El s¨ªmbolo Garz¨®n
Es la persecuci¨®n, ah¨ª est¨¢ la presa. ?Ya es la hora del castigo! Todo transcurre como si Baltasar Garz¨®n fuera perseguido s¨®lo porque es una persona que resulta inc¨®moda, un s¨ªmbolo de esa justicia universal que muestra tantas dificultades en consolidarse ante las razones de Estado y los imputados protegidos por instituciones s¨®lidamente conservadoras. De las tres causas abiertas contra ¨¦l, est¨¢ claro que lo que constituye a ojos de sus adversarios un motivo para acusarlo de un delito de lesa majestad es la ruptura del pacto de silencio sobre el pasado de Espa?a, sumado al papel de inquisidor de la corrupci¨®n en el sistema pol¨ªtico. Hay algo efectivamente denigrante en el intento de manchar la reputaci¨®n de esta persona, por ah¨ª donde la condena moral es m¨¢s estigmatizante: el crimen de prevaricaci¨®n, es decir, de deshonestidad material. ?Pardiez! He aqu¨ª un juez que se ha ganado la fama de azote de la corrupci¨®n, de enemigo irrevocable de traficantes de todo tipo, y que no es, ¨¦l mismo, m¨¢s que un especulador venal. Y, ?es aceptable, sugieren, que una persona como ¨¦sa, juez por a?adidura, quiera restaurar la integridad de la identidad colectiva cuando ¨¦l mismo es perseguido por falta de integridad en su cargo? ?ste es el razonamiento perverso de quienes piden la cabeza de Garz¨®n. No hay modo m¨¢s eficaz para desacreditar, deslegitimar y, en definitiva, mancillar a un juez. Moraleja: aquellos que est¨¢n en todas partes convencidos de que hay que decir la verdad sobre el pasado para asumir una identidad com¨²n en el presente, sin querer por ello instaurar un arrepentimiento que culpe a los vivos, se exponen a la venganza de los maestros del silencio.
Podemos estar en desacuerdo con el juez, pero ?justifica eso que sea vilipendiado en su cargo?
Pero, ?qui¨¦n puede seriamente creer que los dramas de la Guerra civil permanecer¨¢n eternamente sellados por el silencio de una sociedad que reniega de su pasado? La paradoja a la que se ven confrontadas todas las naciones es que no pueden construir nada s¨®lido para el futuro si no son capaces de enfrentarse a su propia historia. Y ¨¦sta nunca es un cuento de hadas, sino siempre un relato sangriento, violento y, al final, de reencuentro pac¨ªfico. Asumir la tragedia, convertirla en un momento de celebraci¨®n de la memoria colectiva, es integrarla en la identidad para impedir que se repita. Que se sepa, este juez no ha declarado en ninguna parte que su investigaci¨®n fuera selectiva, que quisiera emprenderla solamente con los cr¨ªmenes de la dictadura franquista; que se sepa, no ha querido vengarse. Y, menos a¨²n, reabrir las heridas que no han cicatrizado a¨²n.
Dec¨ªa Ernest Renan que una naci¨®n es "un plebiscito de cada d¨ªa". A?ad¨ªa, adem¨¢s, que no puede construirse sin una parte de olvido, porque, si no, es un desgarro de todos los instantes. Pero el olvido no es el silencio y, menos a¨²n, la ignorancia. El olvido necesario, y el perd¨®n, que se convierte poco a poco en su corolario, no pueden manifestarse si no es sobre la base de un conocimiento real de los hechos. Lo que ser¨ªa inaceptable, ser¨ªa ver ese pasado con un solo ojo; hay que interrogar a todas las partes del drama, y dentro de cada bando. La historia es un bloque, que no se divide en verdades parciales, y las guerras civiles son siempre escuelas de barbarie. En todos los bandos.
?Consistir¨¢ el crimen de Garz¨®n en haber querido, bas¨¢ndose en el derecho, abrir ese doloroso camino de identidad com¨²n? ?l, que ha lanzado tantas investigaciones porque cree en la universalidad de la justicia, deb¨ªa de prever que un d¨ªa abrir¨ªan una sobre ¨¦l mismo, ya fuera por motivos tan fr¨¢giles como inconsistentes. Podemos estar en desacuerdo con ¨¦l, pero ?justifica eso que sea vilipendiado en su cargo?
La persecuci¨®n de la que hoy es v¨ªctima y el sentido que tiene para Espa?a como para el resto del mundo, son en realidad profundamente simb¨®licos. Aquello a lo que se apunta en esta siniestra comedia es el papel de los magistrados que quieren hacer de la justicia, en nombre de la democracia, un arma contra todas las corrupciones y manipulaciones. Es el caso de Di Pietro en Italia, o el de todos esos jueces an¨®nimos que, un poco en todas partes hoy en el mundo, hacen su trabajo diario de centinelas de la justicia y del derecho de la gente. Ellos se ven tambi¨¦n afectados por el ataque contra Garz¨®n. Es a ellos a quienes decimos sin escribirlo: "No est¨¢is libres de ser justos". Sin embargo, no hace falta ser adivino para comprender que un d¨ªa nos daremos cuenta, inevitablemente, de cu¨¢n da?ino habr¨¢ sido ese acoso a un juez culpable solamente de haber cre¨ªdo que pod¨ªa ayudar a hacer justicia a la memoria de los vencidos de ayer.
Traducci¨®n de M. Sampons.
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