Cazando elefantes en San Cibrao
Una vecina de Cervo descubre en un r¨ªo utensilios de hace 300.000 a?os
Cecilia paseaba hace unos d¨ªas al borde del r¨ªo Covo cuando descubri¨® entre los coios redondos una piedra grande y afilada que se parec¨ªa a los ¨²tiles primitivos de s¨ªlex que hab¨ªa visto en alguna ocasi¨®n. La mujer, vecina de una urbanizaci¨®n que se llama como el r¨ªo, en San Cibrao (Cervo), no lo dud¨® demasiado. Avis¨® enseguida a un miembro de Mari?aPatrimonio, una agrupaci¨®n cultural que naci¨® para defender el castro da Atalaia, precisamente en la desembocadura del Covo, de una tropel¨ªa urban¨ªstica con licencia municipal. El colectivo localiz¨® entonces entre los pelouros otras siete piezas de similares caracter¨ªsticas e inform¨® a la Xunta, que el lunes pasado mand¨® al lugar a un arque¨®logo. Era cierto. Aquellas piedras hab¨ªan sido talladas por una mano humana, o m¨¢s bien hom¨ªnida, y no eran ocho, sino 12. Una docena de utensilios pesados, poco manejables pero tan pr¨¢cticos para sus due?os como una navaja suiza con motosierra, que podr¨ªan tener una antig¨¹edad de entre 300.000 y 100.000 a?os.
Las dudas, a partir de ahora, se ir¨¢n despejando en el museo de Prehistoria e Arqueolox¨ªa de Vilalba, donde el jueves quedaron depositados estos aperos primitivos para su custodia e investigaci¨®n. "Tenemos 12 piedras y un mont¨®n de inc¨®gnitas", reconoce el director del museo, Eduardo Ramil. Los utensilios, raederas, hendedores y bifaces, se encontraron en una de las llamadas terrazas fluviales de Cervo, terrenos llanos abundantes en cantos rodados y tierra muy f¨¦rtil gracias a los sedimentos de los r¨ªos que a lo largo de miles de a?os han modificado sus cauces por el valle dejando al aire campos de cultivo.
"Los vecinos, para poder trabajarlas, fueron apartando a un lado los cantos", explica Manuel Miranda, integrante de Mari?aPatrimonio. En uno de esos montones aparecieron los ¨²tiles paleol¨ªticos. Pero ahora, seg¨²n Ramil, habr¨¢ que intentar saber si siempre estuvieron ah¨ª (porque en ese lugar tan lleno de piedras encontraban la materia prima para sus armas y all¨ª mismo la tallaban) o si llegaron arrastrados por la corriente, en un per¨ªodo de la historia en el que se produjeron cambios radicales en el paisaje.
Lo que parece que est¨¢ claro es que el ser que tall¨® esas piedras era el Homo heidelbergensis, probable sucesor del Homo antecessor y tataratatarabuelo del neandertal. Un hom¨ªnido de cara todav¨ªa muy simiesca, pero alto (1,75-1,80 metros de estatura) y robusto (unos 100 kilos, los machos adultos). Con un cerebro de capacidad semejante al del hombre actual, dientes peque?os, nariz chata con grandes orificios y nada de ment¨®n. E inteligencia y pericia suficiente para encender una fogata, para comunicarse con la voz, para sentir v¨ªnculos familiares, apiadarse del pr¨®jimo e inventar formas de hacer m¨²sica recurriendo a instrumentos como las estalactitas. No viv¨ªan m¨¢s all¨¢ de 40 a?os, y a esta edad llegaban, ya desdentados, gracias a la solidaridad de los j¨®venes, que luego les daban, a su manera, sepultura.
En Atapuerca aparecieron m¨¢s huesos de heidelbergensis que en ning¨²n otro lugar del mundo. Sin embargo, el primero de los restos de este hom¨ªnido, una mand¨ªbula inferior, lo descubri¨® un trabajador de una mina de Mauer, en Heidelberg (Alemania), en 1908.
Ramil explica que se dedicaban "a recolectar, a cazar y a alimentarse de la carro?a". Se mov¨ªan huyendo del fr¨ªo, y buscando manadas de animales, agua y piedras con las que fabricar sus utensilios, aunque tambi¨¦n llegaron a tallar madera y hueso. Si ten¨ªan lo que necesitaban, no cambiaban el lugar en el que estaban asentados, y muchas veces recurr¨ªan a la "caza de despiste". Ve¨ªan un animal grande y enfermo y lo segu¨ªan hasta que mor¨ªa. Entonces lo abr¨ªan y despedazaban con sus bifaces, unas piedras grandes, afiladas por las dos caras, de forma sim¨¦trica, que ten¨ªan que agarrar con las dos manos. "El peso de la piedra ayudaba a cortar tanto como la punta", y la herramienta multiusos val¨ªa lo mismo para cortar la carne que para partir un tronco de carballo, que ya los hab¨ªa entonces en Galicia. Sin embargo, entre los ¨¢rboles, adem¨¢s de osos y ciervos grandes se mov¨ªan los rinocerontes y los elefantes. Con sus piedras talladas aquellos hombres primitivos "sacaban los huesos" gigantes y "se com¨ªan la m¨¦dula", el mejor de los manjares.
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