna manera te los has buscado. A los padres les encanta que seas columnista, por cuanto tiene de oficio a la vista de todo el mundo, pero detestan los efectos secundarios de dicha colocaci¨®n. A veces los lectores se comportan como los padres, con la misma actitud vigilante y severa. Pero hay una diferencia, a los lectores s¨ª que les gusta que te metas en l¨ªos, los saborean, ?con una condici¨®n!, que tus opiniones coincidan siempre con las suyas. ?Debe el columnista ser fiel a una parroquia? Es una tentaci¨®n muy golosa porque quien decide ser fiel a los suyos consigue armarse de un ej¨¦rcito de camaradas que le servir¨¢ de escudo cuando lleguen los golpes. A m¨ª, particularmente, el columnista que contenta por sistema a su parroquia me aburre much¨ªsimo. Leo su firma y pienso, uf, perez¨®n. Como lectora prefiero al extravagante, incluso aunque no comparta sus opiniones. El extravagante suele ser independiente. No s¨¦ qui¨¦n dec¨ªa que un independiente es alguien de derechas camuflado. La frase es ingeniosa, pero seguro que la pronunci¨® alguien que pertenec¨ªa a un partido pol¨ªtico. Hay muchos lectores que dicen anhelar la independencia y muchos columnistas que afirman serlo. Menos lobos. Para m¨ª es simplemente una noble aspiraci¨®n. En las dos ¨²ltimas semanas me escribieron varios lectores que eran como mi padre. Y que conste que, como a mi padre, les profeso un cari?o imponente. Una lectora me dijo que una mujer sensible como yo deb¨ªa estar muy seca de ideas para dedicarle el t¨ªpico art¨ªculo denigratorio al ex presidente Aznar; otro me escrib¨ªa para comentarme que no entend¨ªa c¨®mo yo, hasta el momento respetuosa con la fe cat¨®lica, no comprend¨ªa que hubiera creyentes que se sintieran heridos por la exposici¨®n Cristo Gay; una tercera se mostraba curiosa, "?le est¨¢n pagando estos del cine para que ¨²ltimamente los defienda usted con esa vehemencia?", que coincid¨ªa de alguna manera con un cuarto, "tanto defender a los titiriteros y mira las bobadas que sueltan por esa boca". Tambi¨¦n recib¨ª algunas sin encabezamiento ni despedida, pero muy expresivas: "?Arriba Aznar!". Qu¨¦ car¨¢cter. Las cartas afectuosas, que son la mayor¨ªa y responden, por lo general, a personas sensatas y educadas, las omito, claro. Por pudor. A m¨ª me gusta pensar en cada carta, en la decepci¨®n que a veces provocas en un lector o incluso en las razones que pueden llevar a un ser humano a comunicarse con otro s¨®lo por la necesidad de insultarle. ?Es psicol¨®gicamente raro, verdad? El caso es que, rumiando las peque?as (espero) decepciones que pudieran provocar alguna de mis opiniones, he llegado a la conclusi¨®n de que hay lectores que no admiten que para ti pueda ser compatible afear la mala educaci¨®n de un ex presidente del Gobierno pagado por todos los espa?oles, defender el oficio de titiritero y la supervivencia del cine espa?ol, criticar la falta de manga ancha de algunos creyentes y afear (sin linchamientos) las declaraciones poco humanas de un actor que presid¨ªa un acto humanitario. En mi cabeza y en mi coraz¨®n es coherente. Me gustar¨ªa que en vez de llenarnos la boca con esa palabra, independencia, la palade¨¢ramos. Yo, a veces, harta de l¨ªos, escribo pensando en mi padre. O sea, con af¨¢n de no molestar. El otro d¨ªa, por ejemplo, perpetr¨¦ un art¨ªculo sobre esa moda de llevar a los beb¨¦s colgados de mochilas con el cuello torcido. Pens¨¦ que era un art¨ªculo de esos que hacen sonre¨ªr sin ofender. Bien, me escribi¨® una lectora presa de la indignaci¨®n. Firmaba como "Madre porteadora". Creo que tienen una asociaci¨®n. Dios m¨ªo, no hay manera, me dije. Por tanto, sean piadosos, no disparen al columnista, que tambi¨¦n tiene padre. A veces incluso madre.
El columnista es como el director de cine, vale lo que su ¨²ltima pel¨ªcula, o como el amante, vale lo que vale su ¨²ltimo polvo
Me gustar¨ªa que en vez de llenarnos la boca con esa palabra, independencia, la palade¨¢ramos
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