Marraquech, escondite en la medina
Del zoco al 'hammam' y del 'riad' al African Chic. Marraquech, un fin de semana hedonista y ex¨®tico a dos horas de avi¨®n
Perd¨®n por el t¨®pico, pero al fondo del callej¨®n, por el arco de luz, pasa un hombre con chilaba. Luego, una mujer velada con un hatillo en la cabeza y un ni?o en la cadera. Un burro ti?oso tirando de un carro hecho a trozos con un viejo viej¨ªsimo encaramado en lo alto.
Son las ocho de la ma?ana del s¨¢bado, hace tiempo que el muec¨ªn ha llamado a la oraci¨®n. La medina se despereza, abriendo los puestos somnolientos de sus zocos. Los hombres toman t¨¦ y una sopa espesa en la calle, donde ya empiezan a cocer los inmensos peroles de caracoles. Huele a especias y a carne. Decenas de esc¨²teres destartalados zigzaguean levantando polvo por la calzada sin asfaltar. Una Mobilette con un se?or, dos ni?os y un pollo, otra con un tipo que, desafiando la gravedad, hace malabares con un lavabo. Primera impresi¨®n: esto es el siglo XV con motos.
En dos horas y por unos 50 euros hemos aterrizado en otro mundo. Al aeropuerto nos vino a buscar Ismael, que en 48 horas se convertir¨¢ en nuestro h¨¦roe personal, gui¨¢ndonos por el laberinto de la medina con amabilidad y la paciencia de un santo. Tener un gu¨ªa en Marraquech no es obligatorio -es una ciudad segura, gracias a la estricta polic¨ªa tur¨ªstica que vela por el proyecto Vision 2010, el plan del Gobierno iniciado en 2001 para llegar a 10 millones de turistas en Marruecos este a?o (van por 7,7).
01 El gu¨ªa
No es obligatorio tener gu¨ªa, pero ayuda. Por 5 o 10 euros la jornada evitar¨¢ el acoso de vendedores, liantes y otros gu¨ªas, y sobre todo le conducir¨¢ a casa por un enjambre de calles sin nombre que tienden a perderle en c¨ªrculos (lo que, por otro lado, puede ser parte del encanto para algunos). Forzado a se?alar nuestro alojamiento en un plano, Ismael concluye despu¨¦s de un rato que est¨¢ en alg¨²n punto de un barrio llamado El Moukef. Imposible poner blanco sobre negro los recovecos de la medina.
02 El 'riad'
La casa es un riad. Escondido en el oscuro callej¨®n del principio -que por alguna raz¨®n est¨¢ lleno de pintadas del Bar?a- es toda una sorpresa. Un refugio del tumulto ocre de ah¨ª fuera. En tres pisos alrededor de un bonito patio cubierto, tiene todas las comodidades (desde tele de plasma hasta camas con dosel), sin perder el encanto ex¨®tico. Por 30 euros por cabeza podr¨ªan dormir hasta ocho personas; somos cuatro y nos sobra medio palacio. Ismael nos sube a la azotea, preparada para tomar el t¨¦ entre cojines. La panor¨¢mica es un mar de antenas parab¨®licas; hasta la casucha m¨¢s desastrada tiene una. Sobre ellas se alza el minarete de la mezquita Koutoubia, el modelo de la Giralda, ning¨²n edificio puede ser m¨¢s alto, lo dice la ley.
03 La plaza
"No te enga?es, aqu¨ª todo el mundo tiene una funci¨®n, vende, compra, cuenta, busca algo", dice Ismael en el centro de la enorme plaza de Yemaa el Fna, "el coraz¨®n de la medina", seg¨²n todas las gu¨ªas, aunque literalmente significa "asamblea de los muertos". Hay varias teor¨ªas sobre el origen del nombre, entre ellas que era lugar de ajusticiamiento y que hace homenaje a una mezquita derrumbada en este lugar. Lleva aqu¨ª desde el siglo XI y en 2001, gracias a una iniciativa de Juan Goytisolo, fue nombrada patrimonio oral de la humanidad por la Unesco.
En realidad, Yemaa el Fna son dos plazas, una por el d¨ªa y otra por la noche. De ma?ana hay carretas sin caballo que venden d¨¢tiles gordos como pulgares y zumo de naranja reci¨¦n exprimido. En precarias banquetas, las mujeres pintan las manos de las turistas con henna. Los guerraf, con colorido atuendo, son aguadores, pero ganan m¨¢s propina dej¨¢ndose fotografiar abrazados a los visitantes. Bajo sombrillas, dudosos dentistas ofrecen sus servicios. Lo mejor es subirse a una de las terrazas panor¨¢micas que rodean la plaza y tomarse un t¨¦ contemplando el espect¨¢culo que retrat¨® Hitchcock en El hombre que sab¨ªa demasiado.
