Rebeldes contra la igualdad
La protesta contra la conversi¨®n en mixtos de colegios mayores retrata a un sector posadolescente aferrado a lo tradicional - Ritos sexistas perduran entre j¨®venes
En los a?os cincuenta y sesenta no era extra?o, en la oscuridad de la noche, ver la siguiente escena: chicas col¨¢ndose por las ventanas intencionadamente abiertas de los colegios mayores masculinos. No hab¨ªa colegios mixtos. Hoy pr¨¢cticamente todos los p¨²blicos lo son, y cada vez son m¨¢s los privados que siguen ese camino. Por eso ha sorprendido tanto que 300 universitarios madrile?os acosaran el martes al rector de la Complutense porque anunci¨® que convertir¨ªa en mixtos los tres colegios mayores p¨²blicos que a¨²n separan por sexo. Un estallido de rebeld¨ªa juvenil como otros, s¨ª, pero por la tradici¨®n en vez de por la modernidad.
Estos centros son el ¨²ltimo reducto de un modelo segregador que se empez¨® a modificarse en Espa?a a finales de los setenta y se complet¨® en los ochenta sin grandes problemas ni revueltas. Muchos no entienden ahora la contestaci¨®n de estos universitarios madrile?os. "Llevo todo el d¨ªa reflexionando y no consigo entenderlo", dice el presidente de la Asociaci¨®n de Colegios Mayores y Residencias Universitarias P¨²blicas, Jos¨¦ Luis Muzquiz.
"En la calle se les mira a¨²n como se?oritos", dice Jos¨¦ Luis Muzquiz
En Espa?a hay unos 25.000 estudiantes en centros p¨²blicos
En los segregados tambi¨¦n entran de visita alumnos de los dos sexos
La mayor¨ªa de mujeres en la universidad obliga a distribuir plazas
Una explicaci¨®n la proporciona el soci¨®logo de la Universidad de Salamanca, Mariano Fern¨¢ndez Enguita: "Encaja con una tradici¨®n muy vieja, propia de todos los continentes, que siempre se ha dado entre los adolescentes y posadolescentes: se trata de una especie de rito inici¨¢tico por el que comienzan su juventud en bandas segregadas por sexos. El proceso de maduraci¨®n es tambi¨¦n la asunci¨®n de un rol de sexo y se suele hacer por separado". Un ejemplo que menciona Fern¨¢ndez Enguita son las fraternity estadounidenses, sociedades de estudiantes famosas por sus ritos y novatadas.
A quien no le ha sorprendido es a Anne Marie Reboul, responsable de Colegios Mayores y Residencias de la Complutense y directora del colegio Teresa de Jes¨²s, uno de los implicados en la pol¨¦mica. "Llevo dos a?os intentando convencer a los colegiales sobre la necesidad de convertir el centro en mixto, pero no atienden a razones. Un colegio mayor se convierte en una gran familia; y, si te integras, lo que dicen los mayores va a misa y no te saltas el gui¨®n. Los mayores argumentan que con un centro mixto perder¨ªan la identidad y la comodidad. Pero si les preguntas no son muy capaces de definir qu¨¦ es eso de la identidad".
"En Espa?a hay unos 25.000 estudiantes repartidos entre 150 colegios y residencias universitarios p¨²blicos, pr¨¢cticamente todos mixtos. Y puede haber unos 100 centros privados, muchos de los cuales tambi¨¦n son para los dos sexos", dice Jos¨¦ Luis Muzquiz. El modelo avanza y no causa ning¨²n problema. ?Por qu¨¦ en Madrid s¨ª? Los j¨®venes invocaban a la tradici¨®n, la intimidad y a ciertas dificultades para compartir actividades deportivas. Algo que suena, en principio, muy conservador. "No tenemos datos de que los j¨®venes sean m¨¢s conservadores ahora, pero es cierto que sobre este grupo de Madrid, habr¨ªa que preguntarse primero a qu¨¦ clase social pertenecen o si antes de en este colegio, estudiaron en otros que tambi¨¦n eran segregados: quiz¨¢ invocan la tradici¨®n cuando quieren decir costumbre", explica Jos¨¦ Antonio Luengo, psic¨®logo y secretario general de la Oficina del Defensor del Menor en Madrid.
