"La ¨¦tica no es hacer o no hacer, sino decidir"
Basta teclear en YouTube su nombre y el de ese famoso refresco que nos garantiza la chispa de la vida para dejarse mecer por su acento porte?o. Rodolfo Fogwill (Buenos Aires, 1941), o Fogwill, a secas, presta su inmensa voz para vender bebidas en un anuncio que reclama a "los malos poetas". ?Y qu¨¦? A nadie que conozca a este narrador fuera de toda serie le sorprender¨¢. Le importa el dinero (y le han pagado mucho por venderse), como le importan el sexo, las drogas, la pol¨ªtica, los hijos y los amigos.
Todo forma parte de los laber¨ªnticos surcos de ese rostro que es imposible de olvidar. A sus 68 a?os, guapo y en¨¦rgico, Fogwill ha viajado a Espa?a para presentar la edici¨®n por Alfaguara de sus cuentos completos y, por Perif¨¦rica, de varias novelas cortas, entre ellas la esencial Los Pichiciegos.
"El orden cronol¨®gico es siempre atroz, se va dando uno cuenta"
"De joven produc¨ªa mucho porque tambi¨¦n viv¨ªa mucho"
La leyenda rodea a Los Pichiciegos, una novela sobre la guerra de las Malvinas que Fogwill escribi¨® casi en estado de trance en tres d¨ªas y cuya gestaci¨®n el escritor accede hoy a recordar. "Pasaba por la casa de mi madre cuando la escuch¨¦ gritar: '?Hundimos un barco!'. Yo volv¨ª entonces a mi estudio y escrib¨ª una frase: 'Mam¨¢ hundi¨® hoy un barco'. A las ocho horas del hundimiento del barco de mi madre yo ya estaba escribiendo aquel libro". Tres d¨ªas sin noches con el ansioso desvelo de la coca¨ªna y ya hab¨ªa nacido una obra cumbre de la literatura argentina. "La leyenda no le da m¨¢s valor, pero a m¨ª me da orgullo. El valor literario se puede malversar, es cuestionable. Pero hay un valor ¨¦tico, que es el de haberla hecho y haberla hecho como la hice. Aunque la ¨¦tica no hace un buen relato".
Fogwill se agarra a la ¨¦tica de una vida cuyo recuento produce una mezcla de incredulidad y v¨¦rtigo. Ha sido publicitario, profesor universitario, investigador de mercados, editor, empresario, especulador de bolsa, terrorista, estuvo en la c¨¢rcel por estafador y durante 17 a?os vivi¨® enganchado a la coca¨ªna. Padre de cinco hijos ("el mayor tiene 41 y la peque?a, 12"), Fogwill asegura que no puede pasar m¨¢s de cinco d¨ªas sin ellos. Cuando habla, ellos y sus madres parecen la ¨²nica medida real del tiempo. "Mi valor literario es una l¨¢pida para mis hijos, pero, en cambio, mi valor ¨¦tico es un impulso. Ninguno de ellos se arrepiente de la moral de un padre como yo", afirma. "Yo nunca fui un padre exhibicionista, pero a un hijo no se le enga?a. Ellos saben todo. La ¨¦tica de una vida no es hacer o no hacer, sino decidir".
En el volumen de cuentos completos editado ahora Fogwill ha evitado la cronolog¨ªa para ordenar una serie de relatos que arrancan en los a?os setenta. "El orden cronol¨®gico es siempre atroz, se va dando uno cuenta de c¨®mo ha ido decayendo. Es mejor el orden tem¨¢tico, por tono, o por ritmo de lectura. La mayor¨ªa son de 1977 y 1978. Durante esa ¨¦poca produc¨ªa a un ritmo m¨¢s r¨¢pido. Es una curva paralela a la producci¨®n de semen o igual a la de la memoria del tiempo. Para m¨ª, hace un a?o fue como ayer y, sin embargo, cuando ten¨ªa 10 a?os, un a?o duraba un a?o. Entonces la distancia en tiempo era igual a la distancia al tiempo vivido. De joven produc¨ªa mucho porque tambi¨¦n viv¨ªa mucho". Con los a?os, explica, llega el factor de "concentraci¨®n". "Como con el sexo, se aprovecha la econom¨ªa de medios. Trucos para estimular y estimularse la imaginaci¨®n".
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