Una pu?alada inglesa a la Rep¨²blica
Una nueva investigaci¨®n aporta datos sobre c¨®mo el BOB, un banco brit¨¢nico, asfixi¨® financieramente al Gobierno leg¨ªtimo de Espa?a. Fue otra de las traiciones que le forzaron a jugar la carta sovi¨¦tica
En medio de los aniversarios de la proclamaci¨®n de la II Rep¨²blica y del final de la guerra civil merece la pena aportar alg¨²n significativo dato nuevo. Franco derrot¨® a la Rep¨²blica gracias a la sustancial y continuada ayuda nazi-fascista. Tambi¨¦n tuvo de su lado el comportamiento de las democracias. Tradicionalmente se ha encuadrado bajo la no intervenci¨®n. En realidad, en Inglaterra sobre todo, se intervino contra la Rep¨²blica. Uno de los ejemplos m¨¢s notables de tal hostilidad ha quedado oculto hasta ahora en la oscuridad de los archivos.
Como toda buena pu?alada que se precie, la inglesa coincidi¨® con un momento de suma gravedad: la crisis militar y pol¨ªtica que llev¨® al cambio de Gobierno en abril de 1938, cuando Prieto sali¨® del Ministerio de Defensa Nacional y Negr¨ªn asumi¨® sus responsabilidades. R¨ªos de tinta se han vertido sobre las implicaciones.
El 4 de abril de 1938, con alevos¨ªa, el BOB suspendi¨® las transferencias de fondos
Los neofranquistas y los anclados en los moldes de la guerra fr¨ªa siguen ignorando los hechos
Fue entonces cuando se produjo una maniobra secreta que ilustra hacia d¨®nde apuntaban los tiros en Londres. Un banco ingl¨¦s, el British Overseas Bank (BOB), suspendi¨® de golpe las transferencias de divisas que alimentaban la diplomacia y la pol¨ªtica exterior republicanas. De la noche a la ma?ana, embajadas, legaciones, consulados generales y consulados dejaron de percibir los fondos que enviaba el Banco de Espa?a desde Barcelona.
Sin dinero no es posible funcionar. No se cobraron sueldos. No se pagaron alquileres. Los saldos de las cuentas bancarias en el extranjero se agotaron. Los alaridos fueron generales, de Argentina a Suecia, de Filipinas a Mosc¨². Las finanzas son el nervio de la guerra. La par¨¢lisis que indujo el BOB pudo ser mortal. El da?o que caus¨®, incalculable. El golpe a la moral, may¨²sculo.
Para explicar la pu?alada hay que remontarse a 1912. Desde esta fecha un banco, Frederik Huth & Co., aseguraba la tesorer¨ªa exterior espa?ola. Antes hab¨ªa realizado espor¨¢dicamente operaciones confidenciales por cuenta del Ministerio de Estado. No en vano hab¨ªa sido, desde la Guerra de la Independencia, uno de los banqueros de la Casa Real en Londres. En marzo de 1936 lo absorbi¨® el BOB, con el personal especializado que trabajaba a las ¨®rdenes de un caballero llamado Louis Ernest Meinertzhagen, pariente lejan¨ªsimo de Huth. El amable lector tendr¨¢ dificultades en encontrar su nombre en los millares de t¨ªtulos escritos sobre la guerra civil. Lo que entonces fue una operaci¨®n secreta permaneci¨® como tal durante m¨¢s de 70 a?os.
En abril de 1938 Meinertzhagen intent¨® asestar un golpe letal a la diplomacia y a la resistencia republicanas. Lo hizo con frialdad y desprecio, profesionalismo y alevos¨ªa total. El d¨ªa 4 anunci¨® por telegrama que con efectos inmediatos suspend¨ªa las transferencias de fondos.
El BOB hab¨ªa trabado discretos contactos con el Banco de Espa?a franquista, en Burgos. Al republicano le dijo que segu¨ªa los consejos de sus abogados, inquietos por la dualidad de "legitimidades" entre los dos bancos espa?oles. La cuesti¨®n ya se hab¨ªa planteado en el oto?o de 1936 y los sublevados hab¨ªan sufrido un duro rev¨¦s. A?o y pico m¨¢s tarde, el BOB la resucit¨®, aunque la batalla judicial no se resolvi¨® ante los tribunales en lo que quedaba de guerra. Sobre los motivos del BOB cabe especular s¨®lo dentro de ciertos l¨ªmites.
Meinertzhagen y el BOB podr¨ªan haber actuado de por s¨ª. Podr¨ªan haber hecho caso al banco Kleinwort and Sons, detr¨¢s del cual se mov¨ªa Juan March. Existe incluso una tercera posibilidad. En aquella ¨¦poca la Embajada en Londres negociaba a cara de perro con un conjunto de bancos sobre c¨®mo resolver ciertas cuestiones financieras provocadas por la guerra. La C¨¢mara de Comercio, el Tesoro y el Banco de Inglaterra las segu¨ªan atentamente. Uno de los adversarios m¨¢s destacados de la Rep¨²blica era otro banquero, antiguo socio de Meinertzhagen en Huth & Co. La idea de la pu?alada podr¨ªa haber emanado de ¨¦l, o haber sido consecuencia de las negociaciones.
