Los internautas chinos tienen la palabra
Este, o un final m¨¢s o menos similar, se ve¨ªa venir. Dif¨ªcilmente se pod¨ªa esperar otro resultado, si bien algunos confiaban en los buenos oficios de la negociaci¨®n entre bambalinas y el efecto moderador de la magnitud de los intereses en juego de ambas partes. Pero la esencia del problema afecta a un aspecto central del sistema pol¨ªtico chino cuya renuncia no es imaginable en las actuales circunstancias. Es de prever que Pek¨ªn aplicar¨¢ la misma censura al buscador redireccionado ahora a Hong Kong, al igual que lo hace cuando uno busca en China en google.es. De hecho, hace semanas que los medios locales vienen preparando el terreno ante lo que ya se daba por inevitable despu¨¦s del fracaso de la reuni¨®n celebrada en febrero entre las autoridades y la empresa estadounidense. Los comentarios de los medios oficiales sobre las p¨¦rdidas que la retirada podr¨ªa suponer para Google en un pa¨ªs que constituye el mayor mercado de Internet del mundo, o las advertencias sobre el nivel de afectaci¨®n que supondr¨ªa para otros negocios de la empresa como su futuro servicio de telefon¨ªa m¨®vil, que tendr¨ªa las puertas cerradas en China, sub¨ªan el tono del desencuentro con claros signos de enquistamiento.
La presi¨®n de los usuarios de la Red puede ayudar no a acabar con la censura, pero s¨ª limitarla
Pese a que la decisi¨®n es un tanto salom¨®nica (en realidad, ni se va ni se queda), no ha sentado nada bien en el Gobierno chino. Quiz¨¢s no s¨®lo temeroso de que ello afecte a su imagen en el exterior (tambi¨¦n en cuesti¨®n por el llamado caso Rio Tinto) y al ambiente de inversiones extranjeras en el pa¨ªs, sino por la incertidumbre que genera la reacci¨®n de la propia comunidad de usuarios. A pesar de presentarlo como un mero litigio comercial, no se ha vacilado a la hora de invocar las humillaciones del pasado colonial para tratar de ganarse la comprensi¨®n y simpat¨ªa de la sociedad, f¨¢cilmente irritable cuando estas actitudes son presentadas como muestras de arrogancia directamente atribuibles a Washington con exponentes en otros campos como la venta de armas a Taiwan, la presi¨®n general en materia de derechos humanos, o tambi¨¦n sobre el yuan. La sensible fibra de la soberan¨ªa permite blindar el comportamiento de las autoridades frente a cualquier atisbo de "irreverencia humillante" y hace m¨¢s dif¨ªcil la permeabilizaci¨®n social de la naturaleza ¨²ltima del problema.
La superposici¨®n de debates (Estado soberano frente a empresa extranjera, libertad de expresi¨®n o censura, respeto a las restricciones de la ley local o prevalencia de ciertos valores universales b¨¢sicos, etc¨¦tera) concediendo primac¨ªa a la clave nacional sobre cualquier otro tipo de consideraciones ofrece al Gobierno, a priori, un margen de tranquilidad. Pero, ?puede esta decisi¨®n volverse en su contra? ?Cu¨¢l ser¨¢ la reacci¨®n de los internautas chinos? En realidad, de estos depende el futuro de un litigio que, probablemente, seguir¨¢ dando que hablar. La comunidad cibern¨¦tica china es muy activa. Se dir¨ªa que la mayor¨ªa, por el momento, est¨¢ a la expectativa. Otros, sin embargo, se han adelantado. En una carta abierta dirigida simult¨¢neamente al Gobierno chino y a Google con fecha 20 de marzo que circula ya ampliamente en la Red se expresa la indignaci¨®n por la opacidad de este proceso (tambi¨¦n por parte de Google) y reclama claridad no s¨®lo respecto a las negociaciones sino a las normativas, mecanismos y agentes que participan y tienen responsabilidades en ¨¦l y en la gesti¨®n de la Red, exigiendo respeto al derecho constitucional a la libertad de expresi¨®n, sin merma de la necesidad de censurar algunos contenidos (violencia, sexo y juego), explicitados de forma taxativamente clara (en especial en cuanto ata?e a la informaci¨®n pol¨ªtica) y demandando la habilitaci¨®n de canales de participaci¨®n de los usuarios en la toma de decisiones. A China le puede preocupar m¨¢s la reacci¨®n inmediata en su propia Red, en la que bullen los gestos de autonom¨ªa respecto al poder, que la "exageraci¨®n" del problema a instancias de Washington.
Es esa presi¨®n de la comunidad de internautas chinos la que puede ahora matizar esta decisi¨®n no para acabar con la censura, cosa dif¨ªcil por el momento, pero si limitando una amplitud que no ha dejado de crecer en los ¨²ltimos a?os. No es del todo imposible. Ya ocurri¨® en septiembre de 2002, tambi¨¦n con Google como protagonista, en circunstancias de inferior desarrollo de la Red. En ello influir¨¢ tanto la magnitud de la presi¨®n como lo selectivo de sus promotores, especialmente los colectivos ligados a la ciencia y tecnolog¨ªa, educaci¨®n, empresa o medios de comunicaci¨®n, tambi¨¦n de los m¨¢s afectados directamente por este esperado desenlace.
Xulio R¨ªos es director del Observatorio de la Pol¨ªtica China.
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