Carta abierta a los obispos cat¨®licos de todo el mundo
Estimados obispos,
Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, y yo fuimos entre 1962 1965 los dos te¨®logos m¨¢s j¨®venes del concilio. Ahora, ambos somos los m¨¢s ancianos y los ¨²nicos que siguen plenamente en activo. Yo siempre he entendido tambi¨¦n mi labor teol¨®gica como un servicio a la Iglesia. Por eso, preocupado por esta nuestra Iglesia, sumida en la crisis de confianza m¨¢s profunda desde la Reforma, os dirijo una carta abierta en el quinto aniversario del acceso al pontificado de Benedicto XVI. No tengo otra posibilidad de llegar a vosotros.
Apreci¨¦ mucho que el papa Benedicto, al poco de su elecci¨®n, me invitara a m¨ª, su cr¨ªtico, a una conversaci¨®n de cuatro horas, que discurri¨® amistosamente. En aquel momento, eso me hizo concebir la esperanza de que Joseph Ratzinger, mi antiguo colega en la Universidad de Tubinga, encontrara a pesar de todo el camino hacia una mayor renovaci¨®n de la Iglesia y el entendimiento ecum¨¦nico en el esp¨ªritu del Concilio Vaticano II.
El Papa ha perdido la ocasi¨®n de lograr los grandes desaf¨ªos de la Iglesia
No ha pedido perd¨®n por los abusos ni ha logrado acercarse a los jud¨ªos
Ratzinger interpreta de forma retr¨®grada el Concilio
En vista de tantas irregularidades, el silencio os hace c¨®mplices
La obediencia ilimitada s¨®lo se debe a Dios. No impide decir la verdad
Para recuperar la confianza s¨®lo vale la franqueza y una reforma consecuente
Mis esperanzas, y las de tantos cat¨®licos y cat¨®licas comprometidos, desgraciadamente no se han cumplido, cosa que he hecho saber al papa Benedicto de diversas formas en nuestra correspondencia. Sin duda, ha cumplido concienzudamente sus cotidianas obligaciones papales y nos ha obsequiado con tres ¨²tiles enc¨ªclicas sobre la fe, la esperanza y el amor. Pero en lo tocante a los grandes desaf¨ªos de nuestro tiempo, su pontificado se presenta cada vez m¨¢s como el de las oportunidades desperdiciadas, no como el de las ocasiones aprovechadas:
- Se ha desperdiciado la oportunidad de un entendimiento perdurable con los jud¨ªos: el Papa reintroduce la plegaria preconciliar en la que se pide por la iluminaci¨®n de los jud¨ªos y readmite en la Iglesia a obispos cism¨¢ticos notoriamente antisemitas, impulsa la beatificaci¨®n de P¨ªo XII y s¨®lo se toma en serio al juda¨ªsmo como ra¨ªz hist¨®rica del cristianismo, no como una comunidad de fe que perdura y que tiene un camino propio hacia la salvaci¨®n. Los jud¨ªos de todo el mundo se han indignado con el predicador pontificio en la liturgia papal del Viernes Santo, en la que compar¨® las cr¨ªticas al Papa con la persecuci¨®n antisemita.
- Se ha desperdiciado la oportunidad de un di¨¢logo en confianza con los musulmanes; es sintom¨¢tico el discurso de Benedicto en Ratisbona, en el que, mal aconsejado, caricaturiz¨® al islam como la religi¨®n de la violencia y la inhumanidad, atray¨¦ndose as¨ª la duradera desconfianza de los musulmanes.
- Se ha desperdiciado la oportunidad de la reconciliaci¨®n con los pueblos nativos colonizados de Latinoam¨¦rica: el Papa afirma con toda seriedad que estos "anhelaban" la religi¨®n de sus conquistadores europeos.
- Se ha desperdiciado la oportunidad de ayudar a los pueblos africanos en la lucha contra la superpoblaci¨®n, aprobando los m¨¦todos anticonceptivos, y en la lucha contra el sida, admitiendo el uso de preservativos.
- Se ha desperdiciado la oportunidad de concluir la paz con las ciencias modernas: reconociendo inequ¨ªvocamente la teor¨ªa de la evoluci¨®n y aprobando de forma diferenciada nuevos ¨¢mbitos de investigaci¨®n, como el de las c¨¦lulas madre.
