Costes salariales y reforma del mercado laboral
La estructura de la negociaci¨®n colectiva, los desorbitados costes de despido y la escasa flexibilidad del marco legislativo est¨¢n en los or¨ªgenes de la brutal ca¨ªda del empleo en las fases recesivas de nuestra econom¨ªa
En una recesi¨®n el empleo tiende a caer proporcionalmente m¨¢s o menos que el PIB en la medida que aumenten o se contengan los costes salariales reales. As¨ª, la intensa subida de los costes salariales reales de nuestro pa¨ªs en 2008 y 2009 (2,3% y 4% respectivamente), muy por encima de la media de la UE (0,1% y 1,1%), ha exacerbado la destrucci¨®n de empleo durante la crisis, de manera que la p¨¦rdida de puestos de trabajo por unidad de ca¨ªda del PIB ha sido en nuestro pa¨ªs m¨¢s de tres veces superior a la media europea.
El comportamiento marcadamente proc¨ªclico de los salarios reales (suben tanto m¨¢s cuanto m¨¢s cae el PIB) y la consecuentemente brutal ca¨ªda del empleo que acontece en las fases recesivas de nuestra econom¨ªa obedece esencialmente a tres elementos singulares del marco regulatorio de nuestro mercado de trabajo que alejan su funcionamiento del de los pa¨ªses con cifras de paro m¨¢s civilizadas que las nuestras.
La intensa subida de los costes salariales reales en 2008 y 2009 ha exacerbado la destrucci¨®n de empleo
Los elevados costes de despido merman las posibilidades de inversi¨®n de las empresas
En primer lugar, a la estructura de la negociaci¨®n colectiva, que impone subidas salariales pr¨¢cticamente homog¨¦neas a todas las empresas de un sector sujeto a la misma, con independencia de su tama?o y dem¨¢s condiciones espec¨ªficas. As¨ª ocurre que empresas con elevados niveles de productividad o cuyos costes laborales representan una proporci¨®n relativamente peque?a de los costes totales en relaci¨®n con la media del sector, y cuyo tama?o y relevancia les puede llevar a valorar en exceso la paz sindical, aceptan aumentos salariales que son letales para mantener el empleo en muchas de las restantes empresas del sector. ?sta es la causa ¨²ltima de que los sindicatos puedan imponer subidas de salarios nominales que, como m¨ªnimo, sean ex post iguales a la inflaci¨®n en periodos de dura recesi¨®n econ¨®mica y sin descontar de la inflaci¨®n la parte debida a subidas del precio del petr¨®leo o de los impuestos.
?ste es un problema que no se resuelve mediante cl¨¢usulas de descuelgue que son siempre limitadas, dif¨ªciles de activar y transitorias, sino mediante cl¨¢usulas de "cuelgue". Esto es, la legislaci¨®n laboral deber¨ªa reformarse de manera que cualquier acuerdo salarial entre sindicatos y empresas sea aplicable ¨²nicamente a las empresas que voluntariamente y ex profeso decidan adherirse al mismo.
En segundo lugar, est¨¢ el problema de los desorbitados costes de despido de los trabajadores fijos, el grueso de nuestra fuerza de trabajo, que aumentan excesivamente los costes salariales inherentes a los inevitables ajustes de plantillas que se efect¨²an durante la crisis. Los elevados costes de despido merman las posibilidades de inversi¨®n de las empresas, restringen la movilidad de los trabajadores y suponen tambi¨¦n altos costes de contrataci¨®n que establecen una elevada barrera al empleo, reduciendo as¨ª la sensibilidad de los salarios al nivel de paro y a las condiciones generales de la econom¨ªa.
En tercer lugar, el marco legislativo ofrece m¨¢rgenes irrisorios, en comparaci¨®n con los de otros pa¨ªses, a la flexibilidad de jornada, de las modalidades de trabajo y de la movilidad funcional y geogr¨¢fica de los trabajadores, con lo que se bloquean los ajustes de los costes laborales por hora trabajada y se fomenta el ajuste v¨ªa destrucci¨®n de empleo.