A medida que cae el sol, a Yemaa el Fna le crecen decenas de restaurantes transitorios; men¨² en mano, los pol¨ªglotas camareros te vacilan en varios idiomas para que elijas el suyo con pintoresco sentido del humor (por ejemplo: "Come aqu¨ª, no seas pajarraco"). En peque?os puestos ambulantes venden un t¨¦ rojo que levanta a un muerto (lo llaman "viagra marroqu¨ª" y sirve para "tuqui tuqui all night").
Hay contadores de historias milenarias, los gnawa tocando sus tambores, malabaristas, j¨®venes boxeadores que no terminan de empezar a atizarse. Cientos de ojos se cruzan pregunt¨¢ndote algo con los ojos que no siempre entiendes.
Mejor ni acercarse a los terribles monos que te prestan para la instant¨¢nea ni a los encantadores de serpientes, hnaichiya. S¨®lo por sostenerles la mirada te cuelgan el bicho del cuello y te exigen dirham, dirham de malos modos.
04 Todo en venta
En dos d¨ªas en Marraquech, uno oir¨¢ cientos de veces la explicaci¨®n de c¨®mo se hace el t¨¦ o c¨®mo se combinan las especias (venden incluso una mezcla para "mujeres que no saben cocinar"). La medina entera es una consecuci¨®n de zocos. No en vano la ciudad comenz¨® siendo una parada comercial en medio del desierto.
Hay un par de reglas: sonre¨ªr siempre, regatear (es obligatorio, hay que entrar en el juego), y si te gusta algo, c¨®mpralo, ser¨¢ imposible regresar al mismo puesto; si no lo haces, tampoco es grave, porque aunque la uniformada globalizaci¨®n no ha llegado a estos bazares, el producto se repite callej¨®n tras callej¨®n: babuchas de colores, pir¨¢mides de especias y t¨¦, curtidos olorosos, jab¨®n de aceite, tajines de cer¨¢mica, arom¨¢ticas pastillas de almizcle y ¨¢mbar para los armarios... y vuelta a empezar con las babuchas.
Quiz¨¢ por lo laber¨ªntico, por el ca¨®tico dise?o de estos mercados, uno no tiene la sensaci¨®n de ser una oveja m¨¢s en el reba?o de turistas. Aunque hay momentos de barullo: burro por la derecha, bici imposible (la conduce una mujer con chador y ni?o) por la izquierda, tres motos de frente, doce cl¨¢xones al tiempo, un carro cargado hasta los topes, una muchedumbre que sale de la nada.
Otras ocasiones son algo m¨¢s inquietantes: un hombre encapuchado te coge sola y te intenta colocar escorpiones en formol, sanguijuelas y cabezas de rata que por lo visto son infalibles para hacer conjuros de amor. Te zafas con otra sonrisa: "No me hace falta, pero gracias".
05 Comer pobre (y m¨¢s rico)
En el centro de uno de estos zocos aparece Occidente. La Terrasse des ?pices es la glamourizaci¨®n del concepto marroqu¨ª. M¨²sica chill out, chilabas de lana para que los turistas se protejan del viento, muchos extranjeros y alg¨²n moderno local, claramente con dinero. El sitio no puede molar m¨¢s, aunque se paga como si uno estuviese en La Latina (25 euros la comida, sin alcohol, por supuesto). Los due?os (marroqu¨ªes) tienen una versi¨®n caf¨¦ en la plaza de Rahba Quedima, donde es una delicia sentarse a tomar t¨¦ y s¨¢ndwiches y observar el mercado.
Sin embargo, hay que tener cuidado con estos locales cool pensados para el turista. Por ejemplo, una cena en Le Foundouk arranca con la sorpresa de un comedor chic en un lujoso riad actualizado, mucho protocolo y camarero/a mono. Pero acaba con un kebab seco, un vino mediocre y una cuenta de casi 40 euros por barba.
Es mucho mejor pedirle a Ismael que nos lleve donde come ¨¦l. A medio convencer nos conduce hasta el mercado nuevo en la trasera de Yemaa el Fna. Los cubiertos son de pl¨¢stico, pero el kebab es jugoso, y los garbanzos, un lujo (y la cuenta, cinco euros por persona). Convencidos de que es mucho m¨¢s rico comer humilde, la ¨²ltima cena es en un diminuto local (dentro del zoco del mimbre) donde sirven un guiso cocido durante casi un d¨ªa en un horno bajo tierra. El due?o-camarero saca de un agujero en el suelo una especie de ¨¢nfora y vierte el contenido en platos de pl¨¢stico. Lo comemos sin cubiertos agarrando los trozos de carne como mantequilla con el pan. La respuesta es un¨¢nime: es el mejor cordero de nuestra vida. En la mesita de al lado (hay cuatro), unos marroqu¨ªes comen con las manos la cabeza del bicho. S¨®lo dejan los ojos.