- Se ha desperdiciado la oportunidad de que tambi¨¦n el Vaticano haga, finalmente, del esp¨ªritu del Concilio Vaticano II la br¨²jula de la Iglesia cat¨®lica, impulsando sus reformas.
Este ¨²ltimo punto, estimados obispos, es especialmente grave. Una y otra vez, este Papa relativiza los textos conciliares y los interpreta de forma retr¨®grada contra el esp¨ªritu de los padres del concilio. Incluso se sit¨²a expresamente contra el concilio ecum¨¦nico, que seg¨²n el derecho can¨®nico representa la autoridad suprema de la Iglesia cat¨®lica:
- Ha readmitido sin condiciones en la Iglesia a los obispos de la Hermandad Sacerdotal San P¨ªo X, ordenados ilegalmente fuera de la Iglesia cat¨®lica y que rechazan el concilio en aspectos centrales.
- Apoya con todos los medios la misa medieval tridentina y ¨¦l mismo celebra ocasionalmente la eucarist¨ªa en lat¨ªn y de espaldas a los fieles.
- No lleva a efecto el entendimiento con la Iglesia anglicana, firmado en documentos ecum¨¦nicos oficiales (ARCIC), sino que intenta atraer a la Iglesia cat¨®lico-romana a sacerdotes anglicanos casados renunciando a aplicarles el voto de celibato.
- Ha reforzado los poderes eclesiales contrarios al concilio con el nombramiento de altos cargos anticonciliares (en la Secretar¨ªa de Estado y en la Congregaci¨®n para la Liturgia, entre otros) y obispos reaccionarios en todo el mundo.
El Papa Benedicto XVI parece alejarse cada vez m¨¢s de la gran mayor¨ªa del pueblo de la Iglesia, que de todas formas se ocupa cada vez menos de Roma y que, en el mejor de los casos, a¨²n se identifica con su parroquia y sus obispos locales.
S¨¦ que algunos de vosotros padec¨¦is por el hecho de que el Papa se vea plenamente respaldado por la curia romana en su pol¨ªtica anticonciliar. Esta intenta sofocar la cr¨ªtica en el episcopado y en la Iglesia y desacreditar por todos los medios a los cr¨ªticos. Con una renovada exhibici¨®n de pompa barroca y manifestaciones efectistas cara a los medios de comunicaci¨®n, Roma trata de exhibir una Iglesia fuerte con un "representante de Cristo" absolutista, que re¨²ne en su mano los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Sin embargo, la pol¨ªtica de restauraci¨®n de Benedicto ha fracasado. Todas sus apariciones p¨²blicas, viajes y documentos no son capaces de modificar en el sentido de la doctrina romana la postura de la mayor¨ªa de los cat¨®licos en cuestiones controvertidas, especialmente en materia de moral sexual. Ni siquiera los encuentros papales con la juventud, a los que asisten sobre todo agrupaciones conservadoras carism¨¢ticas, pueden frenar los abandonos de la Iglesia ni despertar m¨¢s vocaciones sacerdotales.
Precisamente vosotros, como obispos, lo lamentar¨¦is en lo m¨¢s profundo: desde el concilio, decenas de miles de obispos han abandonado su vocaci¨®n, sobre todo debido a la ley del celibato. La renovaci¨®n sacerdotal, aunque tambi¨¦n la de miembros de las ¨®rdenes, de hermanas y hermanos laicos, ha ca¨ªdo tanto cuantitativa como cualitativamente. La resignaci¨®n y la frustraci¨®n se extienden en el clero, precisamente entre los miembros m¨¢s activos de la Iglesia. Muchos se sienten abandonados en sus necesidades y sufren por la Iglesia. Puede que ese sea el caso en muchas de vuestras di¨®cesis: cada vez m¨¢s iglesias, seminarios y parroquias vac¨ªos. En algunos pa¨ªses, debido a la carencia de sacerdotes, se finge una reforma eclesial y las parroquias se refunden, a menudo en contra de su voluntad, constituyendo gigantescas "unidades pastorales" en las que los escasos sacerdotes est¨¢n completamente desbordados.
