El declive de Europa
Antonio Hern¨¢ndez Mancha, brillante abogado del Estado y ef¨ªmero presidente de Alianza Popular, se hac¨ªa eco el lunes en estas p¨¢ginas del temor creciente a que Europa, si no reacciona pronto, desaparezca como factor de decisi¨®n en el mundo, aplastada, dice Hern¨¢ndez Mancha, entre China y Estados Unidos. Esta preocupaci¨®n, recogida muchas veces en este peri¨®dico por mis compa?eros de columna Llu¨ªs Bassets, Nacho Torreblanca y Paco Basterra, entre otros, no s¨®lo no decrece sino que aumenta a medida que se comprueba la ineficacia, cuando no la falta de protagonismo, de la Uni¨®n Europea en los grandes temas del momento desde la energ¨ªa al cambio clim¨¢tico, desde la defensa a la presencia en las cat¨¢strofes naturales.
Hace falta un l¨ªder capaz de sacar a la UE del marasmo. Y deber¨ªa salir de Alemania
Los pasos iniciales desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa a primeros de a?o no son precisamente prometedores de un cambio de direcci¨®n, del giro de 180 grados que Europa necesita si quiere influir de manera decisiva en los asuntos mundiales. La nula influencia europea en la cumbre clim¨¢tica de Copenhague y la negativa del presidente Obama a participar en la cumbre Europa-Estados Unidos por la ausencia de una agenda de temas concretos a discutir son ejemplos claros del declive europeo no s¨®lo ante Estados Unidos y China sino, tambi¨¦n, ante las potencias emergentes desde India y Brasil hasta Sur¨¢frica.
Sugiere Hern¨¢ndez Mancha nueve medidas para que Europa recobre el pulso y la influencia en el mundo acordes con su peso demogr¨¢fico y su PIB. Todas son interesantes. Pero, mucho me temo que su adopci¨®n no cuadra con el dolce far niente imperante, producto de las luchas internas entre las nuevas estructuras creadas por el Tratado de Lisboa y la Comisi¨®n. Me recuerda una an¨¦cdota de cuando, en la Embajada de Londres, el embajador Fraga nos comunic¨® a sus colaboradores que iba a presentar a Franco un proyecto de Constituci¨®n para Espa?a. Lo hizo en agosto de 1974. Franco se limit¨® a preguntar que para qu¨¦ pa¨ªs iba destinado ese proyecto de Constituci¨®n. La Uni¨®n federal europea, fervientemente defendida por Mancha, como por tantos otros europe¨ªstas convencidos, dar¨ªa consistencia y vertebrar¨ªa a Europa, como ocurri¨® con los 13 Estados de la Uni¨®n americana, tras la entrada en vigor de la Constituci¨®n federal en 1789. Pero, por ahora, es impensable. Europa est¨¢ m¨¢s cerca de los Art¨ªculos de la Confederaci¨®n americana, previos a la adopci¨®n de la Constituci¨®n federal, que del federalismo actual que representa Estados Unidos. Los Estados nacionales, especialmente Alemania y Francia, y sus sistemas fiscales, sus leyes laborales, sus pol¨ªticas exteriores y de defensa, sus sistemas de pensiones hacen impensable e imposible una armonizaci¨®n a escala europea de los 27 Estados de la Uni¨®n. Una armonizaci¨®n que ni siquiera es posible entre los 16 miembros de la zona euro, como lo demuestran los recientes choques sobre el proyecto de legislaci¨®n financiera y los diferentes enfoques para el rescate de Grecia. (Interesante la apreciaci¨®n del economista de cabecera del presidente Zapatero, el Nobel Paul Krugman, para quien el euro no se debi¨® adoptar antes de establecerse una uni¨®n pol¨ªtica). El federalismo en Estados Unidos funciona, entre otras cosas, porque existe una igualdad representativa estatal. Los 50 Estados tienen la misma representaci¨®n en el Senado. Dakota del Norte, con 600.000 habitantes, tiene los mismos senadores, dos, que California con 36 millones. ?Alguien piensa en Europa que, en una C¨¢mara territorial, Alemania, por ejemplo, aceptar¨ªa tener los mismos representantes que Malta? Y otra diferencia fundamental. Las constituciones de los 50 Estados americanos exigen a sus ejecutivos un equilibrio presupuestario, un d¨¦ficit cero. Muchos los incumplen, con California a la cabeza. Pero, intentan salir del embrollo por sus propios medios sin intentar que otros Estados paguen por su mala administraci¨®n. Maryland no tiene por qu¨¦ subvencionar el despilfarro de Illinois. Una filosof¨ªa parecida a la adoptada por Alemania en el caso de Grecia. Porque como dec¨ªa la pasada semana un funcionario de Berl¨ªn, no se puede pedir a los alemanes que tienen que trabajar hasta los 67 a?os para jubilarse que ayuden a los griegos que se jubilan a los 61. Pero, consideraciones econ¨®micas aparte, ?d¨®nde est¨¢n en la Europa actual los Hamilton, Hay o Madison para defender el federalismo? M¨¢s que nunca, y ante las median¨ªas existentes al frente de los Gobiernos nacionales, Europa necesita un l¨ªder capaz de sacar a la UE del marasmo actual. Y ese l¨ªder debiera producirlo Alemania como motor econ¨®mico de Europa. Pero, existe un problema: Angela Merkel no quiere, por ahora, conducir la locomotora europea. Por razones de pol¨ªtica interna prefiere actuar, como dice Newsweek, "a c¨¢mara lenta". Y ni Europa, ni el mundo est¨¢n para esperas. E pluribus unum, de muchos uno, es el lema de Estados Unidos. La Europa actual parece abrazar el contrario, de uno, muchos. Seguiremos con las diferencias.
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