Criticando
?Se puede criticar al cr¨ªtico? Javier Mar¨ªas, en su art¨ªculo del pasado domingo, era muy cauto al respecto. Reconoc¨ªa que a veces se cansa de no poder criticar al cr¨ªtico, pero que esa imposibilidad entraba dentro de las reglas del juego: "Si uno hace p¨²blico lo que escribe, no le queda sino callar ante los veredictos". Curiosa norma ¨¦sta que s¨®lo alcanza a cierto tipo de libros o de obras. Uno est¨¢ acostumbrado a leer r¨¦plicas y contrarr¨¦plicas de historiadores, o de soci¨®logos, o de psic¨®logos, que defienden sus libros ante sus cr¨ªticos. ?Por qu¨¦ ellos, que tambi¨¦n hacen p¨²blico lo que escriben, s¨ª pueden hacerlo, y los autores de obras literarias, en cambio, no? Cuesti¨®n de gusto, se objetar¨¢, de obras de gusto, en las que no es el dato objetivo el que entra en juego. Pero si Mar¨ªas tiene raz¨®n, y la tiene, al cr¨ªtico se le debe exigir que no se quede en el gusto, sino que desarrolle el juicio, y si es el juicio el que cuenta, ?carece de juicio el autor sobre su propia obra para tener que abstenerse, callarse, ante el juicio ajeno? ?No ser¨¢ que ese silencio es el presupuesto de la cr¨ªtica y que ¨¦sta s¨®lo funda su existencia sobre la muerte del autor, su necesario acallamiento? De ah¨ª tambi¨¦n, quiz¨¢, que al autor s¨®lo le quede el recurso de "hacer vud¨² en casa al idiota de turno", ¨²nica respuesta que le es permitida al zombi.
Pierre Michon, en Le roi vient quand il veut, hablando del escritor como impostor, afirma que todos los autores del siglo XX han vacilado entre el sentimiento de su incapacidad, de su impostura, y su deber de intentar realizar la tarea. La vacilaci¨®n se deber¨ªa a la soledad derivada del hecho de que la literatura se constituy¨® como fin en s¨ª, sin Dios, sin justificaci¨®n exterior, sin ideolog¨ªa que la sostenga, un campo aut¨®nomo que hizo del escritor un impostor, ya que s¨®lo pod¨ªa hallar autoridad en s¨ª mismo. ?Puede detenerse esa impostura ante la negaci¨®n de la cr¨ªtica, una vez que ¨¦sta ha renunciado a interrogar a los muertos y ha pasado a servir a los vivos intereses del mercado?
En Cuerpos del rey, Michon cuenta una an¨¦cdota de vud¨² a un cr¨ªtico. Se halla en una ciudad del sur de Francia, junto a otros escritores. Durante la cena, hablan de la cr¨ªtica literaria y ¨¦l lo hace, en concreto, de R. M., que se hab¨ªa cargado recientemente uno de sus libros. Se despacha a gusto. A la ma?ana siguiente, baja a desayunar, coge el peri¨®dico y lee en uno de los titulares de primera p¨¢gina que ha fallecido R.M. Su primera reacci¨®n es de euforia, se siente "como el ¨¢ngel cuando decapita a Ratbert, como El¨ªas cuando asesina a los curas de Baal". Considera que su lectura en p¨²blico aquella ma?ana de El sue?o de Booz, de V¨ªctor Hugo, hab¨ªa actuado como un maleficio contra el cr¨ªtico. Despu¨¦s, en momentos de sentido com¨²n, o de remordimiento, se dice que quiz¨¢ hab¨ªa recitado aquellos versos para rezar por R. M. y acunar su agon¨ªa, para perdonarle y para que le perdonase. Bendito Michon.
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