Pederastia en sociedades perfectas
La mancha de aceite se extiende desde EE UU a Alemania pasando por la cat¨®lica Irlanda. Incluso ha llegado a tiznar la blanca sotana papal. Hay quienes consideran la pederastia un fruto maduro de la permisividad derivada del mayo franc¨¦s. La b¨²squeda del mar bajo los adoquines, opinan, en colaboraci¨®n con el concilio Vaticano II, introdujo en la Iglesia cat¨®lica un virus que ha acabado en una suerte de desorden sexual. Es curioso que ese mayo del 68 anatemizado fuera capaz, al tiempo, de encerrar al entonces profesor Joseph Ratzinger en la sacrist¨ªa y hacer abrirse al mundo al te¨®logo Hans K¨¹ng, en los mismos a?os y en la misma Universidad de Tubinga. Y es, precisamente, el que se recluy¨® intramuros, el actual Papa, quien ha visto c¨®mo en los ¨²ltimos d¨ªas se estrechaba el cerco de la pederastia sobre sus a?os de obispo alem¨¢n.
La Iglesia jer¨¢rquica ha protegido bajo su manto paternal a los pederastas y ha dejado a las v¨ªctimas a la intemperie
La jerarqu¨ªa de la Iglesia cat¨®lica sigue encerrada y vive m¨¢s preocupada por ordenar su administraci¨®n interna y tapar verg¨¹enzas y delitos que en compartir el drama de las v¨ªctimas de los abusos. Si hace unos a?os hab¨ªa que seguir los enfoques corporativos de la Crimen Sollicitacionis, que sali¨® de la pluma del cardenal Ottaviani en 1962, o De delictis gravioribus (2001), escrita por el infalible d¨²o Ratzinger-Bertoni, esta misma semana, el cardenal arzobispo de Barcelona, Llu¨ªs Mart¨ªnez Sistach, respond¨ªa a prop¨®sito de este asunto a Manel Fuentes en Catalunya R¨¤dio: "[La Iglesia ante la pederastia] Es como un padre cuyo hijo comete un delito grav¨ªsimo y est¨¢ dividido entre la justicia y la paternidad". El periodista le hizo notar que la paternidad alcanzaba en este caso no s¨®lo al pederasta, sino a su v¨ªctima. Y Mart¨ªnez Sistach, pillado a contrapi¨¦, desempolv¨® datos alemanes.
No dio ni una cifra de la situaci¨®n m¨¢s cercana. Porque hay jurisprudencia de abusos en Poliny¨¤, Barcelona, Igualada y Sant Pere de Ribes. Es cierto que, comparada con la pederastia global, la eclesial es menor, aunque rancia y a?eja al haber sido encubierta por el manto del poder. Y, sobre todo, mucho m¨¢s c¨ªnica por contradictoria entre hechos y palabras.
Durante muchos a?os, el silencio o el cambio de parroquia ha sido el m¨¦todo m¨¢s socorrido por parte de la jerarqu¨ªa eclesial para sortear un delito tipificado por el C¨®digo Penal. Uno de los episodios m¨¢s sangrantes fue el del cura p¨¢rroco de Poliny¨¤ que -seg¨²n sus abogados- march¨® "a misiones" con autorizaci¨®n del arzobispado de Barcelona y acab¨® en Uruguay eludiendo la acci¨®n de la justicia. Su delito fue abusar de un menor que se alarm¨® y lo denunci¨® a sus padres al ver que el sexo al que lo forzaba el se?or rector era muy parecido a las pr¨¢cticas de riesgo que mostraba un documental que hab¨ªa visto sobre el sida.
Como tantos ciudadanos que conocen historias, s¨¦ de un ni?o de 11 a?os que, durante las vacaciones de Navidad, explic¨® angustiado a su hermana que en el internado un religioso se acercaba por las noches a la cama de algunos compa?eros y abusaba de ellos. La madre, notablemente inquieta, acudi¨® a hablar con el superior del centro. No se atrevi¨® a denunciar el hecho a unas autoridades que eran tales "por la gracia de Dios", como certificaban en cada moneda: eran finales de la d¨¦cada de 1960. Despu¨¦s de muchos tira y afloja, el abusador fue retirado del contacto directo con los ni?os y promovido a secretario del superior. As¨ª es como la Iglesia jer¨¢rquica ha protegido bajo su manto paternal a los pederastas, se ha convertido en encubridora y ha dejado a la intemperie a las v¨ªctimas.
No se trata de satanizar toda la instituci¨®n. Me honro en tener entre mis amigos a varios sacerdotes y religiosos. Algunos ven en el celibato opcional -"no es necesario que sea obligatorio casarse", bromea uno de ellos- una soluci¨®n para combatir esa sexualidad torcida que florece entre aquellos que son incapaces de sublimarla.
La jerarqu¨ªa de la Iglesia cat¨®lica debe decidir si combate en¨¦rgicamente la pederastia con tanta "claridad prof¨¦tica" como la que emplea contra el aborto y el divorcio. Si se pone del lado de la ley democr¨¢tica y del d¨¦bil o si contin¨²a como hasta ahora, encubridora y encerrada en el silencio de las sociedades perfectas.
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