El ajuste fiscal que nos espera
La deuda p¨²blica de los pa¨ªses del G-7, como porcentaje del PIB, superar¨¢ el 100% en 2010 -niveles no vistos desde 1950, tras la II Guerra Mundial-. El FMI estima que el aumento de la deuda p¨²blica de los pa¨ªses avanzados durante el periodo 2007-2014 ser¨¢ de m¨¢s de 30 puntos del PIB. La magnitud del problema no tiene precedentes en tiempo de paz: la deuda tambi¨¦n aument¨® considerablemente durante la crisis de 1929, pero desde niveles muy inferiores.
La dimensi¨®n de la crisis de los ¨²ltimos dos a?os fue hist¨®rica, as¨ª que parece l¨®gico que el esfuerzo fiscal realizado por los gobiernos para evitar una cat¨¢strofe econ¨®mica sea tambi¨¦n de dimensiones hist¨®ricas. Por desgracia, los datos no confirman esta l¨®gica: los c¨¢lculos del FMI sugieren que la mitad del aumento del d¨¦ficit estructural primario (es decir, corregido por los efectos del ciclo y del pago de intereses) entre 2007 y 2010 se debe a medidas fiscales no relacionadas con la crisis, como el aumento del gasto militar en EE UU, de seguridad social en Jap¨®n y de educaci¨®n en el Reino Unido, entre otros. En otras palabras, la recuperaci¨®n econ¨®mica, el fin de las medidas anticrisis de car¨¢cter extraordinario y la disoluci¨®n de las medidas de apoyo al sector financiero no ser¨¢n suficientes para recuperar el equilibrio fiscal. La clave para entender este problema es la p¨¦rdida permanente de ingresos fiscales derivados de la ca¨ªda de las actividades burs¨¢tiles, financieras e inmobiliarias que deber¨¢n ser compensados con aumentos de impuestos o reducciones del gasto. Si a esto se le a?ade que el aumento del gasto en pensiones y sanidad debido al envejecimiento de la poblaci¨®n ya no es un problema del largo plazo, sino de la pr¨®xima d¨¦cada, se entiende la preocupaci¨®n de los mercados, analistas y gobernantes por la situaci¨®n fiscal.
Los ajustes r¨¢pidos basados en reducir el gasto corriente son mucho m¨¢s efectivos y da?an menos el crecimiento
Debemos, por tanto, prepararnos para un ajuste fiscal en los pr¨®ximos a?os de dimensiones importantes, necesario para estabilizar, y si es posible reducir, el nivel de la deuda p¨²blica. El impacto sobre el crecimiento de este ajuste, sin embargo, no est¨¢ claro y depender¨¢ de la composici¨®n del mismo. La evidencia emp¨ªrica sugiere que los ajustes que se realizan en un corto periodo de tiempo y se basan en la reducci¨®n de gastos corrientes son mucho m¨¢s efectivos -y menos da?inos para el crecimiento- que los ajustes que se prolongan durante varios a?os y se basan en la reducci¨®n de la inversi¨®n publica o el aumento de los impuestos. La l¨®gica es sencilla. Los ajustes que se extienden durante un largo tiempo prolongan la incertidumbre y ejercen un impacto negativo sobre las expectativas de los agentes econ¨®micos. La reducci¨®n de la inversi¨®n publica, por muy tentadora que sea para los gobernantes, ya que los puentes, caminos y canales no tienen sindicatos ni van a la huelga, acaba afectando negativamente al crecimiento potencial. Los aumentos dr¨¢sticos de impuestos, a menos que sean desde un nivel reducido de imposici¨®n, limitan la capacidad del sector privado de ocupar el espacio liberado por la reducci¨®n del gasto p¨²blico. Los estudios emp¨ªricos demuestran que las consolidaciones fiscales que se han ajustado a este patr¨®n se han visto acompa?adas, frecuentemente, de crecimiento econ¨®mico positivo, ya que la reducci¨®n de la prima de riesgo y de los tipos de inter¨¦s -y en muchos casos, la depreciaci¨®n de la moneda- han compensado el impacto negativo de la contracci¨®n del gasto p¨²blico.
El segundo elemento importante a considerar es la mejora del perfil de la deuda futura a trav¨¦s de la reforma de las instituciones del estado del bienestar. Si algo parece claro es que, a menos que las proyecciones demogr¨¢ficas contengan errores de bulto, el estado del bienestar no es sostenible en la mayor¨ªa de los pa¨ªses desarrollados. El aumento de la esperanza de vida ha generado un enorme desequilibrio entre los que contribuyen y los que reciben los beneficios. Por ello, aumentar la edad de jubilaci¨®n y ajustar las prestaciones son reformas absolutamente necesarias en la gran mayor¨ªa de los pa¨ªses -reformas que, por cierto, deber¨ªan ser positivas para el crecimiento porque, por un lado, contribuyen a estabilizar el perfil de gasto p¨²blico y reducir los tipos de inter¨¦s y, por otro, aumentan la renta permanente de los consumidores (ya que trabajar¨¢n durante m¨¢s tiempo) y, por tanto, en teor¨ªa, su consumo.
El tercer componente del ajuste fiscal ser¨¢ el crecimiento y la inflaci¨®n. La reducci¨®n del d¨¦ficit estructural es m¨¢s sencilla durante periodos de alto crecimiento, ya que los ingresos fiscales t¨ªpicamente sorprenden al alza y los gobiernos no tienen m¨¢s que resistir la tentaci¨®n de gast¨¢rselos -aunque esto tiene sus limites, ya que es notoriamente dif¨ªcil para los gobiernos justificar super¨¢vit fiscales-. Por tanto, las reformas estructurales que contribuyan al aumento del crecimiento potencial, como la liberalizaci¨®n del mercado laboral, son un componente fundamental de todo ajuste fiscal. ?Y la inflaci¨®n? La deflaci¨®n hay que evitarla a toda costa, ya que aumenta el peso de la deuda. Pero tambi¨¦n hay que evitar la tentaci¨®n de generar inflaci¨®n, ya que el beneficio es limitado -el FMI estima que un aumento de la inflaci¨®n al 6% durante los pr¨®ximos cinco a?os reducir¨ªa en tan s¨®lo un 25% el aumento de la deuda estimado para 2007-2014-, mientras que los costes derivados de tipos de inter¨¦s y primas de riesgo elevadas son potencialmente enormes.
?ste es el panorama que nos espera. Ahora pueden juzgar, como ciudadanos o impositores, si los paquetes de ajuste fiscal que presentar¨¢n los distintos gobiernos son adecuados. Si son concentrados en el tiempo, se basan sobre todo en la reducci¨®n del gasto corriente, van acompa?ados de una reforma seria y profunda de las pensiones e incluyen una liberalizaci¨®n convincente del mercado laboral que aumente el crecimiento potencial, el ajuste fiscal ser¨¢ motivo de optimismo. Si no, la agon¨ªa se prolongar¨¢ a?os y, con todo el mundo desarrollado tratando de resolver el problema al mismo tiempo, las comparaciones ser¨¢n frecuentes y probablemente costosas para los pa¨ªses que no den la talla.
?ngel Ubide es investigador visitante del Peterson Institute for International Economics en Washington.
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