Y ahora, a las muchas tendencias de crisis todav¨ªa se a?aden esc¨¢ndalos que claman al cielo: sobre todo el abuso de miles de ni?os y j¨®venes por cl¨¦rigos -en Estados Unidos, Irlanda, Alemania y otros pa¨ªses- ligado todo ello a una crisis de liderazgo y confianza sin precedentes. No puede silenciarse que el sistema de ocultamiento puesto en vigor en todo el mundo ante los delitos sexuales de los cl¨¦rigos fue dirigido por la Congregaci¨®n para la Fe romana del cardenal Ratzinger (1981-2005), en la que ya bajo Juan Pablo II se recopilaron los casos bajo el m¨¢s estricto secreto. Todav¨ªa el 18 de mayo de 2001, Ratzinger enviaba un escrito solemne sobre los delitos m¨¢s graves (Epistula de delitos gravioribus) a todos los obispos. En ella, los casos de abusos se situaban bajo el secretum pontificium, cuya vulneraci¨®n puede atraer severas penas can¨®nicas. Con raz¨®n, pues, son muchos los que exigen al entonces prefecto y ahora Papa un mea culpa personal. Sin embargo, en Semana Santa ha perdido la ocasi¨®n de hacerlo. En vez de ello, el Domingo de Ramos movi¨® al decano del colegio cardenalicio a levantar urbi et orbe testimonio de su inocencia.
Las consecuencias de todos estos esc¨¢ndalos para la reputaci¨®n de la Iglesia cat¨®lica son devastadoras. Esto es algo que tambi¨¦n confirman ya dignatarios de alto rango. Innumerables curas y educadores de j¨®venes sin tacha y sumamente comprometidos padecen bajo una sospecha general. Vosotros, estimados obispos, deb¨¦is plantearos la pregunta de c¨®mo habr¨¢n de ser en el futuro las cosas en nuestra Iglesia y en vuestras di¨®cesis. Sin embargo, no querr¨ªa bosquejaros un programa de reforma; eso ya lo he hecho en repetidas ocasiones, antes y despu¨¦s del concilio. S¨®lo querr¨ªa plantearos seis propuestas que, es mi convicci¨®n, ser¨¢n respaldadas por millones de cat¨®licos que carecen de voz.
1. No callar: en vista de tantas y tan graves irregularidades, el silencio os hace c¨®mplices. All¨ª donde consider¨¦is que determinadas leyes, disposiciones y medidas son contraproducentes, deber¨ªais, por el contrario, expresarlo con la mayor franqueza. ?No envi¨¦is a Roma declaraciones de sumisi¨®n, sino demandas de reforma!
2. Acometer reformas: en la Iglesia y en el episcopado son muchos los que se quejan de Roma, sin que ellos mismos hagan algo. Pero hoy, cuando en una di¨®cesis o parroquia no se acude a misa, la labor pastoral es ineficaz, la apertura a las necesidades del mundo limitada, o la cooperaci¨®n m¨ªnima, la culpa no puede descargarse sin m¨¢s sobre Roma. Obispo, sacerdote o laico, todos y cada uno han de hacer algo para la renovaci¨®n de la Iglesia en su ¨¢mbito vital, sea mayor o menor. Muchas grandes cosas en las parroquias y en la Iglesia entera se han puesto en marcha gracias a la iniciativa de individuos o de grupos peque?os. Como obispos, deb¨¦is apoyar y alentar tales iniciativas y atender, ahora mismo, las quejas justificadas de los fieles.
3. Actuar colegiadamente: tras un vivo debate y contra la sostenida oposici¨®n de la curia, el concilio decret¨® la colegialidad del Papa y los obispos en el sentido de los Hechos de los Ap¨®stoles, donde Pedro tampoco actuaba sin el colegio apost¨®lico. Sin embargo, en la ¨¦poca posconciliar los papas y la curia han ignorado esta decisi¨®n central del concilio. Desde que el papa Pablo VI, ya a los dos a?os del concilio, publicara una enc¨ªclica para la defensa de la discutida ley del celibato, volvi¨® a ejercerse la doctrina y la pol¨ªtica papal al antiguo estilo, no colegiado. Incluso hasta en la liturgia se presenta el Papa como aut¨®crata, frente al que los obispos, de los que gusta rodearse, aparecen como comparsas sin voz ni voto. Por tanto, no deber¨ªais, estimados obispos, actuar solo como individuos, sino en comunidad con los dem¨¢s obispos, con los sacerdotes y con el pueblo de la Iglesia, hombres y mujeres.