Son elucubraciones muy poco realistas. Pongamos un ejemplo a guisa de comparaci¨®n. Un banco londinense, cuando se trat¨® de abrir una cuenta a nombre del Gobierno vasco, se apresur¨® a confirmar con el Foreign Office si ello estaba en l¨ªnea con la pol¨ªtica gubernamental. La respuesta fue que no era necesaria una autorizaci¨®n. Por lo que se refiere a una eventual maniobra en conexi¨®n con las negociaciones cabe descartar al Banco de Inglaterra y, con toda probabilidad, a los dos ministerios mencionados. No cabe descartar, por el contrario, a otros sectores de la Administraci¨®n, incluidos los servicios especiales que operaban en Espa?a y cuyos archivos contin¨²an cerrados a cal y canto.
Si Meinertzhagen hubiese reaccionado ante una sugerencia externa de tipo m¨¢s o menos oficial u oficioso, estar¨ªamos ante un caso que ilustrar¨ªa hasta qu¨¦ punto llegaba la hostilidad a la Rep¨²blica en Londres, ya fuese entre ciertas autoridades o en algunos sectores de la City. Documentar tal conjetura no es f¨¢cil. Cuando les parec¨ªa necesario, las autoridades brit¨¢nicas aplicaban a los operadores bancarios un tipo de comportamiento perfectamente definido, pero que raras veces sale a la luz en los libros de historia: la llamada "acci¨®n voluntaria". Se "aconsejaba" una determinada actuaci¨®n y los bancos la aceptaban atemperando su conducta a los mejores intereses del Gobierno de Su Majestad.
El amable lector se preguntar¨¢ c¨®mo evadi¨® la Rep¨²blica las consecuencias de la pu?alada. La respuesta es que, a pesar de todos los esfuerzos realizados, tuvo un coste elevado. Muchos diplom¨¢ticos no recibieron sueldos durante meses. Las embajadas y consulados se instalaron en la precariedad. Las deserciones y los desplomes de moral aumentaron. La rapid¨ªsima actuaci¨®n de las autoridades republicanas es, sin embargo, ilustrativa. Justifica, a mi entender, el an¨¢lisis detallado de lo que a todas luces fue una operaci¨®n extremadamente meditada y conducida con maestr¨ªa. Confrontados con un desplome del crucial frente exterior, Negr¨ªn y el Banco de Espa?a no tuvieron otra alternativa que recurrir a los buenos oficios del aparato bancario sovi¨¦tico asentado en Occidente. No pod¨ªa ser una soluci¨®n ¨®ptima, ya que los rusos no conoc¨ªan bien la base financiera de la diplomacia republicana.
?Extrajo el BOB alguna recompensa de los vencedores? Si actu¨® para congraciarse con ellos la respuesta es negativa. Franco no estaba interesado en estrechar las relaciones con el capitalismo brit¨¢nico. Su preferencia era la Alemania nazi. Las esperanzas de la City y de Whitehall en que podr¨ªan influir en la orientaci¨®n del "nuevo Estado" cuando llegase la hora de la reconstrucci¨®n espa?ola terminaron como el rosario de la aurora. El BOB desapareci¨® de los radares madrile?os.
?Qu¨¦ conclusiones cabe extraer de este episodio? Al menos tres.
La primera es que la apenas encubierta hostilidad de ciertos c¨ªrculos influyentes de las potencias democr¨¢ticas y de algunos representantes del capitalismo brit¨¢nico empujaron a la Rep¨²blica, en contra de su voluntad, a jugar la carta sovi¨¦tica. Esta constataci¨®n no es nueva en modo alguno. Ya la afirmaron los republicanos, aunque despu¨¦s la olvidaran en las querellas del amargo exilio. Es, no obstante, una conclusi¨®n que los autores neofranquistas y quienes no han superado los moldes conceptuales de la guerra fr¨ªa contin¨²an ignorando.
La segunda conclusi¨®n es que el honor brit¨¢nico no lo salvaron los bur¨®cratas de Whitehall ni los banqueros de la City. Lo salvaron, para la historia, los hombres y mujeres que o lucharon en las Brigadas Internacionales o ayudaron de m¨²ltiples formas a la Rep¨²blica contra la agresi¨®n nazi-fascista y la enemistad de algunos de los sectores m¨¢s conservadores de su propia sociedad.
La tercera conclusi¨®n es que ahora, cuando casi todos los archivos han ido abri¨¦ndose, "la evidencia primaria relevante de ¨¦poca", en ellos remansada, termina por imponerse a las mixtificaciones, construcciones ideol¨®gicas y puras y simples mentiras. De aqu¨ª la importancia crucial de conservar, a toda costa, la que subsiste.
?ngel Vi?as ha dirigido y co-escrito Al servicio de la Rep¨²blica. Diplom¨¢ticos y guerra civil.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.