Muzquiz duda de que la procedencia social sea homog¨¦nea o un factor explicativo de nada: "En la calle todav¨ªa se les mira como se?oritos, pero los colegiales ya son de todas las clases, algunos de extracci¨®n humilde pero con muy buenas notas, becados. El perfil es el hijo o hija de funcionarios, m¨¦dicos, profesores, farmac¨¦uticos, pero tambi¨¦n los hay que trabajan en verano para pagarse la estancia".
M¨¢s all¨¢ de clases o tendencias pol¨ªticas, a la hora de echar la matr¨ªcula, Anne Marie Reboul ha observado un curioso fen¨®meno de igualaci¨®n: "Puede haber chicos muy progresistas, que en principio incluso rechazan venir a un colegio segregado, pero a los cuatro meses asumen el discurso imperante y ya no quieren o¨ªr hablar de que el centro se convierta en mixto".
Muchas veces los estudiantes recalan en estos centros porque sus padres creen que aportan un control sobre el estudiante. "No s¨¦ a qu¨¦ control se refieren, porque las puertas est¨¢n abiertas 24 horas al d¨ªa y ellos pueden entrar y salir cuando quieran, incluso acompa?ados en muchos colegios", explica Muzquiz.
En el de los segregados de la pol¨¦mica tambi¨¦n hay libertad de acceso, de horarios y de acompa?amiento. Los chicos est¨¢n acostumbrados a hacer uso de estas libertades, pero se niegan a normalizar la convivencia. Uno de los aspectos en el que m¨¢s insisten es en la comodidad de andar por los pasillos y zonas comunes como perico por su casa, lo que creen que se limitar¨ªa con la presencia del otro sexo. "Precisamente, una de las cosas que aprender¨ªan en un centro mixto es a verse sin necesidad de preparase para ello. Cuando los chicos vienen a este centro femenino a tomar caf¨¦ ves a chicas que se peinan", dice Anne Marie a t¨ªtulo de ejemplo. Ella considera que estas relaciones deber¨ªan ser m¨¢s naturales. "Tienen que aprender a debatir juntos, a convivir, a ceder".
Por ese camino van las reflexiones del director del Instituto de la Juventud, Gabriel Alconchel, que atribuye este rechazo por la convivencia mixta a un "posmachismo". "Es triste, pero parece una muestra m¨¢s, consciente o inconsciente, de machismo. Es curioso, porque han vivido en democracia y reivindican comportamientos del pasado sin plante¨¢rselos, m¨¢s bien como rechazo a los cambios que se est¨¢n produciendo en la sociedad". Alconchel no cree que estas ideas est¨¦n generalizadas, pero tambi¨¦n afirma que "ser universitario o joven no es garant¨ªa de pensamiento igualitario".
Pero son muchos los propios j¨®venes a los que les sorprende la protesta de estos universitarios de la Complutense. En el colegio mayor p¨²blico Giner de los R¨ªos, de la Universidad Carlos III (Madrid), vive Rafael Vidal, de 20 a?os. "Me ha sorprendido que esta generaci¨®n se haya vuelto m¨¢s conservadora que la de sus padres. Es una cosa que casi representa una vuelta al pasado". Este colegio es, desde sus or¨ªgenes, mixto, como todos los p¨²blicos de nueva construcci¨®n. Su compa?ero de habitaci¨®n, Efr¨¦n Hern¨¢ndez, pregunta: "?Cu¨¢ntas tradiciones hay que no son positivas?". Sus padres quer¨ªan alojarlo en un centro cat¨®lico segregado, pero ¨¦l prefiri¨® un sistema m¨¢s abierto.
