Las ¨¢guilas vuelan alto
Escipi¨®n, Pompeya, los gladiadores, las legiones, el sexo... Los libros sobre Roma proliferan. Este es un recorrido por algunos de los mejores t¨ªtulos recientes y opiniones de varios de sus autores sobre el auge literario y la fascinaci¨®n que ejercen los romanos.
Nada mejor para simbolizar el auge de los libros de romanos, que nos ofrecen legiones, c¨¦sares, b¨¢rbaros, gladiadores (?c¨®mo no!) y hasta una novela sobre la que seg¨²n su autor acaso sea la primera mujer maltratada documentada en la historia -la esposa de Adriano, Sabina (La emperatriz amarga, de Manuel Francisco Reina, Roca editorial, 2010)-, que empezar por un triunfo, la celebraci¨®n por excelencia de la victoria en Roma. O mejor, dos triunfos.
Uno es, claro, el merecid¨ªsimo de Escipi¨®n el Africano en La traici¨®n de Roma (2010), el t¨ªtulo que cierra la exitosa y monumental trilog¨ªa de Santiago Posteguillo sobre el personaje. En un pasaje de la novela, una novela como las dos anteriores llena de episodios sobrecogedores -las cargas de los catafractos sirios y los elefantes del ej¨¦rcito de Ant¨ªoco III en Panion y Magnesia, el paseo de Cat¨®n tras la batalla de Emporiae rematando guerreros iberos con su gladio, la maldici¨®n del rey n¨²mida S¨ªfax contra Escipi¨®n mientras lo precipitan desde la roca Tarpeya ("?Malditooooo...!")-, asistimos desde primera fila (privilegios del lector de narrativa hist¨®rica) al desfile triunfal del Africanus, vencedor de Zama, un verdadero espect¨¢culo: el general con la cara pintada de rojo en un carro militar, los valerosos legionarios, los cautivos, el bot¨ªn... el kit completo vamos. "?Las razones del ¨¦xito de mi trilog¨ªa? Roma somos nosotros mismos y por eso nunca deja de interesarnos", reflexiona Posteguillo. "En plan reivindicativo d¨¦jame decir que ya era hora de que relat¨¢semos la historia de Roma desde aqu¨ª: no fuimos precisamente una esquina del imperio. A la gente le ha gustado eso, una novela de romanos escrita por un espa?ol. Y escrita con atenci¨®n a los hechos acaecidos en Hispania; y con un lenguaje asequible, no simpl¨®n pero tampoco rebuscado. ?Licencias? Es una novela, pero cuando pinto a Cat¨®n cruel hay que recordar que se jactaba de haber destruido una ciudad ibera por cada d¨ªa que pas¨® en Hispania. Y cuando muestro el encuentro legendario entre Escipi¨®n y An¨ªbal en ?feso lo hago veros¨ªmil". Posteguillo avanza que trabaja en otra larga historia de romanos, en ¨¦poca imperial, sobre otro gran personaje.
"Los habitantes de Pompeya echaron la persiana y salieron por piernas", se?ala Mary Beard
"Ya era hora de que nosotros mismos escribi¨¦ramos sobre Roma", afirma Santiago Posteguillo
El segundo triunfo, en realidad un abanico de ellos, una documentad¨ªsima historia de esa singular celebraci¨®n de las victorias b¨¦licas tan importante durante mil a?os de vida romana, es el del libro de Mary Beard El triunfo romano (2009), en el que la simp¨¢tica catedr¨¢tica de Cl¨¢sicos en Cambridge analiza el fen¨®meno con la amenidad y profundidad que la caracterizan. El triunfo, del que se realizaron m¨¢s de trescientos y que se convirti¨® en el modelo de conmemoraci¨®n del ¨¦xito militar en Occidente, es, nos dice Beard, un elemento fascinante de la cultura romana y que est¨¢ lejos de haber sido entendido del todo. Por ejemplo, una imagen como la que Postiguillo describe en su novela y que a todos nos suena como la m¨¢s habitual en un triunfo, la del general victorioso en su carro con un esclavo detr¨¢s record¨¢ndole su condici¨®n mortal, est¨¢ acreditada s¨®lo en contad¨ªsimas ocasiones.
