Una sorprendente falta de gracia
No s¨¦ qu¨¦ es el glamour. Siempre he pensado que el glamour es refractario a pasearse en traje de noche a plena luz del d¨ªa, pero los horarios americanos se imponen. El resultado es que la tan celebrada alfombra roja de los Oscars es, para esta mera espectadora, como la llegada de los invitados a una boda a las doce del mediod¨ªa: demasiado maquillaje, demasiados brillos provocados por la larga espera, demasiada laca para mantener el mo?o enhiesto durante tantas horas. ?C¨®mo es posible que por regla general las chicas del cine parezcan siempre m¨¢s guapas en la pantalla o vestidas de mujeres normales que disfrazadas de tal manera que a veces parece que asisten a una fiesta de fin de curso? Es lo que tienen los trajes de noche, precisan de una buena iluminaci¨®n y un escenario apropiado para conseguir su objetivo: la elegancia.
No s¨¦ lo que es el 'glamour' pero hubo escasez de ese halo inaprensible
Tener a Baldwin y Martin y no darles un buen gui¨®n fue el gran pecado
Los hombres, ayudados por el esmoquin, lo tuvieron m¨¢s f¨¢cil
Sent¨ª una malvada alegr¨ªa al ver que se llevaba el gato al agua Bigelow
No s¨¦ lo que es el glamour pero esta gala anduvo escasa de ese halo inaprensible. Y no fue por dinero. Tanto el decorado como los n¨²meros musicales parec¨ªan dar a entender que la fiesta del cine no tiene porqu¨¦ ensombrecerse con discursos de austeridad. Pero el dinero no hace el talento y fue sorprendente la falta de gracia que lo impregn¨® todo. Desde el n¨²mero musical de apertura de Neil Patrick Harris, que interpret¨® una letrilla alusiva a las estrellas carente de chispa y nos hizo a?orar al genial Neil Patrick Harris, hasta la manera de desperdiciar la presencia de esos dos grandes c¨®micos que son Alec Baldwin y Steve Martin. Eso fue lo m¨¢s indignante. La mayor¨ªa de los espectadores espa?oles conocen a esta pareja en su faceta menos brillante, pero los a?os han convertido a Baldwin en un gran actor de comedia y Steve Martin es respetado como escritor y como actor al margen de sus payasadas en algunas prescindibles pel¨ªculas. Tenerlos a los dos encima de un escenario y no escribirles un gui¨®n a la medida de su talento fue el gran pecado de la noche, porque era el momento de demostrar que lo mordaz y lo sarc¨¢stico siempre se encuentran mejor en boca de actores que han superado la cincuentena.
No s¨¦ lo que es el glamour pero los actores no tuvieron oportunidad de demostrar el porcentaje de elegancia que llevan en sus venas. La realizaci¨®n, uno de los elementos esenciales de una gala, no les ayud¨®: fue desabrida, hasta el punto de que cuando lleg¨® el momento de los n¨²meros musicales y aparecieron unos break dancers haciendo piruetas en el escenario, hab¨ªa un soso plano general que parec¨ªa anterior a la era Lazarov: ?de verdad esto estaba sucediendo en la cuna del show business?
Ni tan siquiera el pase¨ªllo de los actores hasta el centro del escenario estuvo bien reflejado; de todas formas, algunas actrices impusieron su elegancia, como Julianne Moore, que irradia siempre una luz interior de color anaranjado; Pen¨¦lope Cruz, guap¨ªsima con un traje en color vino y un mo?o m¨¢s natural que en otras ocasiones; Michelle Pfeiffer, que con los a?os ha a?adido atractivo a su belleza; Kathy Bates, portadora de las lorzas mejor llevadas del cine; Maggie Gyllenhaal, tan natural y fresca como su atractivo marido, Peter Sarsgaard; Kate Winslet, mostrando como suele una adorable incomodidad dentro de los trajes de noche; Carey Mulligan, la jovencita de Una educaci¨®n, que sin ser bella es la sonrisa m¨¢s luminosa y prometedora del presente o Meryl Streep, que no se caracteriza por su gracia vistiendo pero que en esta gala estuvo especialmente elegante, natural como suele, sabiendo lo que no todos los actores saben: actuar como una persona real tanto dentro como fuera de las pel¨ªculas. No s¨¦ lo que es el glamour pero los hombres, ayudados por ese mono de trabajo que es el esmoquin, lo tuvieron como siempre m¨¢s f¨¢cil.
No s¨¦ lo que es la justicia en unos Oscars pero sent¨ª una malvada alegr¨ªa al ver que se llevaba el gato al agua Kathryn Bigelow, ganando a James Cameron que para colmo es su ex marido. Visto desde fuera fue un momento morboso y chocante. Un Oscar para la primera mujer, ex mujer del director m¨¢s taquillero de la historia. El pez chico se come al gordo. Un David contra Goliat que visto desde el sof¨¢ de tu casa siempre reconforta. Cuentan que en los tiempos en los que James Cameron saboreaba las mieles del ¨¦xito por Titanic llam¨® a Los Angeles Times para intentar que echaran a la calle a un cr¨ªtico que se hab¨ªa atrevido a ningunear su pel¨ªcula. ?El mundo a sus pies y ¨¦l andaba en esas menudencias! As¨ª que mi humilde alegr¨ªa, a pesar de tan sopor¨ªfera noche, fue ver a la Bigelow aferrada a su estatuilla. Me pareci¨® que vest¨ªa adecuadamente, no como una actriz sino como mujer inteligente y sexy. Pagar¨ªa por saber lo que esta directora y su ex marido el perdedor les dijeron a sus respectivas parejas esa noche en la cama.
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