Salvador Soria, peque?o gran hombre, pintor y escultor
Las malas noticias tambi¨¦n pueden llegar de madrugada. Me pas¨® ayer con una llamada telef¨®nica que anunciaba el fallecimiento de Salvador Soria, uno de los m¨¢s importantes representantes de la pl¨¢stica espa?ola contempor¨¢nea y que hace ya muchos a?os decidi¨® establecer su residencia en la localidad alicantina de Benissa. All¨ª, en la partida de Benimarraig, desde un chalet-estudio sin nombre donde cada d¨ªa pod¨ªa contemplar el cambio de color de las nubes que asoman por el pe?¨®n de Ifach, el valenciano de El Grau se nos desped¨ªa de golpe, esta vez sin avisar. Ten¨ªa 95 a?os.
Conoc¨ª personalmente a Soria con motivo de una exposici¨®n suya y, desde entonces, hemos cultivado desde la distancia una discreta y telef¨®nica (en la mayor¨ªa de las veces) amistad que, de tanto en tanto, se reafirmaba con una reuni¨®n de amigos en mi casa de Biar, junto a compa?eros pintores e intelectuales como Bernat Cap¨®, Pepe Azor¨ªn, Joan Castej¨®n, Arcadio Blasco o Javier Lorenzo, o bien en su id¨ªlico retiro cerca de la Venta de la Chata. Salvador, con sonrisa p¨ªcara, sol¨ªa contarnos c¨®mo decidi¨® participar en la Guerra Civil: un buen d¨ªa, con apenas 20 a?os, le dijo a su madre que se iba, como cada ma?ana, a la academia. La realidad es que march¨® a alistarse en el bando republicano y tard¨® casi 15 a?os en volver a verla...
Quer¨ªa conseguir una emoci¨®n al incluir elementos vivos en su pintura
Hace poco tiempo aprovech¨¦ el env¨ªo de un par de cat¨¢logos suyos para acercarme a saludar a Salvador y a su esposa Arlette, excelente ceramista; los encontr¨¦ tan animosos como siempre a pesar de los peri¨®dicos achaques del pintor. Por cierto, la historia de su matrimonio es bien curiosa: finalizada la Guerra Civil, Soria sufri¨® cautiverio en Sept Fonts, al lado de Montauban, y en Argel¨¨s-sur-Mer, donde estuvo preso el escritor Ram¨®n J. Sender. En esos campos franceses de triste recuerdo, Salvador hac¨ªa lo que ahora podr¨ªa denominarse vida naturalista: dorm¨ªa, obligatoriamente, en la arena de la playa ("siempre ten¨ªa el cuerpo lleno de pulgas") y cada ma?ana se ba?aba en el Mediterr¨¢neo. Un buen d¨ªa, nunca mejor dicho, se enamor¨® de una encantadora francesa de ojos claros que llevaba provisiones a los hambrientos presos. El 28 de diciembre de 1942, finalizaba una historia y comenzaba otra.
Despu¨¦s, con el final de la II Guerra Mundial y tras varios a?os vagando por Perpi?¨¢n, Burdeos y Par¨ªs, donde se afianz¨® en su carrera art¨ªstica, un decreto del dictador Franco permit¨ªa volver a Espa?a a todos aquellos que no tuvieran delitos de sangre. Como Salvador perteneci¨® al cuerpo de ingenieros, donde alcanzar¨ªa la graduaci¨®n de capit¨¢n, y en su vida hab¨ªa hecho da?o a nadie -a ¨¦l s¨ª se lo hicieron-, consult¨® con su familia la conveniencia de regresar a Valencia. Un viejo autom¨®vil renqueante, una esposa, cuatro ni?os nacidos en el exilio, un mont¨®n de cuadros suyos de diversos estilos, y una cincuentena de p¨¢jaros ex¨®ticos fueron su bagaje en direcci¨®n a un pa¨ªs no menos pintoresco en aquella d¨¦cada de mediados los cincuenta...
En su ciudad natal inici¨® su etapa conocida como S¨ªntesis-Superrealista, desde la que transformaba en abstracci¨®n los elementos figurativos que conformaban su entorno: "Por ejemplo, si una se?ora llevaba una falda, borraba la falda y colocaba encima un pedazo de tela". Intentaba trascender del objeto plano para realizar una obra con relieve din¨¢mico. A su decir, la primera exposici¨®n valenciana no tuvo el menor de los ¨¦xitos: "No entendieron nada". Pero, poco a poco, y al calor de sus encuentros-desencuentros con otros artistas e intelectuales comprometidos de la ¨¦poca (Manolo Gil, Vicente Aguilera) obtuvo el primer premio en el prestigioso Sal¨®n de Oto?o de Valencia con su obra Vendedor de cocos en la playa e ingres¨® en el hist¨®rico Grupo Parpall¨®.
Hacia el a?o 1958, Soria inici¨® en solitario el camino art¨ªstico definitivo con sus ya c¨¦lebres Integraciones, para las que utilizaba madera quemada, limaduras de hierro y clavos. Pretend¨ªa y consegu¨ªa provocar una emoci¨®n temporal al introducir otros elementos vivos en la pintura. Ya en pleno reconocimiento a su labor art¨ªstica, Salvador particip¨® como artista invitado en la Bienal de Venecia. Los cuatro grandes cuadros que llev¨® a la prestigiosa cita del arte mundial los vendi¨® antes de que la exposici¨®n abriera sus puertas a galeristas internacionales. A partir de aquello, todo fue coser y cantar. O, mejor, inspirarse y trabajar. Lo suyo.
Este hombre menudo de ojos azules e inteligentes, de cabello largo y cano, socarr¨®n y avispado, de dulces maneras que no ocultaban su determinaci¨®n intelectual y un compromiso pol¨ªtico que permanec¨ªa inalterable, a sus casi 95 a?os, y a pesar de los sustos que le daba su maltrecho coraz¨®n, segu¨ªa estando al pie de obra. Hasta ayer. A las tres de la madrugada, un apret¨®n en el pecho moviliz¨® a su familia, siempre junto a ¨¦l. El autom¨®vil deb¨ªa trasladarlo con urgencia a D¨¦nia, en cuyo hospital recib¨ªa tratamiento de su eterna dolencia cardiaca. Pero el trayecto apenas dur¨® 200 metros.
en el periodo 1981-1992.
Emilio Soler es profesor de la Universidad de Alicante y fue director general de Cultura de la Generalitat valenciana
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