Treinta horas de cari?o y silencio
Una multitud emocionada asiste en Valladolid al funeral por Miguel Delibes - Las cenizas del escritor fueron depositadas en el pante¨®n de hombres ilustres
"V¨¢monos poco a poco, pues ya en los nidos de anta?o no hay p¨¢jaras hoga?o". Las palabras de la agon¨ªa de Alonso Quijano cruzaron ayer la nave central de la catedral de Valladolid junto a un pasaje del Apocalipsis, unos de los versos a su padre de Jorge Manrique y el siempre esperanzador amor mas all¨¢ de la muerte de Quevedo: "ser¨¢n ceniza, mas tendr¨¢n sentido; polvo ser¨¢n, mas polvo enamorado". La misa de funeral por el escritor Miguel Delibes, fallecido el viernes a los 89 a?os, se centr¨® en la figura del escritor y en la del hombre, "un humanista cristiano", record¨® el administrador diocesano, F¨¦lix L¨®pez Zarzuelo, encargado de oficiar una ceremonia medida y popular al mismo tiempo, seca pero profundamente emotiva.
Fue una ceremonia contenida pero profundamente emotiva "Deber¨ªa ir a hombros", se quejaba un anciano al ver pasar el coche
"No cre¨ªa que el hombre fuera un n¨¢ufrago", dijo el sacerdote Hubo una extra?a unanimidad sobre la importancia de su figura y su legado
Fue una ceremonia contenida pero profundamente emotiva
"Deber¨ªa ir a hombros", se quejaba un anciano al ver pasar el coche
"No cre¨ªa que el hombre fuera un n¨¢ufrago", dijo el sacerdote
Hubo una extra?a unanimidad sobre la importancia de su figura y su legado
A las doce de la ma?ana el f¨¦retro del escritor dejaba el Ayuntamiento de Valladolid, donde hab¨ªa estado instalada la capilla ardiente y por donde se calcula que habr¨¢n pasado m¨¢s de 15.000 personas. En la calle, los ciudadanos hab¨ªan tomado las gradas instaladas para las procesiones de Semana Santa y ah¨ª, en silencio, aguardaron el paso del cortejo f¨²nebre. "Deber¨ªa ir a hombros", se quejaba un anciano al comprobar que el ¨²ltimo paseo de Miguel Delibes, del Ayuntamiento a la catedral, ser¨ªa en coche. "Estas cosas se hacen cargando a hombros", insist¨ªa. Tanto la familia como el pleno del Ayuntamiento hicieron a pie un camino que en todo momento estuvo abarrotado de gente, con un sol radiante y una emoci¨®n contenida que cortaba la respiraci¨®n. Aplausos s¨ª, pero ning¨²n grito. La entrada por la calle de Cascajares, con ese desnivel en el terreno que anuncia tarde el port¨®n -ayer abierto de par en par- de una catedral dise?ada por el arquitecto Juan de Herrera, ofrec¨ªa una panor¨¢mica dram¨¢tica.
Al llegar a la entrada, los nietos del escritor cargaron el f¨¦retro. De entre los centenares de coronas llegadas de toda la geograf¨ªa nacional, cuatro (la de los Reyes, la de los pr¨ªncipes de Asturias, la de las Cortes de Castilla y Le¨®n y la del Ayuntamiento de Valladolid) siguieron el paso hasta el final. All¨ª estaban la vicepresidenta del Gobierno, Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega, y la ministra de Cultura, ?ngeles Gonz¨¢lez-Sinde. Y all¨ª estaban centenares de personas que poco a poco entraron en la catedral hasta abarrotar todas sus esquinas. Mientras una mujer con los aires de la papisa Mercedes Sosa lloraba, otra con un vis¨®n hac¨ªa fotos con el m¨®vil. F¨¦lix L¨®pez Zarzuelo, seguido de una veintena de sacerdotes, habl¨® del dolor de la muerte ("la muerte duele, y mucho, duele no volver a ver esos ojos que se cruzan con los nuestros por la acera de Recoletos, por el Campo Grande") para afirmar que su p¨¦same no era "fr¨ªo y protocolario" y para insistir "en la dimensi¨®n trascendente del hombre". "Miguel Delibes no cre¨ªa que el hombre fuera un n¨¢ufrago", a?adi¨®.
El hijo mayor del escritor, Miguel, subi¨® al p¨²lpito en representaci¨®n de la familia para agradecer "estas 30 horas de muestras de cari?o" y para recordar c¨®mo en los ¨²ltimos a?os su padre ten¨ªa m¨¢s puesta su ilusi¨®n "en la otra vida que en ¨¦sta". Reconociendo el cansancio de los suyos (que continuaron juntos en una breve ceremonia ¨ªntima en el Pante¨®n de los Hombres Ilustres de la ciudad) a?adi¨®: "no queremos hacer aqu¨ª otra expresi¨®n m¨¢s de p¨¦same".
Delibes, un escritor que no tuvo escuela literaria (sol¨ªa decir que ¨¦l aprendi¨® de la lectura de un manual de derecho mercantil) y que probablemente tampoco la deja, convoc¨® ayer una extra?a unanimidad sobre la importancia de su figura y su legado. Su peri¨®dico de siempre, El Norte de Castilla, le dedic¨® un especial de 48 p¨¢ginas que a primera hora de la ma?ana ya estaba agotado en Valladolid. El hombre, el cazador, el escritor, el periodista... En 1962 escribi¨® entre decenas de art¨ªculos sobre la vida cotidiana en Espa?a un art¨ªculo titulado Los entierros que ayer ca¨ªa como un gui?o rabioso al presente: "Hoy s¨®lo quiero ocuparme de los entierros; de los entierros a la Federica, con carrozas barrocas, caballos empenachados y aurigas con peluca, que es como se hacen los entierros en mi pueblo. Uno, naturalmente, no est¨¢ contra los entierros. Uno est¨¢, m¨¢s bien, contra los formalismos falaces. Uno aboga, en suma, por los entierros sencillos, minoritarios, donde el que vaya, vaya por sentimiento y no por educaci¨®n. Tal vez as¨ª se evitar¨ªa que en los entierros se hablara tanto de f¨²tbol y que, a la hora de partir, el difunto se encontrara solo por aquello de que los muertos son los ¨²nicos hombres puntuales del pa¨ªs". Por una vez la sabidur¨ªa le traicion¨® y su puntualidad coincidi¨® con todos los que le despidieron.
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