La reacci¨®n habitual de los representantes sindicales y de otras voces que consideran m¨¢s progresista aumentar el paro que instrumentar reformas que ante una recesi¨®n mermen el poder adquisitivo de los asalariados, consiste en despachar esas opiniones tild¨¢ndolas de antisociales y "economicistas". Con estos calificativos, que habitualmente se aplican a cualquier propuesta que no concuerde con las suyas, se sugiere que los razonamientos son meramente te¨®ricos y no est¨¢n anclados en el mundo real, un mundo cuya verdadera configuraci¨®n s¨®lo ellos conocen y cuyas reglas de justicia les pertenecen. Acaso inadvertidamente, sin embargo, a veces responden a los planteamientos que demandan la contracci¨®n de los salarios reales con "economicismos" sui g¨¦neris. Por ejemplo, sostienen que una congelaci¨®n o ca¨ªda pronunciada del ritmo de aumento anual de los salarios nominales har¨ªa caer proporcionalmente el ritmo de aumento de los precios y por tanto no beneficiar¨ªa a las empresas.
Por otro lado, argumentan que una ca¨ªda de los salarios reales reducir¨ªa el consumo privado y con ello da?ar¨ªa la demanda de las empresas. N¨®tese que si el primer argumento fuera v¨¢lido no deber¨ªan preocuparse por el segundo ya que, seg¨²n ellos, la moderaci¨®n de los salarios nominales no producir¨ªa ca¨ªda alguna de los salarios reales.
Una congelaci¨®n o ca¨ªda significativa del ritmo de crecimiento de los salarios nominales no afectar¨ªa en absoluto al ritmo de avance del precio de los bienes comerciables, ya que dicho precio se determina en los mercados internacionales y ser¨ªa decisiva para que las empresas que operan en estos mercados pudieran mejorar su competitividad sin reducciones dr¨¢sticas del nivel de empleo. Incluso en las empresas que operan en los mercados de bienes no comerciables, la congelaci¨®n o moderaci¨®n de los salarios nominales no llevar¨ªa a bajadas proporcionales de sus precios, entre otras razones porque el comportamiento de estos precios depende de la pol¨ªtica monetaria del BCE y porque los costes salariales no son los ¨²nicos costes variables relevantes para muchas empresas.
En cuanto al segundo argumento, las subidas o el mantenimiento del poder adquisitivo de los salarios s¨®lo tienen un impacto neto positivo sobre el consumo privado y la demanda de las empresas en la medida que no generen desempleo, y acent¨²en con ello el temor a perder el puesto de trabajo, y en la medida que no erosionen las expectativas de beneficios y debiliten con ello la inversi¨®n privada. La exagerada ca¨ªda del consumo de las familias en 2009, mucho m¨¢s intensa de la justificada por la evoluci¨®n de la renta disponible real, se debe en buena parte al temor a la p¨¦rdida de sus puestos de trabajo desatada por la intensa destrucci¨®n de empleo ocasionada en dicho a?o, destrucci¨®n que parcialmente es atribuible al aumento de los salarios reales en el periodo.
Aunque pueda resultar parad¨®jico para algunos, cuanto m¨¢s r¨ªgidos a la baja sean los salarios reales y mayor sea el peso del ajuste soportado por el nivel de empleo menores ser¨¢n las posibilidades de crecimiento a medio plazo de los salarios reales. Esto es as¨ª porque un volumen muy elevado de paro antes o despu¨¦s ejerce una poderosa presi¨®n a la baja sobre los salarios reales. Pero, sobre todo, porque las subidas de los salarios reales en una recesi¨®n expulsan al paro a muchos trabajadores que pierden capital humano y productividad en proporci¨®n a la duraci¨®n del desempleo y s¨®lo se podr¨¢n recolocar percibiendo salarios que reflejen esta menor productividad. Los salarios reales que en cualquier econom¨ªa se pueden pagar a un trabajador no dependen de lo que unos u otros consideren que deba ganar, sino de su productividad, esto es, de su capacidad de contribuir a la producci¨®n que la empresa pueda vender a precios de mercado.
La reforma del mercado de trabajo llegar¨¢ ya tarde para evitar la p¨¦rdida de empleo y el paro masivo acumulados hasta el momento. Pero una reforma profunda es urgentemente necesaria para acelerar la recuperaci¨®n del empleo por unidad del PIB y alentar la recuperaci¨®n econ¨®mica. Es imprescindible, por eso mismo, para reducir el d¨¦ficit p¨²blico y evitar da?os irreparables a nuestro sistema financiero. Es, adem¨¢s, perentoria para recuperar la credibilidad de los mercados financieros internacionales, de los que nuestra econom¨ªa depende m¨¢s que casi cualquier otra, reduciendo as¨ª los costes de financiaci¨®n de empresas y sector p¨²blico y aliviando nuestra extremada vulnerabilidad a las tensiones que azotan hoy y seguir¨¢n azotando ma?ana a pa¨ªses con los que no nos queremos comparar.
Jos¨¦ Luis Feito es presidente del Instituto de Estudios Econ¨®micos.
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