El Tea Party existe
El difuso movimiento derechista estadounidense comienza a cobrar relevancia pol¨ªtica
Hace un a?o, el movimiento Tea Party no exist¨ªa. Hoy, este airado conglomerado de activistas de derecha, de bases inequ¨ªvocamente populares, representa la fuerza m¨¢s din¨¢mica de la pol¨ªtica estadounidense, aunque se mueva en la periferia del establishment y carezca de l¨ªder o programa claro. Y se plantea hacerse un hueco en el tradicional bipartidismo de Estados Unidos. Los representantes de esta maquinaria anti-Obama, que toman su nombre del Mot¨ªn del T¨¦ de Boston, en 1773, acaban de cerrar en Washington una larga gira que ha llevado su evangelio por casi medio centenar de ciudades.
Lo fundamental de este ideario por el momento es jibarizar el papel del Estado y su intromisi¨®n en la vida de los ciudadanos y exigir a ultranza responsabilidad fiscal a los administradores p¨²blicos. Sea cual fuere la evoluci¨®n de estos devotos de Sarah Palin, ser¨ªa un craso error convertir en mero folclor el papel de un movimiento cuyo credo comparte de manera m¨¢s o menos expl¨ªcita una buena parte del electorado estadounidense. Como lo es asimilar el Tea Party a una mera excrecencia del Partido Republicano, aunque republicanos sean -adem¨¢s de blancos, hombres y de mediana edad- la mayor¨ªa de quienes se identifican con ¨¦l. Una reciente encuesta de The New York Times sobre sus simpatizantes informa, adem¨¢s, de que su educaci¨®n es superior a la media, no tienen dificultades econ¨®micas y son profundamente pesimistas sobre la direcci¨®n del pa¨ªs. Que hayan encontrado en Barack Obama el blanco perfecto de sus iras es s¨®lo l¨®gica pol¨ªtica. M¨¢s all¨¢ del rampl¨®n clich¨¦ del presidente musulm¨¢n y comunista, para unos conservadores que entronizan los derechos individuales y sienten alergia hacia el Estado, Obama es, por su talante liberal y sus reformas intervencionistas, el personaje a batir.
El Tea Party, que s¨®lo hace un par de meses celebr¨® su primera convenci¨®n, viene demostrando una singular capacidad de adaptaci¨®n y crecimiento. Es prematuro aventurar si puede convertirse en plataforma de lanzamiento para Palin en las presidenciales de 2012, pero no lo es pensar que su popularidad puede fracturar el esperanzado voto republicano en las elecciones legislativas de noviembre. El viejo gran partido tiene ante s¨ª el dilema de qu¨¦ puede resultar m¨¢s peligroso en las urnas para recapturar el Congreso: si flirtear con los teapartistas o si tenerlos enfrente.
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