Electrizante Muti
Un vendaval. A Riccardo Muti se le ve feliz. Es algo que se nota en su manera fresca y preciosista de dirigir. Lejano ya el trauma de su salida de La Scala de Mil¨¢n, despu¨¦s de 19 a?os al frente de la nave l¨ªrica (siempre quedan huellas en la memoria colectiva. Una periodista se dirigi¨® a Zubin Mehta hace unos d¨ªas, en la rueda de prensa de la actualmente en cartel Tannh?user, llam¨¢ndole Maestro Muti), con las miras puestas en la doble direcci¨®n de la imponente Sinf¨®nica de Chicago y el teatro de la ?pera de Roma, ha elegido un gratificante programa beethoveniano para su actual gira con uno de sus viejos amores orquestales: la Philharmonia, de la que fue director principal de 1972 a 1982. Actuaron el viernes en Valencia, el s¨¢bado en Madrid y ayer en Palermo. Ma?ana comparecen en el Royal Festival Hall de Londres en un concierto de gala para celebrar los 65 a?os de la orquesta londinense. Su paso por Madrid ha sido arrollador.
PHILHARMONIA ORCHESTRA
Director: Riccardo Muti. Viol¨ªn: Joshua Bell. Beethoven: Concierto para viol¨ªn y orquesta, Sinfon¨ªa n¨²mero 3. Ciclo de Juventudes Musicales. Auditorio Nacional, Madrid, 27 de marzo
Tiene la Philharmonia merecida fama de orquesta aristocr¨¢tica, en primer lugar por el refinado sonido de sus secciones de cuerda, pero tambi¨¦n por el equilibrio y serenidad de las de viento. Para Muti es ideal contar con un instrumento colectivo as¨ª en Europa, un equivalente en cierto modo a lo que supuso su fruct¨ªfera colaboraci¨®n con la Orquesta de Filadelfia en EE UU. Le permite la afinidad con la Philharmonia recrearse en la belleza natural de un sonido redondo y c¨¢lido. En paralelo, el director napolitano cultiva los contrastes sin forzarlos, envolviendo desde la fascinaci¨®n hedonista antes que desde el concepto anal¨ªtico. Muti se encuentra a gusto en estas obras de salida del esp¨ªritu del clasicismo, en estos escaparates emergentes del primer romanticismo. En sinfon¨ªas como la Tercera, conocida como Heroica, Muti ve a Beethoven desde Mozart, como una consecuencia tard¨ªa de un siglo de luces y sombras que da los ¨²ltimos coletazos. La ejecuci¨®n es brillante de principio a fin. Incluso, en alg¨²n pasaje, en las fronteras del manierismo. Es una consecuencia inevitable del anhelo de perfeccionismo.
Joshua Bell se luci¨® desde el viol¨ªn. Desarroll¨® unas cadenzas muy personales para el concierto de Beethoven, adem¨¢s de mostrarse seguro y virtuoso. La compenetraci¨®n con orquesta y director no dejaba lugar a dudas. El concierto transmiti¨® esa sensaci¨®n de fluidez tan deseable en este tipo de obras. El p¨²blico vibr¨®. Y aclam¨® a Muti y a la orquesta.
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