Qu¨¦ pasa con los 'victorinos'
?Qu¨¦ pasa con los victorinos? Si lo supiera, al menos, el propio ganadero, con lo listo que dicen que es... Nadie lo sabe. Ser¨¢ el misterio del toro. Bonitos de hechuras, guapos de verdad algunos, pero blandos, muy blandos, descastados, sos¨ªsimos, sin un ¨¢pice de fiereza ni codicia. Ni siquiera derrocharon peligro, a excepci¨®n del sexto, y su comportamiento respondi¨® m¨¢s bien a pedazos de carne amorfa. Para colmo, el primero se astill¨® los dos pitones en un burladero, y el derecho le qued¨® como una aut¨¦ntica escoba. Ya, ni ellos sirven de consuelo. Un a?o m¨¢s, se apag¨® la ¨²nica luz que alumbraba a una afici¨®n perdida entre tanta miseria.
No sirvi¨® ninguno; contagiados todos por el virus de una desesperante soser¨ªa que impidi¨® todo atisbo de lidia. No hubo toreo de capote, ni un solo quite, ni tercio de picadores, ni un toro largo en banderillas, y todos se hundieron en la muleta.
Mart¨ªn / Ferrera, El Cid, Jim¨¦nez.
Toros de Victorino Mart¨ªn -el quinto, devuelto por inv¨¢lido-, como sobrero, bien presentados, muy blandos, mansos y descastados; el sobrero, chico e inv¨¢lido.
Antonio Ferrera: dos pinchazos y tres descabellos (silencio); media (silencio).
Manuel Jes¨²s 'El Cid': casi entera perpendicular y dos descabellos (silencio); tres pinchazos, media y dos descabellos (silencio).
C¨¦sar Jim¨¦nez: media tendida -aviso- (palmas); dos pinchazos, media ladeada y tres descabellos (silencio).
Plaza de la Maestranza. 15 de abril. 8? corrida de abono. Casi lleno.
Un fracaso sin paliativos. Una nueva afrenta a la afici¨®n, que no sabe ya qu¨¦ inventar para hacerse la encontradiza con un momento de emoci¨®n. Decididamente, en este mundo complejo, contradictorio, atrabiliario, p¨ªcaro y obsoleto del toreo ya nada es lo que dicen que un d¨ªa fue. Hasta los victorinos se han vulgarizado. Un pa?uelo, por favor... para secar una l¨¢grima de desconsuelo.
Es curioso, por otra parte, que entre tantos defensores de la fiesta como han surgido por obra y gracia de los antitaurinos ninguno exija una autocr¨ªtica a los ganaderos, depositarios de un tesoro que, entre todos los taurinos, est¨¢n dilapidando. Se acaba la casta, la bravura, la fiereza del toro poderoso, y toda la defensa consiste en atacar a los que rechazan la fiesta. Olvidan todos, preocupados s¨®lo por sus propios intereses econ¨®micos, que la mejor defensa es un espect¨¢culo ¨ªntegro, de toros vibrantes y toreros heroicos.
A este paso no ser¨¢n necesarias leyes prohibicionistas; a este paso, la fiesta morir¨¢ por falta de riego sangu¨ªneo, por falta de atenci¨®n y desidia de todos los que dicen amarla.
Extinguida la afici¨®n, el p¨²blico es jaranero e impropio de espect¨¢culo tan supuestamente serio. Ayer, pareci¨® volverse loco cuando Jim¨¦nez remedaba unos derechazos sopor¨ªferos. La banda de m¨²sica ha perdido la categor¨ªa que atesor¨® al cabo de los a?os, y son¨® jubilosa para acompa?ar al torero.
Quiz¨¢ haya que recordar un valeroso par de banderillas al quiebro de Ferrera, al hilo de las tablas, que no justifica una actitud circense, aflamencada y cursi del torero, que sufri¨® una tremenda voltereta tras cerrarse ¨¦l mismo la salida tras otro par junto a un burladero. Y un recuerdo, tambi¨¦n, para un detalle de torer¨ªa: Rafael Perea El Boni se neg¨® a saludar tras dos pares ejecutados con efectividad, pero sin lucimiento. Su jefe de filas, El Cid, estuvo, pero ni tuvo ni pudo.
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