Ante el revuelo que ha causado su reacci¨®n, muchos de los rebeldes de los colegios mayores insisten en eso, en que su protesta tiene poco que ver con un rechazo conceptual. Hay quien opina que han debido de concurrir otras circunstancias para que los universitarios reaccionaran con tanta virulencia. "La segregaci¨®n por s¨ª sola no se entiende como causa del problema; en el siglo XXI, luchar por eso es una aberraci¨®n, una reticencia medieval", dice Muzquiz. Los colegios mayores de la Complutense no son precisamente reconocidos por su buena conservaci¨®n. Los residentes protestan por el deterioro de las instalaciones y el recorte de los servicios. "Es cierto que muchos colegios mayores en toda Espa?a se han quedado obsoletos. Sus equipamientos son impropios del siglo en el que vivimos. Nos hace falta un plan Renove", reconoce Muzquiz.
A desideologizar el tema no han contribuido aportaciones como la de Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, que declar¨® que ve¨ªa l¨®gico que los colegios mayores "de chicos sigan siendo para chicos y los de chicas, para chicas" porque as¨ª "han funcionado bien".
La mayor¨ªa de los j¨®venes prefiere distanciarse de un discurso tan desnudo de matices. Es lo que avisa Anne Marie Reboul: "Tienen problemas para argumentar una posici¨®n que en otro contexto les parecer¨ªa indefendible".
Adem¨¢s de en las reivindicaciones sobre la falta de democracia con la que se ha tomado la decisi¨®n, los rebeldes de los colegios prefieren insistir en el apartado funcional de la convivencia unisex. Dicen que la tendencia a vivir entre los de su sexo explica tambi¨¦n por qu¨¦ deciden compartir piso s¨®lo con chicos o chicas, una costumbre que est¨¢ lejos de desaparecer. Basta con darse una vuelta por un campus y recoger anuncios de apartamentos. "Nosotras queremos convivir entre mujeres", explica Ana Ruiz cuando se le pregunta por tel¨¦fono por qu¨¦ descarta a compa?eros de casa masculinos. Los expertos coinciden en que el caso es muy distinto. En el caso de una entidad educativa como los colegios mayores se juega con algo m¨¢s que con una cotidianidad c¨®moda: forma parte de un aprendizaje social. "Est¨¢ claro que hay gente que puede estar m¨¢s c¨®moda con los de su sexo", explica Efr¨¢n. "Pero yo creo que esa ventaja queda minimizada frente a lo que reporta la experiencia de convivir con cuanta m¨¢s gente diferente sea posible".
Y luego est¨¢ lo que imponen las circunstancias. La nueva realidad universitaria, donde las mujeres son mayor¨ªa, ha obligado a redistribuir las plazas en las residencias, que antes eran de mayor¨ªa masculina. La conclusi¨®n, m¨¢s all¨¢ de debates sobre el modelo, es que los pocos centros p¨²blicos que a¨²n eran segregados han tenido que adaptarse y los de nueva creaci¨®n son todos mixtos.
Lo que s¨ª parece claro es que la apertura de las residencias ha tenido efectos positivos para el propio sistema. La libertad de costumbres y horarios de los ¨²ltimos a?os les ha reportado un momento dulce a los colegios mayores: "Hace unos 15 a?os pasaron por cierto desprestigio. Hab¨ªa m¨¢s bajas, la gente acababa y¨¦ndose a un piso compartido cuando llevaban un par de a?os. Ahora no ocurre eso. Hay muchas actividades culturales, y se encuentran todo hecho, la comida, la ropa", cuenta Muzquiz.
Y dentro de esta nueva ¨¦poca dorada de los colegios y las residencias, la mayor¨ªa de demandas es para centros mixtos. "Anima m¨¢s, es un sentido de vida m¨¢s libre", argumenta Muzquiz. El caso de los colegios privados queda fuera del debate: todos los implicados coinciden en que los centros que no se financian con dinero p¨²blico tienen derecho a imponer su ideario. Pero hay mucho escepticismo sobre la eficacia de las restricciones. "Ahora no hay ventanas abiertas porque suelen tener rejas por cuestiones de seguridad. Pero, si hay que colarse, acabar¨¢n busc¨¢ndose trucos para entrar. Prohibir eso es poner puertas al campo", dice Muzquiz.
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