No olvides los chocolates
Llamaba a su amigo desde la embajada de Mosc¨²:
—Sobre todo, no te olvides de los chocolates.
Le llamaba varias veces para asegurarse de que el amigo no los olvidar¨ªa. Cuando aterrizaba, all¨¢ estaba el embajador, inquiriendo por se?as, hasta que el reci¨¦n llegado le entregaba el paquete. Conten¨ªa decenas de minibolsas, de su chocolater¨ªa barcelonesa preferida. Juan Antonio sab¨ªa medir muy bien qu¨¦ necesitaba cada qui¨¦n. Y en la URSS brejneviana, hasta los altos cargos, director del aeropuerto incluido, iban cortos de chocolate. Los repart¨ªa enseguida con solemne discreci¨®n. A todos ellos alcanzaba, pero ninguno sab¨ªa que a sus colegas tambi¨¦n. Una manera de hacer.
El ¨¦xito en trabar relaciones sociales y pol¨ªticas en la URSS le catapult¨® al COI gracias a los votos del ¨¢rea socialista, convergentes con los latinoamericanos, algo que el orgullo anglosaj¨®n jam¨¢s perdon¨®. Y desde ah¨ª cumpli¨® su gran labor, la modernizaci¨®n del olimpismo, y su grandiosa pasi¨®n, devolver a su ciudad la capitalidad ol¨ªmpica que le arranc¨® la guerra civil.
Ganaba voluntades. No se le am¨®. Pero se le admir¨® y aplaudi¨®. Se le respet¨®
No neg¨® sus or¨ªgenes. Figur¨® en todas partes. Pero s¨®lo estuvo en el deporte
Paradojas, fue el pa¨ªs comunista el que actu¨® de catapulta del pol¨ªtico/gestor franquista. Franquista suave y adaptable, perif¨¦rico por origen (catal¨¢n) y por tema (el deporte). Y populista contenido: subido al podio del Contamos contigo, logr¨® en 1967 medio mill¨®n de votos para alcanzar el esca?o de procurador en Cortes. Se le agradece que luego no predicase imposturas. Jam¨¢s neg¨® su hist¨®rica lealtad ideol¨®gica ni se erigi¨® como otros en campe¨®n del advenimiento democr¨¢tico. Fue coherente. Y habilidoso: su querencia futbolera iba por el Espa?ol, pero parec¨ªa que hubiese sido del Bar?a de toda la vida.
Ni la Espa?a aut¨¢rquica ni la URSS de los a?os m¨¢s duros le fueron secretos. Sab¨ªa c¨®mo congraciarse y ganar voluntades en ambientes cerrados. Cort¨¦s m¨¢s que simp¨¢tico a lo Su¨¢rez, atento m¨¢s que seductor a lo Tarradellas, poseedor de una memoria prodigiosa a lo Samaranch, fue el ¨²nico jerarca de la dictadura en ganarse a la prensa.
Por mesurado y disponible, s¨ª. Pero tambi¨¦n, como dec¨ªa Ernest Lluch, porque gozaba en "hacer favores". ?Y si los hizo! Apadrin¨® a decenas de hijos de periodistas. Nunca les falt¨® el regalo de cumplea?os gracias a la agenda de Jacinto Sintu Ballest¨¦, su orondo Ciutti. Los apadrinados y sus familias no lo olvidaban. ?Patrocinos neofeudales, paternalismo? Y tambi¨¦n visi¨®n anticipatoria de la sociedad de la informaci¨®n.
Satisfacer el deseo de cada cual, su lema impl¨ªcito. Lo practic¨® a mansalva, para conseguir los JJ OO de Barcelona, por ins¨®litos que fueran los caprichos de los miembros del COI.
Para eso necesitaba aparato. Fieles como Jos¨¦ Mar¨ªa Sumpsi, Andreu Merc¨¨ Varela, Jacinto Ballest¨¦. Y recursos. Es legendario en c¨ªrculos minoritarios su aterrizaje en la Caja de Ahorros Provincial de Barcelona (hoy, de Catalunya) como presidente de la Diputaci¨®n en 1973. Le espet¨® al azorad¨ªsimo director general, Joan Bilbao:
—Necesitar¨¦ dinero.
—Lo siento, su cargo no es remunerado.
—Entendidos, ma?ana mismo.
Y lo obten¨ªa.
Ninguno de sus coet¨¢neos adivin¨® que llegar¨ªa a tanto. Camisa azul como tanta de la gente bien textil por empuj¨®n de las patrullas, el joven Samaranch era lo que en la postguerra se denominaba un pollo pera y ahora se traducir¨ªa aproximadamente por un pijo. Amigo del hockey y la francachela, en La Rosaleda cuando iba suave, como en un poema de Gil de Biedma. Con los amigotes de la brigada del amanecer, el jefe Mariano Calvi?o, el empresario Jaime Castell, el corredor de coches Paco Godia..., hasta el amanecer.
Prest¨® su presencia en todas las operaciones a las que fue requerido. Estuvo en la creaci¨®n del Banco de Madrid, una ficha bancaria conseguida por Castell gracias a que le hab¨ªa prestado dinero al marqu¨¦s de Villaverde para cortejar a Carmencita Franco; eso s¨ª, a condici¨®n de que llevase el nombre de la ciudad rival. Estuvo al inicio de la transici¨®n en Conc¨°rdia Catalana, un partido que supuso un ¨²ltimo intento lampedusiano. Estuvo en la presidencia de la Caixa cuando se le necesit¨® como parapeto en momentos de dificultades para la entidad.
Sali¨® de su ciudad hacia Mosc¨² en la transici¨®n al grito callejero de fot-el-camp y volvi¨® a ella en loor de multitud tras la hist¨®rica designaci¨®n ol¨ªmpica "¨¤ la ville de Barsalona".
Figur¨® en todo, pero s¨®lo estuvo en el deporte. No fue amado. Pero s¨ª cortejado, admirado, aplaudido. Mereci¨® respeto, como ¨¦l mismo predic¨®, sin imposturas, a la muerte de Bibis, quien tanto le ense?¨® a saber estar, esa maestr¨ªa. Cuando llegues al limbo, Juan Antonio, no te olvides de los chocolates.
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