Intimidad forzosa
Cuenta Boris Pasternak que a medida que se degradaba la Revoluci¨®n Rusa y se impon¨ªa el totalitarismo, se generalizaba el uso del tuteo como forma cotidiana de dominaci¨®n. En El doctor Zhivago, en efecto, los comisarios del pueblo quieren reducir la resistencia de sus supuestos adversarios con un "oye, t¨², camarada" que, tras el aparente igualitarismo, implica la transformaci¨®n de las personas en meros componentes de una masa que debe ser aleccionada y doblegada. El objetivo es claro: la intimidad forzosa, lejos de ser una muestra de amistad o familiaridad, es un m¨¦todo de sometimiento.
Por eso me alarma que en nuestra sociedad nada igualitaria se prodiguen cada vez con mayor frecuencia las expresiones de una intimidad no voluntaria. Esto es particularmente claro si te hallas en manos de quien va a imponer su intimidad, lo quieras o no. Llama la atenci¨®n, por ejemplo, que una mayor¨ªa de m¨¦dicos y enfermeros se permitan tutear a sus pacientes, sobre todo en los grandes hospitales y cl¨ªnicas. Quien ha entrado en el recinto siendo una "se?ora" o un "se?or" es convertido, mediante el tuteo, en un ser al que no s¨®lo le falta la salud, sino tambi¨¦n el respeto y la dignidad. Y algo semejante pasa en el transporte a¨¦reo. Como tambi¨¦n est¨¢s en sus manos, cada vez hay m¨¢s pilotos y azafatas que se dirigen a los pasajeros con la familiaridad que antes se reservaba para los ni?os. Acaso porque en ambas situaciones sobrevuela la sombra de la parca, lo cierto es que se hace progresivamente dif¨ªcil mantener el estatuto de persona en una cama de hospital o en un asiento de avi¨®n.
Lo insoportable es que el Estado se haya sumado al fest¨ªn de la mala educaci¨®n
Pero lo decididamente insoportable es que el Estado se haya sumado al fest¨ªn de la mala educaci¨®n, con f¨®rmulas que recuerdan lo evocado por Pasternak o, como ficci¨®n futurista, por Orwell en 1984. "Ponte el cintur¨®n de seguridad", "si bebes, no conduzcas", "disminuye la velocidad", etc¨¦tera. En medio del capitalismo m¨¢s feroz, el Estado (casi podr¨ªamos decir "el camarada Estado") se comporta como si el comunismo hubiera triunfado, aunque ¨²nicamente en el terreno de la vulgaridad.
Y quiz¨¢ los publicitarios de esas campa?as tuteadoras lleven raz¨®n y sea cierto que el comunismo de la banalidad ha triunfado. Sin embargo, no quiero esta intimidad forzosa con el Estado. Mis amigos los elijo yo mismo, y es con ellos con quienes comparto mi intimidad.
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