Beard explica en su libro cosas sensacionales: en la colosal celebraci¨®n de Pompeyo Magno se habr¨ªa exhibido un busto del propio vencedor realizado enteramente con perlas (Plinio el Viejo, ese cascarrabias, apunt¨® c¨¢usticamente que el desfile fue "una derrota de la austeridad y un triunfo del lujo"). Entre los soberanos y enemigos destacados obligados a desfilar en alg¨²n triunfo ante currum, delante del carro del general, figuran Yugurta y Teutobodo (en los de Mario), Ars¨ªnoe -hermana de Cleopatra-, Juba y Vercinget¨®rix (en los de C¨¦sar), Tusnelda, esposa de Arminio (en el de Germ¨¢nico), Simon Bar Giora (en el de Vespasiano y Tito) o Zenobia (en el de Aureliano): tanta nomina, que dir¨ªa Tito Livio. En cambio, Lucio Vero tuvo que recurrir a un grupo de actores para representar monarcas en su triunfo porque, pobrecillo, no hab¨ªa apresado ninguno de verdad. Cleopatra se escap¨® de la humillaci¨®n gracias a los ¨¢spides, as¨ª que Octavio hizo desfilar a una estatua de la reina egipcia.
Entre los casos m¨¢s curiosos que se?ala Beard est¨¢ el de Publio Ventidio Baso, que, originario de Piceno, desfil¨® de ni?o como prisionero en el triunfo de Pompeyo Estrab¨®n tras la guerra social y despu¨¦s lo hizo ?como vencedor! en el triunfo que se le dedic¨® al derrotar a los partos. Si desear demasiado un triunfo -como hace el Escipi¨®n Africano de Posteguillo- era sospechoso, tambi¨¦n estaba mal visto no quererlo. No obstante se consider¨® honorable que lo rechazara el c¨®nsul Marco Fabio Vibulano, por el pesar que sent¨ªa a causa de la muerte del otro c¨®nsul y de su propio hermano en la campa?a en que hab¨ªa obtenido la victoria.
Del triunfo a un aspecto menos sublime del mundo romano: las letrinas. Del asunto de los lavabos en tiempo de los c¨¦sares, largamente evitado por el mundo acad¨¦mico, se ocupa una obra tan asombrosa como Latrinae et foricae (2009), del arque¨®logo Barry Hobson. Pormenorizado estudio con una amplia investigaci¨®n sobre el terreno (!), el libro explica los diferentes modelos y usos, y explica cosas tan curiosas como que los romanos generalmente evacuaban, con perd¨®n, sin nuestra necesidad de privacidad, y mientras lo hac¨ªan pod¨ªan conversar y atender, ajenos al pudor, los asuntos mundanos. El mobiliario m¨¢s extendido al efecto eran los retretes p¨²blicos conocidos como foricae, largos bancos con m¨²ltiples agujeros, que se encuentran en pr¨¢cticamente todo el mundo romano. El libro, en ingl¨¦s, recuerda el ¨²nico caso de un emperador asesinado en una letrina, Heliog¨¢balo, por su -poco delicada, hemos de convenir- guardia pretoriana.
En Pompeya (2009), de la propia Mary Beard, encontramos tambi¨¦n informaci¨®n sobre este apremiante tema. En la ciudad sepultada por el Vesubio se han estudiado 195 ejemplos de excusados, y se han investigado los par¨¢sitos intestinales hallados en las letrinas (?qu¨¦ dura es a veces la arqueolog¨ªa!). Los retretes de las casas se encontraban habitualmente en la cocina y no dispon¨ªan de puerta. Para limpiarse, los romanos usaban una esponja con mango y es c¨¦lebre -Beard lo recuerda- la an¨¦cdota del prisionero germano que en tiempos de Ner¨®n, antes que ser esclavizado, prefiri¨® ahogarse meti¨¦ndose por la garganta dicho instrumento (que en su b¨¢rbara inocencia habr¨¢ confundido con vete t¨² a saber qu¨¦). Los legionarios en campa?a empleaban musgo.
Pompeya es un interesant¨ªsimo paseo por la ciudad (esta s¨ª realmente eterna). De lo min¨²sculo (las lironeras, donde los lirones eran criados como los h¨¢msteres hoy, aunque luego los pompeyanos se los com¨ªan salpicados con miel y semillas de amapola, como atestigua el recetario de Apicio) a la estructura urban¨ªstica (hab¨ªa calles peatonales) o el clientelismo pol¨ªtico y la corrupci¨®n, pasando por los sutiles mensajes er¨®ticos ("aqu¨ª foll¨¦ yo", en un grafito) y la omnipresencia iconogr¨¢fica del falo. Pompeya no es s¨®lo el libro m¨¢s apasionante e iluminador y entretenido que puede leerse sobre la ciudad (y su cat¨¢strofe, cuando el cielo se puso negro a mediod¨ªa y los cerebros de la gente agonizante se cocieron en sus cr¨¢neos por el efecto del flujo pirocl¨¢stico) sino que ofrece una revisi¨®n sobre la idea misma que tenemos de la urbe enterrada.