4. La obediencia ilimitada s¨®lo se debe a Dios: todos vosotros, en la solemne consagraci¨®n episcopal, hab¨¦is prestado ante el Papa un voto de obediencia ilimitada. Pero sab¨¦is igualmente que jam¨¢s se debe obediencia ilimitada a una autoridad humana, solo a Dios. Por tanto, vuestro voto no os impide decir la verdad sobre la actual crisis de la Iglesia, de vuestra di¨®cesis y de vuestros pa¨ªses. ?Siguiendo en todo el ejemplo del ap¨®stol Pablo, que se enfrent¨® a Pedro y tuvo que "decirle en la cara que actuaba de forma condenable" (Gal 2, 11)! Una presi¨®n sobre las autoridades romanas en el esp¨ªritu de la hermandad cristiana puede ser leg¨ªtima cuando estas no concuerden con el esp¨ªritu del Evangelio y su mensaje. La utilizaci¨®n del lenguaje vern¨¢culo en la liturgia, la modificaci¨®n de las disposiciones sobre los matrimonios mixtos, la afirmaci¨®n de la tolerancia, la democracia, los derechos humanos, el entendimiento ecum¨¦nico y tantas otras cosas s¨®lo se han alcanzado por la tenaz presi¨®n desde abajo.
5. Aspirar a soluciones regionales: es frecuente que el Vaticano haga o¨ªdos sordos a demandas justificadas del episcopado, de los sacerdotes y de los laicos. Con tanta mayor raz¨®n se debe aspirar a conseguir de forma inteligente soluciones regionales. Un problema especialmente espinoso, como sab¨¦is, es la ley del celibato, proveniente de la Edad Media y que se est¨¢ cuestionando con raz¨®n en todo el mundo precisamente en el contexto de los esc¨¢ndalos por abusos sexuales. Una modificaci¨®n en contra de la voluntad de Roma parece pr¨¢cticamente imposible. Sin embargo, esto no nos condena a la pasividad: un sacerdote que tras madura reflexi¨®n piense en casarse no tiene que renunciar autom¨¢ticamente a su estado si el obispo y la comunidad le apoyan. Algunas conferencias episcopales podr¨ªan proceder con una soluci¨®n regional, aunque ser¨ªa mejor aspirar a una soluci¨®n para la Iglesia en su conjunto. Por tanto:
6. Exigir un concilio: as¨ª como se requiri¨® un concilio ecum¨¦nico para la realizaci¨®n de la reforma lit¨²rgica, la libertad de religi¨®n, el ecumenismo y el di¨¢logo interreligioso, lo mismo ocurre en cuanto a solucionar el problema de la reforma, que ha irrumpido ahora de forma dram¨¢tica. El concilio reformista de Constanza en el siglo previo a la Reforma acord¨® la celebraci¨®n de concilios cada cinco a?os, disposici¨®n que, sin embargo, burl¨® la curia romana. Sin duda, esta har¨¢ ahora cuanto pueda para impedir un concilio del que debe temer una limitaci¨®n de su poder. En todos vosotros est¨¢ la responsabilidad de imponer un concilio o al menos un s¨ªnodo episcopal representativo.
La apelaci¨®n que os dirijo en vista de esta Iglesia en crisis, estimados obispos, es que pong¨¢is en la balanza la autoridad episcopal, revalorizada por el concilio. En esta situaci¨®n de necesidad, los ojos del mundo est¨¢n puestos en vosotros. Inn¨²meras personas han perdido la confianza en la Iglesia cat¨®lica. Para recuperarla s¨®lo valdr¨¢ abordar de forma franca y honrada los problemas y las reformas consecuentes. Os pido, con todo el respeto, que contribuy¨¢is con lo que os corresponda, cuando sea posible en cooperaci¨®n con el resto de los obispos; pero, si es necesario, tambi¨¦n en solitario, con "valent¨ªa" apost¨®lica (Hechos 4, 29-31). Dad a vuestros fieles signos de esperanza y aliento y a nuestra iglesia una perspectiva.
Os saluda, en la comuni¨®n de la fe cristiana, Hans K¨¹ng.
Traducci¨®n: Jes¨²s Albor¨¦s Rey
Hans K¨¹ng es catedr¨¢tico em¨¦rito de Teolog¨ªa Ecum¨¦nica en la Universidad de Tubinga (Alemania) y presidente de Global Ethic.
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