El tiempo amarillo
En Llamo a los poetas,su mejor poema escrito en tiempos de guerra, Miguel Hern¨¢ndez se confiesa un ser solitario, necesitado de cari?o. Su poes¨ªa nunca hab¨ªa apostado de manera profunda por el surrealismo, pero se siente amigo de Vicente Aleixandre y Pablo Neruda, los autores de La destrucci¨®n o el amor y de Residencia en la tierra. Y es que los dos hab¨ªan sido amables con ¨¦l. Otros escritores, sin duda debido al car¨¢cter impertinente, acuciante y presuntuoso del joven muchacho de Orihuela, previamente relacionado con la derecha cat¨®lica, prefirieron mantenerse lejos. Miguel Hern¨¢ndez dedica a Aleixandre y a Neruda sus dos libros de guerra, Viento del pueblo y El hombre acecha, pero pide amistad a todos los poetas, primero llam¨¢ndoles por sus apellidos, y despu¨¦s, por sus nombres.
El a?o m¨¢s feliz de la vida de Miguel Hern¨¢ndez fue 1937. Se puede afirmar con toda seguridad, aunque se trata de una afirmaci¨®n grave, ya que hablamos de un tiempo de muerte y ca?ones. Pero en 1937 se cas¨®, tuvo un hijo y, sobre todo, fue aplaudido como poeta, el poeta de la guerra, el poeta proletario, el poeta reconocido por la oficialidad, el pastor poeta que con "los cojones del alma" acude a la primera l¨ªnea de fuego y despu¨¦s vuelve a descansar a su casa para convertir el vientre de su esposa en una "sementera" y cantar cuando "sus piernas implacables al parto van derechas".
No tuvo suerte literaria Miguel Hern¨¢ndez. La mitolog¨ªa lo convirti¨® en el poeta de la Guerra Civil, y sus poemas de guerra est¨¢n limitados por unas circunstancias dif¨ªciles. Todos los autores que escriben movidos por la urgencia, la solidaridad y las consignas suelen firmar poemas de poca calidad literaria, ejercicios ret¨®ricos, soflamas. M¨¢s que atender a los malos poemas generalizados, conviene buscar las rarezas de lo bueno. Rafael Alberti consigui¨® escribir unos cuantos poemas de primera calidad, casi siempre con temas de retaguardia, que son verdaderas flores de invierno.
Cuando la mitolog¨ªa convirti¨® a Miguel Hern¨¢ndez en el poeta de la guerra consigui¨® que su nombre se hiciera popular, que llegase a algunos aficionados, pero? Para qu¨¦ vamos a enga?arnos, su presencia ha sido muy d¨¦bil entre las ¨²ltimas generaciones de poetas espa?oles.
Por eso conviene defender la alt¨ªsima calidad y la originalidad de sus dos obras maestras: El rayo que no cesa y Cancionero y romancero de ausencias. Miguel Hern¨¢ndez escribi¨® mejor en la culpa y la necesidad que en el himno y la certeza. El desvalimiento sexual y la miseria afectiva consolidan la maestr¨ªa formal de su carn¨ªvoro cuchillo y de su rayo amoroso. Y la culpa que siente por su comportamiento con Ram¨®n Sij¨¦ le permite escribir una eleg¨ªa de dolor desmesurado, pero ¨ªntimo. Despu¨¦s de militar con Sij¨¦ en el nacionalcatolicismo y de escribir poemas y obras de teatro pidiendo que los campesinos obedezcan a Dios y a los caciques, Hern¨¢ndez descubre que el mundo intelectual madrile?o mira hacia otra direcci¨®n y cambia de opini¨®n y de ambiciones. Al morir Sij¨¦ se siente un traidor y escribe un poema que conmueve. Pocas veces las exageraciones ret¨®ricas alcanzan una cota de sinceridad ¨ªntima.
Ocurri¨® lo mismo con el Cancionero y romancero de ausencias. En la c¨¢rcel no s¨®lo se duele de la derrota, sino de la realidad de las guerras, las "tristes guerras". Leal y militante, se revuelve contra los dogmas y la violencia. En un cuaderno escolar va copiando breves poemas escritos con dificultad, maravillosos poemas que suponen una renovaci¨®n original¨ªsima del neopopularismo que tanto hab¨ªan utilizado Juan Ram¨®n Jim¨¦nez y los poetas de la Generaci¨®n del 27. Llena de nueva vida la canci¨®n. Este libro es una cima de la poes¨ªa, de la ¨¦tica y de la militancia, una lecci¨®n de actualidad.
Miguel Hern¨¢ndez escribi¨®: "Alg¨²n d¨ªa / se pondr¨¢ el tiempo amarillo / sobre mi fotograf¨ªa". M¨¢s all¨¢ del mito, creo que El rayo que no cesa y el Cancionero impedir¨¢n que el tiempo se ponga amarillo sobre la fotograf¨ªa po¨¦tica de Miguel Hern¨¢ndez. Baste el ejemplo de uno de los mejores libros de mi generaci¨®n, Paseo de los tristes, de Javier Egea. En los a?os ochenta, Javier herman¨® el Cancionero de Miguel Hern¨¢ndez con Las cenizas de Gramsci, de Pasolini, para intentar comprender lo que estaba pasando en Espa?a, lo que nos estaba pasando a nosotros.
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