Para Beard, Pompeya no es la "ciudad congelada en el tiempo" del t¨®pico, sino "un lugar mucho m¨¢s intrigante y sugestivo". Una ciudad que aquel d¨ªa del a?o 79 no s¨®lo estaba lejos de vivir un momento habitual sino que se enfrentaba a una emergencia: una ciudad en fuga, convulsionada. O sea que cuando la visitas no est¨¢s paseando por una ciudad romana normal. En buena medida, advierte la historiadora, Pompeya es una ciudad despu¨¦s de que sus habitantes hicieran el equipaje, echaran la persiana de sus negocios y salieran por piernas (la mayor¨ªa se salvaron). Adem¨¢s, en realidad los edificios aparecieron en un estado ruinoso, como si hubieran sido bombardeados (y de hecho buena parte de la ciudad lo fue de verdad luego durante la II Guerra Mundial) y lo que vemos hoy es una reconstrucci¨®n. Beard investiga tambi¨¦n el tema de los burdeles pompeyanos, y el de los gladiadores ("¨ªdolos de las nenas"), y extrae interesant¨ªsimas e imprevistas conclusiones...
"Lo sorprendente con el mundo cl¨¢sico es que cada generaci¨®n siente que est¨¢ descubriendo la antig¨¹edad por primera vez", dice Beard en conversaci¨®n con este diario. "En los sesenta y setenta fueron extremadamente populares los libros de Michael Grant y Robert Graves, como en el XIX fue Los ¨²ltimos d¨ªas de Pompeya, de Bulwer Lytton. El mundo antiguo nunca ha perdido su poder de atraernos, pero cada vez la gente se siente concernida de una manera especial y encuentra cosas distintas y nuevas". Para Beard la novela hist¨®rica tiene una capacidad "formidable" de transmitir informaci¨®n. "Los propios romanos ya sab¨ªan que la frontera entre historia y ficci¨®n es muy borrosa. A menudo la ficci¨®n es excelente para devolver la vida al mundo romano y mostrar c¨®mo era. Los libros de Robert Harris sobre Cicer¨®n, por ejemplo, son muy buenos. Y el cine, bueno, Roma ha sido la coartada para alguna burda pornograf¨ªa, como Cal¨ªgula, y de hecho durante al menos doscientos a?os se ha usado la antig¨¹edad como excusa para mostrar carne desnuda, pero hay cosas estupendas, Yo, Claudio, Gladiator. Cuando son buenas, las pel¨ªculas son muy buenas".
Del ensayo regresemos a la novela. Tenemos una aut¨¦ntica legi¨®n de t¨ªtulos recientes, y valga lo de legi¨®n porque la inmensa mayor¨ªa se inscriben en un marco b¨¦lico. A m¨ª personalmente me ha hecho disfrutar mucho Traici¨®n (2009), de Anthony Riches, que trata sobre un joven oficial patricio cuya familia ha sido exterminada por C¨®modo y que encuentra refugio en una cohorte auxiliar en el muro de Adriano, en Britania. Personajes muy bien trazados, intrigas, el ambiente rudo y violento de las legiones perfectamente reflejado, combates que te dejan con la boca abierta, y muchos fuerza y honor, que dir¨ªa nuestro general (y gladiador) favorito, M¨¢ximo. Fuego en Oriente (2009), de Harry Sidebottom, la primera entrega de una nueva serie de romanos, una trilog¨ªa, que propone Edhasa (por cierto, est¨¢ a punto de aparecer la nueva novela de la serie de Scarrow sobre el centuri¨®n Cato ?y se titula El gladiador!), nos lleva al otro extremo del imperio y a otra ¨¦poca, menos habitual, el siglo III. "Un periodo del que se sabe tan poco que nadie podr¨¢ demostrar que estoy equivocado", bromea el autor, profesor de historia antigua en Oxford. La novela es ¨¢gil, emocionante y bien documentada y sobre todo cuenta con un car¨¢cter estupendo: Marco Clodio Ballista (sic), el protagonista, un h¨¦rulo, un germano, un b¨¢rbaro incorporado al ej¨¦rcito romano en el que ha alcanzado la m¨¢s alta dignidad, dux ripae, y al que env¨ªan como comandante a la guerra contra los persas sas¨¢nidas. Muchas cosas interesantes: el ruido de la spatha (la espada larga) al entrar en un cuerpo, "como el de cuchillos cortando repollo"; la imagen de los ej¨¦rcitos de Sapor resplandecientes y amenazantes bajo el sol, con su estandarte de guerra y su poderoso ariete...
