Para entender a los alemanes
En la crisis griega y del euro, por vez primera Angela Merkel se ampar¨® en su Tribunal Constitucional (con sede en Karlsruhe) para no apoyar una soluci¨®n comunitaria. Si se quiere, dijo, un Fondo Monetario Europeo (FME), como su ministro de Hacienda Wolfgang Sch?uble, antes debe reformarse el Tratado de Lisboa. ?Llevaba raz¨®n?
Karlsruhe ha dictado tres sentencias europeas muy nacionalistas en las que se alza a sumo int¨¦rprete del derecho europeo en su pa¨ªs, frente al Tribunal de Luxemburgo. En las tres acota la din¨¢mica expansiva del derecho com¨²n, busca un papel "esencial" al declinante Estado-naci¨®n y enfatiza el control del Parlamento dom¨¦stico sobre las normas y actuaciones de la Uni¨®n.
Merkel ha cubierto su objetivo pol¨ªtico en la crisis del euro con una falsa coartada jur¨ªdica
En la sentencia sobre el Tratado de Maastricht (12-10-1993) los magistrados chapucean, al tratar a la UE ya de "uni¨®n de Estados soberanos", ya de "asociaci¨®n de Estados", "comunidad interestatal", "comunidad de Estados", "confederaci¨®n" o "federaci¨®n". Tanta imprecisi¨®n para una conclusi¨®n, que la UE no es "un ¨²nico Estado".
De ah¨ª se deriva la preocupaci¨®n porque la soberan¨ªa estatal "no se vac¨ªe de contenido" al transferirlo para arriba. De forma que el Tratado no reconoce a Bruselas "una competencia en materia de competencias": la facultad de decidir en qu¨¦ ¨¢mbitos intervendr¨¢ y c¨®mo. Y que el principio b¨¢sico de "subsidiariedad" se destina a "garantizar la identidad nacional de los Estados miembros y a mantener sus competencias", una lectura sesgada pues protege s¨®lo hacia abajo y no, tambi¨¦n, hacia arriba.
Karslruhe aprob¨® Maastricht, pero le puso acritud, una enorme cantidad de peros potenciales: pero no lo validar¨ªa si desvirtuase la posibilidad de una "democracia viva" en Alemania; pero su desarrollo es funci¨®n de los Estados y no de la Uni¨®n; pero la uni¨®n econ¨®mica, aunque deseable para completar la monetaria, deber¨ªa pasar de nuevo por las capitales; pero incluso los pasos previstos al mil¨ªmetro para llegar al euro no son autom¨¢ticos; pero Alemania siempre puede salirse de la Uni¨®n...
Lo que qued¨® de esa sentencia fue una amenaza restrictiva. Que aument¨® con la dictada el 31 de marzo de 1998 para enjuiciar el acceso de Alemania a la tercera fase del euro. Su texto apenas le a?ade el refuerzo del papel de las dos c¨¢maras nacionales ante las decisiones europeas: deben "ser tenidas en cuenta" por el Gobierno federal.
La tercera sentencia, sobre el Tratado de Lisboa (30 de junio de 2009), retorna a la defensa del "inviolable n¨²cleo esencial de la identidad" alemana, cuantificable seg¨²n si conserva o no "un espacio suficiente" para determinar las condiciones de vida de sus ciudadanos. Y mensurable (p¨¢rrafo 249) a trav¨¦s de si, entre otras, se conserva la competencia sobre un ¨¢mbito suficiente de "los ingresos y los gastos, incluyendo el endeudamiento".
Todo eso pespuntea una Alemania ensimismada, fatigada de Europa. Pero hay m¨¢s, y m¨¢s decisivo para el caso de la crisis de Grecia y del euro. Al hablar de presupuestos, la sentencia (p¨¢rrafo 256) rechaza una eventual decisi¨®n en la que se comunitarice "en lo fundamental la determinaci¨®n de la clase e importe de los impuestos que afectan a los ciudadanos" y deje a Berl¨ªn sin "espacios de discrecionalidad pol¨ªtica suficientes con respecto a ingresos y gastos" (275). De manera que, sensu contrario, valida una decisi¨®n presupuestaria que no afecte a esos temas. Por ejemplo, la decisi¨®n de crear un FME con el presupuesto com¨²n. O la de otorgar un pr¨¦stamo comunitario por 30.000 millones de euros, pues la cuota alemana del mismo ser¨ªan unos 6.000 millones, que a todas luces no afectan "en lo fundamental" al bolsillo alem¨¢n.
El de Merkel era un obst¨¢culo pol¨ªtico disfrazado con falsa coartada jur¨ªdica.
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