Siesta, de lunes a viernes
El pueblo, masificado en fin de semana, respira tranquilo el resto de los d¨ªas
El s¨¢bado y el domingo el pueblo revienta por sus costuras. Los visitantes no caben en la plaza Mayor, los restaurantes no dan abasto. Pero entre semana Chinch¨®n duerme la siesta. Sus 5.300 habitantes se quedan casi solos y pueden ponerse las zapatillas de andar por casa para ir por la calle sin hacer ruido. De lunes a viernes, Chinch¨®n recupera su car¨¢cter castellano, recogido y silencioso.
"Este es un pueblo tranquilo. Salvo los visitantes, no tenemos demasiado movimiento", explican en la oficina de turismo. La dependencia se levanta a los pies de un gran pil¨®n que perteneci¨® a una antigua lavander¨ªa de la plaza Mayor, el centro neur¨¢lgico del pueblo. "Aparte del patrimonio, no hay mucho que decir", insisten. "S¨®lo que el actor Jos¨¦ Sacrist¨¢n naci¨® aqu¨ª". La indicaci¨®n parecer¨ªa prescindible de no ser porque, unos minutos m¨¢s tarde, el actor Jos¨¦ Sacrist¨¢n aparece como una epifan¨ªa con gafas de sol y se sienta en una terraza de la plaza Mayor.
Es tierra de alcohol. Vino y an¨ªs. Lo atestigua la destiler¨ªa a la entrada
La industria del ajo comenz¨® en los setenta a producir a gran escala
La plaza est¨¢ soportalada y delimitada por construcciones de tres plantas balconadas. Se cre¨® en la Edad Media para acoger ferias de ganado, pero desde entonces ha sido corral de comedias y escenario de autos sacramentales y celebraciones taurinas. Al recinto, cerrado, se le practicaron unas aperturas para que entraran procesiones. Desde all¨ª llegan ahora coches con m¨²sica techno que aparcan girando sobre s¨ª mismos como los toros.
Igual que lagartos, alg¨²n turista toma perezoso el sol en la plaza al lado de una copa. Chinch¨®n es tierra de alcoholes. Vino y an¨ªs. Lo atestigua la destiler¨ªa que hay a su entrada; o la carretera hacia el pueblo, regada de tinajas de vino como migas de pan para no perder el rumbo; o las cuevas bajo algunas casas que serv¨ªan de bodega y que ahora son restaurantes, como las de la Comendadora, el mes¨®n Cuevas del Vino o las Cuevas del Murci¨¦lago. El abundante ajo repartido por el pueblo se ocupa de que el componente vamp¨ªrico de estas ¨²ltimas no desborde. La industria del ajo en Chinch¨®n comenz¨® en los setenta su producci¨®n a gran escala, y desde entonces los almacenes de las afueras del municipio se han convertido tanto en lanzadera de exportaci¨®n como en mediadores en la importaci¨®n.
No s¨®lo el alcohol. La cocina tambi¨¦n es una prioridad en el pueblo. Desde nueve euros se pueden encontrar men¨²s en restaurantes castellanos. Entre semana la clientela es m¨ªnima. En uno de ellos, el camarero mira solo la televisi¨®n de plasma encajada en el muro de estuco hasta que llega un ¨²nico cliente, un hombre mayor con muletas con el que se pone a hablar mientras le sirve una sopa de ajo sobre un mantel de cuadros.
Llega la aut¨¦ntica hora de la siesta. Los grupos de ancianos que se disponen en bancos en casi cada esquina se recogen a sus casas. Silenciosamente, unos m¨²sicos con estrellas tatuadas en los codos carga las fundas de sus instrumentos en un coche.
Sin un alma, las calles visten una severa belleza que aviva im¨¢genes del invierno a pesar de estar bien entrada la primavera. Progresivamente se empinan hasta llegar a la plaza de la iglesia de Nuestra Se?ora de la Asunci¨®n, donde se abre un gran otero desde el que observar a los tejados del pueblo agruparse en cerros. Sobre algunos caminan obreros, y al fondo se eleva el malherido castillo. Los franceses no son los ¨²nicos responsables de su estampa; sufri¨® ataques comuneros e incendios, pero es cierto que en general a Chinch¨®n le quedan numerosas cicatrices de la Guerra de la Independencia: la destrucci¨®n de la iglesia de Nuestra Se?ora de Gracia, de la que s¨®lo queda la torre del reloj, o el ataque a la propia iglesia de la Asunci¨®n.
Una pareja de turistas se besa en un extremo del mirador. Apartado de ellos, un chinchonete masca con los ojos el paisaje. Pasan los minutos y no mueve un m¨²sculo. Cinco metros por debajo de ¨¦l viene caminando un hombre con una gorra calada como un ciclista. Le saluda desde su atalaya:
-Eh, Luis, que llevas la gorra como Valent¨ªn.
-Del lado por donde sale el sol. ?Qu¨¦ tal est¨¢s hoy?
-Mal.
El otro hombre asiente y los dos se quedan un largo rato mir¨¢ndose en silencio. Uno arriba en el mirador, el otro abajo.
Apuntes de viaje
- Chinch¨®n est¨¢ a 45 kil¨®metros de Madrid. Lo comunica con la capital el autob¨²s 337, que sale aproximadamente cada media hora de Conde de Casal.
- El municipio se encuadra en la cuenca del Tajo-Jarama. En las zonas de palustres contiguas anidan muchos tipos de aves. Pueden hacerse numerosas rutas desde el pueblo. Por ejemplo, la del Camino de la Zarza, la de la V¨ªa del Tren, o la de Valquejigoso.
- Esta ¨²ltima lleva hasta el castillo (del siglo XV), muy castigado por ataques de los comuneros, un posterior sitio y dos incendios.
- La Iglesia de Nuestra Se?ora de la Asunci¨®n conserva un retablo de Goya. Destacan tambi¨¦n la torre del reloj (siglo XV) y el convento de San Agust¨ªn (siglo XVII).
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