El Vaticano y la pedofilia
Wojtyla y Ratzinger impusieron que los cr¨ªmenes de pedofilia fueran tratados como pecados o meros "delitos" de Derecho Can¨®nico. Si la Iglesia quiere "limpiarse", el Papa debe derogar las leyes del secreto
No podemos seguir ocult¨¢ndonos detr¨¢s de un dedo. La cobertura que se les ha facilitado durante d¨¦cadas a miles de curas ped¨®filos, en casos no denunciados ante las autoridades judiciales, pone directamente en causa la responsabilidad de Joseph Ratzinger y de Karol Wojtyla. Si se trata de responsabilidad moral o tambi¨¦n jur¨ªdica no tardar¨¢n en decidirlo algunos tribunales americanos. La responsabilidad moral queda en evidencia, en todo caso, por los propios documentos que L'Osservatore Romano (¨®rgano de la Santa Sede) volvi¨® a publicar hace unos d¨ªas.
Nos referimos a la responsabilidad de los dos pont¨ªfices en todos los delitos de pedofilia eclesi¨¢stica que no han sido denunciados ante los tribunales estatales. El punto crucial es, efectivamente, ¨¦ste: el Sumo Pont¨ªfice y el Cardenal Prefecto de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe impusieron una obligaci¨®n taxativa a todos los obispos, sacerdotes, personal auxiliar, etc¨¦tera, para que no llegara a las autoridades civiles nada de lo que tuviera que ver con casos de pedofilia eclesi¨¢stica.
La "suciedad" debe quedar en los "s¨®tanos del Vaticano", inaccesible a polic¨ªas y jueces
El texto reci¨¦n colgado en la web de la Santa Sede es extravagante. De ser cierto, nunca ha sido operativo
La confesi¨®n tiene su origen en ellos mismos. L'Osservatore Romano ha vuelto a publicar el motu proprio de Juan Pablo II, que reservaba al "Tribunal Apost¨®lico de la Congregaci¨®n... los delitos contra la moral", es decir "los delitos contra el sexto mandamiento del Dec¨¢logo cometidos por cl¨¦rigos con menores de edad inferior a los 18 a?os", y la "Instrucci¨®n" ejecutiva de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, con estas inderogables disposiciones: "Cada vez que el ordinario o el superior tuvieran noticia con cierta verosimilitud de un delito reservado, tras haber realizado una indagaci¨®n preliminar, la se?alar¨¢n a la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe".
Todas las notitiae criminis, en definitiva, deb¨ªan afluir a los v¨¦rtices. Papa y Prefecto informados de todo (es m¨¢s, siendo los ¨²nicos en saberlo todo) son, exclusivamente, quienes tienen la primera y ¨²ltima palabra acerca de los procedimientos que se han de seguir. La "pena" m¨¢xima (casi nunca infligida) no va m¨¢s all¨¢ de la reducci¨®n al estado laico del sacerdote. Por lo general, el castigo se limita a trasladar al sacerdote de una parroquia a otra. Donde, obviamente, reiterar¨¢ su delito. "Pena" exclusivamente can¨®nica, en todo caso. No ha de efectuarse denuncia alguna ante las autoridades civiles: "Las causas de esta clase quedan sujetas al secreto pontificio". ?En qu¨¦ consiste ¨¦ste?
Hallamos la explicaci¨®n en un documento vaticano de marzo de 1974, una "Instrucci¨®n" emanada por el entonces secretario de Estado, el cardenal Jean Villot, siguiendo la voluntad de Pablo VI. "En determinados asuntos de mayor importancia se requiere un particular secreto, que viene a ser llamado secreto pontificio y que ha de ser guardado con obligaci¨®n grave... Quedan cubiertos por el secreto pontificio...". Y se enumeran a continuaci¨®n numeros¨ªsimos casos, entre ellos la pedofilia eclesi¨¢stica. M¨¢s interesante a¨²n resulta la minuciosa lista de personas que "tienen obligaci¨®n de guardar el secreto pontificio": "Los cardenales, los obispos, los prelados superiores, los oficiales mayores y menores, los consultores, los expertos y el personal de rango inferior, los legados de la Santa Sede y sus subalternos", etc¨¦tera.
En definitiva, de forma exhaustiva, todo el mundo. La "suciedad" debe quedar en los "s¨®tanos del Vaticano", inaccesible a la curiosidad excesivamente seglar de polic¨ªas y jueces. La impunidad penal de los sacerdotes ped¨®filos queda garantizada. Es m¨¢s, para alcanzar tal objetivo se exige un juramento de una solemnidad sobrecogedora. Reza la instrucci¨®n: "Aquellos que entren en posesi¨®n del secreto pontificio deber¨¢n prestar juramento con la siguiente f¨®rmula: 'Yo... en presencia de..., tocando con mi propia mano los sacrosantos evangelios de Dios, prometo guardar fielmente el secreto pontificio... de manera que en modo alguno, bajo ning¨²n pretexto, sea por un bien mayor, sea por motivo urgent¨ªsimo y grav¨ªsimo, me sea l¨ªcito violar el mencionado secreto... Que Dios me ayude y me ayuden estos santos evangelios suyos que toco con mi propia mano". F¨®rmula solemne y terrible, que nos exime de todo comentario.
