Democracia y partitocracia
?Qu¨¦ espect¨¢culo democr¨¢tico impensable en Europa, quiz¨¢s con la excepci¨®n de Reino Unido, el que ofreci¨® al mundo la democracia americana con motivo del debate parlamentario y posterior votaci¨®n en el Congreso de la ley de reforma del sistema sanitario estadounidense, el proyecto estrella de pol¨ªtica interior del presidente Barack Obama! Democracia parlamentaria en acci¨®n al otro lado del Atl¨¢ntico frente a la partitocracia imperante en esta orilla. Cuerpos legislativos vibrantes en el Capitolio de Washington frente a clubes de robots en las capitales europeas, cuyos miembros no act¨²an de acuerdo con los intereses de sus votantes, sino que responden a las r¨ªgidas instrucciones de sus respectivos partidos, que acatan sin rechistar no sea que, si se mueven, no salgan en la pr¨®xima lista electoral.
?Se imagina alguien a un l¨ªder europeo buscando como Obama los votos de sus diputados uno a uno?
Desde que la C¨¢mara de Representantes aprobara el primer borrador del proyecto, el presidente de Estados Unidos ha trabajado ma?ana, tarde y noche para conseguir el apoyo de congresistas y senadores a su reforma. Ha tratado de que una ley considerada hist¨®rica contara con el apoyo de republicanos y dem¨®cratas. El rechazo frontal republicano a sus planes, respaldado por unas encuestas seg¨²n las cuales el 53% de la poblaci¨®n se opon¨ªa a la aprobaci¨®n de la legislaci¨®n, hizo que Obama cambiara de t¨¢ctica y dedicara esfuerzos y persuasi¨®n, de los que anda sobrado, a convencer no ya a los republicanos, sino a los legisladores dem¨®cratas de su propio partido. No ha escatimado esfuerzos para conseguir que los suyos -repito: los suyos- le apoyen, desde la promesa de prebendas para sus distritos electorales en el caso de los congresistas o para sus Estados en el de los senadores, hasta la presi¨®n dirigida a los obstinados.
?Se imagina alguien al presidente Zapatero, o a cualquier primer ministro europeo, buscando uno a uno el voto de sus diputados para la aprobaci¨®n de un determinado proyecto de ley? Es la diferencia entre democracia y partitocracia, entre el gobierno del pueblo y el de los partidos. Ya sabemos que Estados Unidos es un r¨¦gimen presidencialista y no parlamentario. Pero eso no obsta para que algunos consideremos el sistema americano m¨¢s aut¨¦ntico y representativo, m¨¢s cercano a los ciudadanos, que son, al fin y al cabo, los que, a trav¨¦s de primarias, eligen a los representantes de sus partidos en las asambleas estatales y en el Congreso de Washington. Y lo admirable en el caso que nos ocupa es que Obama, al final, ha conseguido aprobar una reforma en la que fracasaron la mayor¨ªa de sus antecesores republicanos y dem¨®cratas desde Theodore Roosevelt hace ahora 100 a?os hasta Bill Clinton en 1993, pero con s¨®lo siete votos de diferencia (219-212). Sus ¨ªmprobos esfuerzos no han podido evitar que 34 congresistas dem¨®cratas, representantes de distritos electorales conservadores, se unieran a los republicanos en el rechazo a una ley que sus electores consideran una intromisi¨®n intolerable del Gobierno federal en sus vidas privadas.
Los padres fundadores hicieron todo lo posible para insertar dos principios fundamentales en la construcci¨®n de la arquitectura constitucional americana. Un sistema bipartidista que, a trav¨¦s de la protecci¨®n de las minor¨ªas, impidiera el monopolio del poder por parte de un solo partido. Nada que se pareciera al sistema parlamentario brit¨¢nico. Y un sistema de controles y equilibrios, los famosos checks and balances, de los que John Adams, sucesor de George Washington en la presidencia, contaba hasta 18, para evitar que uno de los tres poderes dominara a los otros dos. Y en esa tradici¨®n siguen inmersos despu¨¦s de m¨¢s de 200 a?os de vigencia de la Constituci¨®n de 1787. Pero la ley de reforma sanitaria demuestra que la discusi¨®n constitucional sigue vigente dos siglos despu¨¦s de promulgada la Carta Magna. Parece como si las interminables pol¨¦micas entre Thomas Jefferson, defensor de los derechos de los Estados, y Alexander Hamilton, favorable a un Gobierno federal fuerte, hayan vuelto a plantearse en el siglo XXI.
Hasta ayer, 14 fiscales generales de 14 Estados desde Florida hasta Arizona hab¨ªan anunciado la interposici¨®n de querellas contra el Gobierno federal por intromisi¨®n en la libertad de los Estados y en la de los individuos al imponer, entre otras cosas, la obligatoriedad de contar con un seguro m¨¦dico. Invocan la X Enmienda de la Constituci¨®n, que delega en los Estados todas las cuestiones no incluidas espec¨ªficamente en la Carta Magna. Los expertos constitucionalistas creen que estas medidas constituyen un brindis al sol y no conseguir¨¢n su prop¨®sito. Desde que Obama convirti¨® con su firma el proyecto en ley, the law of the land, la legislaci¨®n federal tiene preeminencia sobre la de los Estados. Pero pueden conseguir mantener la tensi¨®n hasta las legislativas del pr¨®ximo noviembre y causar m¨¢s de un disgusto a las aspiraciones dem¨®cratas para las dos C¨¢maras de Washington.
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