La felicidad se parece a esto
Marlango renace en el Circo Price como una banda directa y soleada
Ah, qu¨¦ vivificante es esto del amor. Sobre todo en su formulaci¨®n rec¨ªproca, claro. F¨ªjense en Leonor Watling y Jorge Drexler. Ni cuatro a?os hace que andaban los dos escondi¨¦ndose, capciosos, del ojo p¨²blico; frunciendo el ce?o y compartiendo "or¨¢culos sint¨¦ticos", en definici¨®n memorable que inclu¨ªa la canci¨®n Transoce¨¢nica. Esto es: adormideras farmacol¨®gicas para combatir angustias, distancias, sue?os en rebeld¨ªa y dem¨¢s manifestaciones del desasosiego. Hoy, en cambio, ah¨ª los tienen. Jorge mand¨® al cuerno los envoltorios tibios de la electr¨®nica, y a su c¨®mplice se la intuye tan feliz que a Marlango les acaba de salir un disco radiante de optimismo. ?El colmo!
Hacen bien, qu¨¦ demonios. S¨ª, ya sabemos que Watling, el pianista Alejandro Pelayo y el trompetista ?scar Ybarra se labraron un prestigio como m¨²sicos noct¨¢mbulos, taciturnos y amantes de espacios turbulentos, contaminados por el humo y las disonancias de alg¨²n pianista que sue?a con reencarnarse en Tom Waits. Pues bien, su cuarto disco, que anoche presentaron en un Teatro Circo Price casi lleno, es luminoso, entra?able y evocador hasta en el t¨ªtulo, Life in the treehouse. Porque eso de Vida en la casita del ¨¢rbol suena a pel¨ªcula familiar en S¨²per-8 sobre alg¨²n perezoso veraneo costero, all¨¢ por los a?os setenta.
Hay estribillos de los que se pueden vocear bajando las ventanillas del coche
Leonor cautiva todas las miradas desde el centro de la escena con un vestido de tirantes rojo y de generoso vuelo. Y por si su presencia no fuera lo bastante magn¨¦tica, ya desde el segundo tema (White noise) se marca unos incipientes pasos de baile, o encandila cuando le entra la risa floja cantando Peque?o vals. Seducci¨®n y Watling son nombres pr¨¢cticamente equivalentes.
En contraste, sus cinco acompa?antes masculinos comparecen uniformados con discretas camisas grises. Claro que Alejandro Pelayo, m¨¢s estiloso, ejerce la coqueter¨ªa con chaleco y sombrerito borsalino. Es probable que el tambi¨¦n productor de la banda se guste bastante, pero, a tenor del nivel de sus composiciones, cuenta con s¨®lidos motivos para hacerlo.
Estos revitalizados Marlango de ahora cuelgan hileras de luces en lo alto del escenario, como en una verbena de pueblo, y hasta se permiten temas de ins¨®lito desparpajo. I don't really want to know o The answer encierran estribillos de los que se pueden vocear bajando las ventanillas del coche. Y resulta encantador comprobar c¨®mo Leonor y Jorge se azoran e intercambian miradas t¨®rtolas cuando comparten micr¨®fono en Play boy play, tema redondo y meritorio donde los haya.
Antes de eso, Watling ha jugado a ser la Natalie Merchant de 10.000 Maniacs en Thank someone tonight y -mucho m¨¢s sorprendente a¨²n- opta al t¨ªtulo de Stevie Nicks morena con Too many ways, que parece una lectura actualizada de aquel Gold dust woman que firmaran Fleetwood Mac. La velada es grata hasta por el flanco del telonero, Aaron Thomas, un australiano que vivi¨® en Ucrania, graba en Islandia, reside en Madrid y parece un cruce (?magn¨ªfico!) entre Tim Buckley, Ryan Adams y Andrew Bird.
La felicidad, s¨ª, debe parecerse a todo esto. Felicidad enamorada en canciones que, como The long fall, han de corearse hasta el l¨ªmite mismo que nos autorice el otorrino.
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