Algo m¨¢s all¨¢, en el siglo IV transcurre la interesant¨ªsima La profec¨ªa de Jerusal¨¦n (Edhasa, 2010) de la historiadora Margarita Torres, que debuta en la novela con este thriller hist¨®rico centrado en el general Flavio Teodosio, un c¨¦lebre y aguerrido militar que fue el padre del emperador Teodosio, nacido en Hispania. Con Gobernador imperial (2010), de George Shipway, regresamos a un escenario (Britania) y un tiempo (el de Ner¨®n) m¨¢s habituales -sobre todo en los autores brit¨¢nicos-. El protagonista es el general Suetonio Paulino al que el emperador le encomienda consolidar la conquista de la d¨ªscola provincia y que deber¨¢ enfrentarse con la revuelta de la reina Boadicea. La escena en que el legado desembarca al frente de sus legionarios en la isla de Mona y se enfrenta al horror de los sacrificios humanos de los druidas es de las que no se olvidan. Unas palabras sobre Shipway: es el autor de Lanceros, aventuras en la India colonial, y fue ¨¦l mismo teniente coronel de la Caballer¨ªa Real India (se enrol¨® para poder jugar al polo). Sertorio (2009), del portugu¨¦s Joao Aguilar (autor de Viriato), es una novela bastante convencional, pero tiene el inter¨¦s de presentar literariamente a alguien tan extraordinario como Quinto Sertorio, el c¨¦lebre general romano convertido en proscrito por Sila y que agrup¨® a otros compatriotas y a las tribus hispanas para erigirse en una especie de proc¨®nsul rebelde y librar una exitosa guerra de guerrillas contra Roma (?qu¨¦ gran aventura!). Parte de la novela est¨¢ narrada por un amigo griego de Sertorio -un recurso habitual-, otra por uno de sus comandantes y la final por un muchacho lusitano gay, que es el que ha cuidado de la famosa corza blanca de Sertorio.
Una de las grandes novelas de romanos reciente es sin duda Los Idus de marzo (2009), de Valerio Manfredi, que narra en forma de tenso thriller ("?lo fue!", me dice Manfredi) las 48 horas previas al asesinato de Julio C¨¦sar. La trama se centra especialmente en la peripecia de varios mensajeros, entre ellos el centuri¨®n Publio Sextio, que tratan de llegar a tiempo a Roma con informaci¨®n de la conjura para advertir a C¨¦sar -"el ¨¢guila est¨¢ en peligro"-. Mientras, este se muestra extra?amente vulnerable, despide a su guardia, intima con sus futuros asesinos, hace o¨ªdos sordos a confidentes y ar¨²spices. Manfredi retrata a Marco Antonio como el gran enigma de los idus, recuerda lo que se dec¨ªa de Bruto ("no sabe lo que quiere pero lo quiere apasionadamente") y orquesta un suspense acongojante: uno incluso llega a creer que C¨¦sar puede salvarse... Entre lo mejor, el consejo de guerra de preparaci¨®n de la guerra contra los partos, la precisi¨®n en los itinerarios de los agentes y contraagentes por la campi?a it¨¢lica y la imagen del brazo ensangrentado del gran Julio que pende de la camilla. "Roma nos sugiere autocracia y violencia", reflexiona el autor en charla con este diario, "pero sobre todo ciudadan¨ªa y ley. Nada m¨¢s lejos de la verdad que las palabras de Ben-Hur a Mesala: 'Cuando caiga Roma surgir¨¢ un grito de alegr¨ªa en el mundo'; no fue as¨ª: Britania incluso pidi¨® el regreso de las legiones. La alternativa fue el caos, la oscuridad. El inter¨¦s por Roma no pasa, aunque los pol¨ªticos y los editores olvidan a menudo ese inter¨¦s de la gente, la fascinaci¨®n de lo que ¨¦ramos".
