Coplera con mucha guasa
Elsa Rovayo, a partir de ahora La Shica, no es de las que se hace esperar. Veinte minutos antes de arrancar el concierto se apoltrona en el sof¨¢ del escenario y juguetea con un transistor como si tal cosa, tan a la vista que pasa inadvertida. El ingenioso recurso esc¨¦nico sirve como met¨¢fora de la ansiedad que embargaba a esta mujer por estrenar su segundo disco, Supercop, que no tiene que ver con Robocop sino con su muy iconoclasta acercamiento al universo coplero. Porque la suya es copla con desparpajo; folclorismo moderniqui y desprejuiciado, del que se comprende mejor con los pantalones cagaos y las zapatillas desatadas que con el mocas¨ªn de se?or irreprochable.
Era un manojo de nervios, pero Elsa se meti¨® al personal en el bolsillo con un descaro abrumador y esa espontaneidad adorable. Canta con voz melosa, es una bailarina magn¨ªfica e improvisa parrafadas descacharrantes alentadas por su vocativo de cabecera: "?Vamos, maricones!". Hay que ser muy rancio para no acabar encontr¨¢ndola adorable, deslenguada, muy ocurrente. Artista hasta cuando se equivoca al contar la entrada de una pieza o le cuesta recordar el tono en el que debe interpretarla. Arrolladora s¨®lo con mostrarse tal y como la parieron.
La Shica
La Shica (voz, baile), Josete Ord¨®?ez (guitarra), H¨¦ctor Gonz¨¢lez (teclados), Miguel Rodrig¨¢?ez (contrabajo), Pablo Mart¨ªn (percusiones). Teatro Calder¨®n. Madrid, 9 de marzo. Casi lleno (800 personas)
A¨²na el surrealismo jocoso de Martirio, la voluptuosidad sinuosa de Bebe, la chuler¨ªa hip-hopera de La Mala. El probador o Te quiero mucho (pero no pa' todos los d¨ªas) son contagiosas, inteligentes y tronchantes. Esta Shica Boom es, en efecto, la bomba.
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