Todas las Instrucciones mencionadas siguen a¨²n en vigor. Frente a documentos of¨ªciales "expresivos" hasta tal extremo, provoca un notable desconcierto el que nadie exija explicaciones a las c¨²spides jer¨¢rquicas, el Papa y el Prefecto de la Congregaci¨®n de la Fe, ante tanta evidente responsabilidad. Monse?or Bertone, en la ¨¦poca de la "Instrucci¨®n" de Ratzinger, obispo de Vercelli y secretario de la Congregaci¨®n, en una entrevista de febrero de 2002 a la revista 30Giorni, al periodista que se hac¨ªa eco de las obvias preocupaciones de los ciudadanos dici¨¦ndole que "podr¨ªa pensarse sin embargo que todo lo que se le dice fuera de la confesi¨®n no se acoge al secreto profesional de un sacerdote...", le contestaba desabridamente: "Si un fiel no tiene ya ni siquiera la posibilidad de confiarse libremente, fuera de la confesi¨®n, con un sacerdote... si un sacerdote no puede hacer lo mismo con su obispo porque tiene miedo de ser denunciado... eso querr¨ªa decir que ya no existir¨ªa la libertad de conciencia". Libertad de conciencia, nada menos. Esa libertad de conciencia que el mundo moderno, gracias al hero¨ªsmo de tantos esp¨ªritus her¨¦ticos enviados puntualmente a la hoguera, consigui¨® imponer en contra la Iglesia, es invocada ahora para garantizar la impunidad a miles de curas ped¨®filos.
?Qu¨¦ sentido tiene, por lo tanto, seguir hablando de "zafia propaganda contra el Papa y los cat¨®licos" (L'Osservatore Romano), visto que son los propios documentos vaticanos los que desvelan la postura de acorazado rechazo frente a toda hip¨®tesis de denuncia ante las autoridades judiciales seculares? Y t¨¦ngase en cuenta que el "Motu proprio" y la "Instrucci¨®n" de 2001 marcan una fase considerada de mayor severidad de la Santa Madre Iglesia en relaci¨®n con los sacerdotes ped¨®filos. No cuesta imaginar lo que ocurr¨ªa antes.
El cardenal Sodano, decano del Sacro Colegio Cardenalicio, adopta el papel de la v¨ªctima: "La comunidad cristiana se siente herida con toda raz¨®n cuando se pretende involucrarla en bloque con las vicisitudes, tan graves como dolorosas, de algunos sacerdotes, transformando culpas y responsabilidades individuales en culpas colectivas con una arbitrariedad realmente incomprensible". No, vuestra eminencia, nadie pretende involucrar en bloque a la comunidad cristiana, la cuesti¨®n ata?e s¨®lo a la jerarqu¨ªa de la Iglesia cat¨®lica. Intentar corresponsabilizar a todos los fieles es "jugar sucio".
Pero volvamos a la cuesti¨®n crucial. Wojtyla y Ratzinger pretendieron e impusieron que los cr¨ªmenes de pedofilia fueran tratados exclusivamente como pecados, en vez de como delitos, o a lo m¨¢s como "delitos" de Derecho Can¨®nico. Si el actual Pont¨ªfice ha entendido de verdad el alcance de la "suciedad" y la necesidad de combatirla puede demostrarlo de un modo muy sencillo: derogando inmediatamente con un "Motu proprio" las tristemente c¨¦lebres "Instrucciones" que apelan al "secreto pontificio" y sustituy¨¦ndolas con la obligaci¨®n de denunciar inmediatamente ante las autoridades judiciales cualquier caso. Y abriendo de par en par los archivos a todos los tribunales que lo soliciten, visto que algunos pa¨ªses han decidido plantear para la denuncia de estos cr¨ªmenes una "moratoria" de un a?o con el fin de sustraer a la prescripci¨®n los casos antiguos.
Y con m¨¢s raz¨®n si se considera que la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica es la misma que pretende transformar en delitos, sancionados por las leyes del Estado, todo lo que considera pecado (aborto, eutanasia, control de la natalidad, etc¨¦tera), y que para muchos ciudadanos son ¨²nicamente derechos, por m¨¢s que sean dolorosos.
Post scriptum:
Tras la redacci¨®n de este art¨ªculo, la oficina de prensa vaticana ha dado a conocer que desde el a?o 2003 existen nuevos procedimientos operativos, nunca hechos p¨²blicos y atribuibles al entonces cardenal Ratzinger, que se resumen en un texto de "l¨ªneas maestras" colgado en la p¨¢gina web de la Santa Sede, seg¨²n el cual "siempre debe seguirse la ley civil en lo que ata?e a la denuncia de los delitos ante las autoridades apropiadas". Estas "l¨ªneas maestras" son el texto m¨¢s extravagante que ha producido nunca la Santa Sede. Texto an¨®nimo y carente de fecha.
Y sobre todo: no se ha presentado nunca denuncia alguna. Si ese documento hubiera estado realmente operativo, la verdadera noticia ser¨ªa que desde hace siete a?os todos los obispos del mundo desobedecen al Papa y a su Prefecto para la Congregaci¨®n de la Defensa de la Fe. Una revelaci¨®n digna del Premio Pulitzer.
Paolo Flores d'Arcais es fil¨®sofo y editor de la revista Micromega. Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
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