06 Islam, la 'nuit'
El African Chic es nuestra ¨²nica visita fuera de la medina. Est¨¢ en el barrio de Gu¨¦liz, en la Ville Nouvelle, la parte m¨¢s europea de la ciudad y donde tambi¨¦n se encuentra Pach¨¢ (que presume de ser la discoteca m¨¢s grande del continente). La atm¨®sfera es, como poco, ecl¨¦ctica. Hay grupos de turistas j¨®venes, alguna pareja, extranjeros mayores solos (tanto hombres como mujeres), prostitutas y chaperos locales y alg¨²n marroqu¨ª fashion.
Aqu¨ª hace falta un m¨¢ster para dominar el juego de miradas. Qui¨¦n paga, qui¨¦n cobra, qui¨¦n no, qui¨¦n busca chica, qui¨¦n chico... Etc¨¦tera. La noche es de lo m¨¢s entretenida. La m¨²sica disco se mezcla con las actuaciones de bandas folcl¨®ricas, hay bastante "ambiente" y se bebe alcohol sin problemas; la ca?a, por cinco euros, es incluso m¨¢s barata que la Coca-Cola. En el ba?o de mujeres, una escena refleja la dualidad de una ciudad sensual que reza cinco veces al d¨ªa: una se?ora de la limpieza velada le pasa un trozo de papel higi¨¦nico a una prostituta con un vestido con menos tela que un hiyab.
07 Turistas al vapor
Para redondear la experiencia guiri s¨®lo falta el hammam. Los hay para todos los presupuestos, del lujo total a la m¨¢xima autenticidad. El nuestro es medio, 27 euros con masaje incluido, y con clientela extranjera, aunque en la sala de mujeres se cuelan los hijos de la due?a. El jolgorio de las masajistas lavando a los ni?os de su jefa nos da una pista de c¨®mo deben de ser los hammam para marroqu¨ªes, donde el objetivo es la higiene m¨¢s que el ansiado "relax" del europeo. En la sauna probamos el pastoso jab¨®n negro que llevamos viendo todo el fin de semana en los zocos. Es suave, pero no muy arom¨¢tico; el masaje, agradable, no te cambia la vida, pero te deja nueva para volver a llenarte de polvo en la medina. Para los chicos, el asunto es algo diferente. Por lo visto, en la mitad masculina del hammam, las simp¨¢ticas se?oras en delantal son sustituidas por j¨®venes efebos sin camiseta. A la salida, un amigo describe encantado la experiencia como "una fantas¨ªa de Fassbinder hecha realidad". Al otro, compungido, le ha parecido "una pesadilla". Todo va en gustos.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Turismo de Marruecos (www.visitmorocco.com).
? Turismo de Marraquech (www.marrakech.travel).
C¨®mo llegar
? Ryanair (www.ryanair.com). 20 euros desde Madrid y 39 desde Reus (ida y vuelta, tasas incluidas).
? Easyjet (www.easyjet.com). Desde Madrid, ida y vuelta, con tasas, por 37.
Dormir
? Centrales de reservas (marrakech-riads.net; www.riadomaroc.com).
? Kasbah Tamadot, Asni, cordillera del Atlas (ww.kasbahtamadot.virgin.com). 360 euros.
? La Maison Arabe, Derb Assehb¨¦, 1, Bab Doukkala (www.lamaisonarabe.com). Desde 200 euros.
? La Mamounia. Bab Jdid (www.mamounia.com). Desde 600 euros.
? La Pause. Douar Lmih Laroussi¨¨ne, Agafay. (www.lapause-marrakech.com). 150 por persona.
? Riad Ariha. Derb Ahmed el Borj, 90 (www.riadariha.com). 72 euros.
? Riad El Fenn. Derb Moullay Abdullah Ben Hezzian, Bab el Ksour (www.riadelfenn.com). Desde 290 euros.
? Riad Noire d'Ivoire. Derb Jdid Bab Doukkala, 31-33 (www.noir-d-ivoire.com). Desde 180 euros.
Visitas
? Hammam Ziani. Junto al Palais Bahia (www.hammamziani.ma).
? African Chic. Errabia, 6 (www.african-chic.com).
? Terrace des Epices. Souk Cherifia, 15 (www.terrasedesepices.com).
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