Del magnicidio en Roma a una serie de asesinatos en Tarraco: los que aparecen en El sicario de los idus (precisamente), de la jurista Cristina Teruel (Edhasa, 2009), una primera novela que se lee muy bien. Sin salir de la Tarraconensis, con extensiones a Ilerda y Ba¨¦tulo, El somni de Tarraco, en catal¨¢n, de X. R. Trigo (Edicions 62, 2009) recorre el pasado romano de la actual Catalu?a. A?adamos la estupenda Hay luz en casa de Publio Fama (RBA, 2009), de Juan Mi?ana, historia de periodista avant la lettre (uno de los subrostrani, vendedores de informaci¨®n) en una Barcino m¨¢s que cre¨ªble.
Si hablamos de biograf¨ªas, hay que destacar Marco Aurelio (2009), de Anthony Birley, un retrato impecable del emperador fil¨®sofo, el c¨¦sar casi perfecto que s¨®lo fall¨® (y C¨®mo -do-, perdonen el irresistible juego de palabras) en su sucesi¨®n y cuyo recuerdo para las nuevas generaciones es inseparable de Gladiator. Birley, al que le gustan Yo, Claudio y el Juliano de Gore Vidal, y ha le¨ªdo a Lindsey Davis y Fuego en Oriente -?Sidebottom ha sido pupilo suyo!-, tiene algunas interesantes observaciones que hacer sobre el inter¨¦s actual por los romanos. "Aunque es cierto que la fascinaci¨®n por las legiones atrae a mucha gente hacia la antig¨¹edad", dice en unas declaraciones a este diario, "me parece un poco triste que la violencia y la lucha jueguen una parte tan importante en la imagen popular de la antigua Roma".
Un poquito de sexo: Amor y sexualidad en la antigua Roma (2009), del clasicista Alfonso Cuatrecasas, nos explica cosas tan interesantes como que Claudio, aficionado a las prostitutas, lleg¨® a esperar toda una noche por una ramera armenia -eso no sal¨ªa en la serie de TV- y que el cruel Domiciano gustaba de depilar ¨¦l mismo a sus concubinas. Correrse en lat¨ªn es, hay que ver, destillatio o gaudere, y una erecci¨®n, rigidam habere. Volviendo a los gladiadores, un libro en franc¨¦s, La mort en face, le dossier gladiateurs (2009), de ?ric Teyssier, nos pone al d¨ªa sobre los luchadores del anfiteatro, con una documentaci¨®n ampl¨ªsima, y advierte que nuestra visi¨®n sobre el fen¨®meno de la gladiatura est¨¢ falseada; no se trataba ni mucho menos de un asunto simplemente cruel y sanguinario sino que estaba sometido a normas y c¨®digos muy precisos, y muy tecnificado. De la seriedad acad¨¦mica de este libro pasemos al humor del simpatiqu¨ªsimo, pero en absoluto falto de rigor hist¨®rico Legionary, the roman soldier's manual (2009), de Philip Matyszak. Este librito indispensable nos introduce en el mundo de las legiones ?como si los lectores fu¨¦ramos a enrolarnos en ellas! Con la excusa de cu¨¢l ser¨ªa la mejor opci¨®n, se pasa revista a todas las unidades. Tambi¨¦n se examinan las ventajas de servir en la caballer¨ªa, la flota, o los auxiliares; se explica c¨®mo elegir armas, la lucha, los enemigos (c¨®mo distinguir un dacio de un picto)...
Para los que leen alem¨¢n, una delikatessen oportuna en este a?o pos-aniversario de la batalla de Teutoburgo y la clades variana, el desastre de las tres legiones de Quintilio Varo el a?o 9: Das Limes-Lexicon (2009), un diccionario de t¨¦rminos relacionados con la frontera en Germania. Y si de la lucha con los b¨¢rbaros se trata, Furor barbari! (Vers¨¢til, 2009), de Francisco Gracia, ofrece interesant¨ªsima informaci¨®n de especialista sobre los aspectos militares de celtas y germanos. Finalicemos convenientemente con La ca¨ªda del imperio romano (2009), del imprescindible Adrian Goldsworthy, un ameno recorrido por el declive de Roma desde el siglo III, ideal para estos tiempos de crisis.
Pero que ello, la ca¨ªda, no nos haga olvidar a T¨ªbulo: Roma aeterna. Ya se sabe, Gloria non moritur. Y menos con tantos buenos libros.
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