Menos gobernanza y m¨¢s gobierno
?Es seguro que las pol¨ªticas para la promoci¨®n del coche el¨¦ctrico requieran un pacto de Estado? ?Comenzar¨¢n los fontaneros a cobrar el IVA reducido porque as¨ª lo acuerden en un pacto de Estado los dos grandes partidos de ¨¢mbito estatal? El apoyo a las energ¨ªas renovables ?tendr¨¢ que dormir en el caj¨®n hasta que los partidos flanqueados por los sindicatos se hagan la foto en el marco incomparable del Palacio Zurbano? ?S¨®lo podr¨¢ salvar el ICO los grandes obst¨¢culos con que tropieza su af¨¢n por conceder cr¨¦dito a las pymes cuando los partidos y dem¨¢s firmen el dichoso pacto de Estado? Y el fomento del alquiler de vivienda ?necesita acaso un pacto de Estado para extirpar o, al menos, mitigar el innato deseo o la herencia gen¨¦tica que nos impulsa a adquirirla?
Es claro que no, que buena falta hace pasarse semanas y meses reuniendo comisiones, abriendo mesas de di¨¢logo, manteniendo interminables conversaciones -en resumen, practicando la gobernanza- para alcanzar el tan pomposamente denominado pacto de Estado cuando las decisiones estrat¨¦gicas de pol¨ªtica econ¨®mica para hacer frente a la crisis quedar¨¢n al albur de lo que ocurra en otras mesas, en otros palacios, en otros pactos. M¨¢s a¨²n: aunque el Gobierno, en el caso de haber diagnosticado correctamente el origen y alcance de la crisis -un diagn¨®stico al que sigue mostr¨¢ndose reacio, como todo el mundo pudo comprobar tras las inanes parrafadas de su presidente ante las c¨¢maras de televisi¨®n- hubiera propuesto una estrategia coherente para hacerle frente, no necesitaba un pacto de Estado para ponerla en pr¨¢ctica. Le hubiera bastado, en la peor tesitura, el decreto y, en la mejor, una mayor¨ªa parlamentaria suficiente para sacar las medidas adelante, por m¨¢s que la oposici¨®n, en el caso de que se decidiera a cumplir su papel, se opusiera.
?Qu¨¦ es esto de quedarse empantanados ante medidas claves contra la crisis acusando a la oposici¨®n de cosas tan pintorescas como no arrimar el hombro, no echar una mano, no empujar el carro? En los sistemas democr¨¢ticos, que funcionan a base de mayor¨ªas, las oposiciones est¨¢n para oponerse, elaborar una alternativa y mantener as¨ª la posibilidad de otra pol¨ªtica. En tiempos de bonanza, como en tiempos de crisis, es fundamental que cada cual defina sus pol¨ªticas, las d¨¦ a conocer al p¨²blico, se debatan y, claro est¨¢, se pongan en pr¨¢ctica, con la idea de que el agotamiento de una de ellas -normalmente, la del gobierno- no arrastre a la otra. Pactos de Estado, con cuentagotas y s¨®lo cuando un c¨²mulo de circunstancias extraordinarias los haga absolutamente imprescindibles, como ocurri¨® en 1977, reci¨¦n inaugurada la legislatura constituyente.
Lo primero que se espera de un gobierno -sobre todo, en tiempos de crisis- es que gobierne. Para eso, lo habitual es establecer una estrategia, lo cual a su vez requiere identificar los problemas y decidir un orden de prioridades. S¨®lo por falta de liderazgo, o porque en el gobierno surgen posiciones enfrentadas, o simplemente porque no se sabe qu¨¦ hacer, es cuando todo se vuelve buscar pactos de Estado, un eufemismo para significar pactos que involucren a la oposici¨®n, sea por activa, sea por pasiva. Si es por activa para embarcarla en la misma nave sin rumbo y as¨ª poder extender a diestro y siniestro la responsabilidad por los males que se sufren o avecinan; si es por pasiva para acusarla de no arrimar el hombro, no echar una mano, no empujar el carro. Todo menos gobernar cargando sobre los propios hombros la responsabilidad de lo actuado.
?Tiene este gobierno capacidad y recursos para definir y conducir una pol¨ªtica econ¨®mica sin necesidad de pactos de Estado? Si por n¨²mero fuera, con un pu?ado de diputados m¨¢s habr¨ªa bastante para alcanzar la mayor¨ªa absoluta, ahorr¨¢ndonos este rigod¨®n de mesas y palacios. Lo que la situaci¨®n necesita no es tanto un pacto como una pol¨ªtica, no es tanto un ejercicio permanente e interminable de gobernanza como una acci¨®n coherente de gobierno. Ocultar la incapacidad para definirla y ejecutarla hasta sus ¨²ltimas consecuencias -sin decir hoy lo contrario de ayer y ma?ana lo contrario de hoy en cuestiones sustantivas- es lo que realmente se echa de menos. Los fuegos de artificio sobre yo quiero un pacto que tu no quieres porque eres malo y no arrimas el hombro y bla, bla, bla, est¨¢n a punto de acabar con la paciencia de este santo Job en que la crisis ha convertido a millones de ciudadanos directamente afectados en su trabajo, en sus vidas, por aquella crisis que nunca fue y de la que ya vamos saliendo.
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