El m¨¦dico que corre y trepa
Un doctor sube y baja los 13 pisos de su hospital para preparar el marat¨®n
Cuando ma?ana Claudio Fragola se enfrente a la cuesta que tiene al fondo el Retiro, con casi 40 kil¨®metros en las piernas, se preguntar¨¢ -otra vez- que qui¨¦n le mandar¨ªa meterse a correr el Marat¨®n de Madrid.
Entonces evocar¨¢ los gritos de su bautizo como atleta popular, en 2006: cientos de vallecanos subidos en un puente anim¨¢ndole como si fuese un gran campe¨®n un d¨ªa de Nochevieja; escuchar¨¢ el clamor que le recibi¨® entrando en Manhattan; oir¨¢ de nuevo los gritos, -"?Claudio!, ?Claudio!"- cuando trotaba en Nueva York al lado de un atleta que se llamaba igual que ¨¦l y que hab¨ªa estampado su nombre en la camiseta, y mascar¨¢ aquella galleta cocinada especialmente que le entregaron cuando pasaba por un barrio hispano. Y, finalmente, recordar¨¢ que por cada kil¨®metro que supera, por cada carrera que concluye, la empresa de aud¨ªfonos que patrocina a su equipo entrega dinero para construir un colegio de ni?os sordos en Camer¨²n.
Por cada kil¨®metro que hace su equipo da dinero para un hospital en Camer¨²n
"Me engancha que cuando corro es un tiempo para m¨ª, es introspectivo"
Y ser¨¢ cuando el doctor Fragola, otorrinolaring¨®logo, 40 a?os, hallar¨¢, ante la cuesta m¨¢s dura de uno de los maratones m¨¢s duros del mundo, sentido a la frase con la que se presenta en el foro de corredores donde le sigue -y le ayuda- gente como el campe¨®n del mundo y de Europa Abel Ant¨®n. "Disfruto cada kil¨®metro que sufro".
Y cada escal¨®n. Porque el primer reto del m¨¦dico, ya en las filas de Widex, su equipo, fue llegar a la meta del marat¨®n de la Gran Muralla en 2007, cuya tortura china consiste en superar 3.800 escalones.
Era entonces cuando Fragola, m¨¦dico de la Unidad de Rinolog¨ªa y Cirug¨ªa Endosc¨®pica del Ram¨®n y Cajal, se calzaba el pantal¨®n corto despu¨¦s de pasar consulta, tras operar, y sub¨ªa y bajaba los 13 pisos de su hospital a la hora de comer. O le daba unas cuantas vueltas al gigante sanitario.
?Su rutina? Por ejemplo, llegar a la azotea 14 veces corriendo. Bajar otras 14. Te preguntas c¨®mo concluyes tan peculiar entrenamiento. "Cojo. Acabas cojo", responde el m¨¦dico tranquilamente sentado en un despacho del hospital, a 72 horas de su primera cita con el Marat¨®n de Madrid, "pero viene muy bien". La cara bronceada de tantos kil¨®metros de trote (ha corrido m¨¢s de la mitad de los d¨ªas en lo que llevamos de a?o) contrasta con su bata. "Lo que me engancha", dice, "es que cuando corro el tiempo es para m¨ª, es un tiempo introspectivo". Es maestro de aikido. Deportista de siempre. Un d¨ªa su jefe le lio para la San Silvestre. Desde entonces corre cuatro o cinco veces a la semana robando tiempo a su hija de dos a?os y a su esposa. Si se le hace tarde, el Retiro, cerca de su consulta privada, es buen sitio. O los alrededores de su casa de Pozuelo por la noche. Siempre corre solo, con el m¨®vil, m¨²sica trance en los auriculares, gafas de sol -"me gusta aislarme del entorno"-. Eso y 10 euros, por si acaso.
Es jueves, luego ya ha dejado de comer prote¨ªnas. Hasta el momento m¨¢gico de las nueve de la ma?ana del domingo en el paseo de Recoletos, cuando se encuentre con otros 12.000 corredores un poco insomnes -"la noche antes se duerme mal por los nervios y porque al haber bebido tanto...", dice- s¨®lo comer¨¢ pasta, arroz y cereales. Hidratos de carbono complejos para acumular gluc¨®geno, la gasolina de los m¨²sculos.
Faltan tres d¨ªas, pero ya tiene el equipo con el que se vestir¨¢ colocado en una silla, un ritual que suena mucho al de los toreros antes de la corrida. Unos pantalones muy cortos, una camiseta de tejido t¨¦cnico, calcetines sin costuras, un bote de vaselina, un cintur¨®n con geles de hidratos de carbono, unas zapatillas domadas que no se hayan tocado en las ¨²ltimas 48 horas. "No se puede estrenar nada. Todo lo tienes que haber probado, porque cualquier roce, 42 kil¨®metros despu¨¦s, se convierte en una herida".
En su mu?eca, lo que parece un s¨®lido reloj de pantalla cuadrada. En realidad es un monitor de pulsaciones que puede conectar al ordenador. A trav¨¦s de su tel¨¦fono, su recorrido se transmite en tiempo real a Strands, la p¨¢gina web con la que se entrena, con sus pulsaciones y desniveles. Est¨¢ maravillado de c¨®mo la t¨¦cnica ha revolucionado la vida del corredor, desde las zapatillas a tener entrenadores virtuales gratuitos. ?Y c¨®mo se debe ocupar la v¨ªspera de la carrera, seg¨²n el doctor? "No hay que hacer nada, beber much¨ªsimo l¨ªquido, como m¨ªnimo tres litros, y mezclarlo con hidratos de carbono. A m¨ª me van a hacer una paella. Y luego hay un pasta party, una cena en la que te hinchas a comer espaguetis".
Ma?ana, cuando el doctor Fragola se acerque a la marca a superar, 3.30, cuando s¨®lo corra con el coraz¨®n, ante la cuesta del Retiro, le sostendr¨¢n los gritos de los seguidores, las im¨¢genes de la ciudad volcada. Y una imagen, que ¨¦l recrea para no pararse. Se ver¨¢ a s¨ª mismo cruzando la meta en el kil¨®metro 42,195. Sonriente.
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