Es cosa de tres
Los liberales siguen vivos tras el segundo debate electoral brit¨¢nico, con Europa de fondo
La estrella del liberal Nick Clegg no se ha apagado. Ese es el resultado m¨¢s destacable del segundo debate televisado, por lo dem¨¢s bastante hier¨¢tico y predecible, entre los l¨ªderes brit¨¢nicos que aspiran a ganar las elecciones del pr¨®ximo d¨ªa 6. La cuesti¨®n clave de esa nueva cita con las c¨¢maras era si Clegg, atacado esta vez por laboristas y conservadores, podr¨ªa mantener el fulgor del anterior encuentro. No lo ha hecho, pero no se ha desvanecido, lo que confirma que las elecciones brit¨¢nicas ya no son una carrera exclusiva de dos caballos. Presumiblemente, los liberales vayan a ver satisfecha su aspiraci¨®n hist¨®rica de convertirse en un partido con el que hay que contar para gobernar desde Westminster.
Ninguno de los tres comparecientes ha ganado esta vez. Si Gordon Brown ha vuelto a ser el hombre triste de la noche, reflejo de un partido que lleva 13 a?os en el poder, David Cameron ha mejorado su primer cara a cara. Pero no lo suficiente como para desinflar las expectativas liberales, fruto b¨¢sicamente de la incapacidad conservadora para formular pol¨ªticas realmente alternativas a las del laborismo. A estas alturas, Cameron, que hace s¨®lo unas semanas estaba en el techo del mundo, no ha logrado convencer a sus conciudadanos de que tiene alguna receta veros¨ªmil para vigorizar la econom¨ªa de Reino Unido y mitigar su enorme d¨¦ficit presupuestario. Para un sistema desgastado y necesitado de profundas reformas, como el brit¨¢nico, que mantiene en la pr¨¢ctica desde hace 80 a?os un estricto bipartidismo, ser¨ªa un chorro de aire fresco que ninguno de los dos grandes consiguiera la mayor¨ªa necesaria para gobernar en solitario.
La mayor novedad de un debate dedicado por mitad a pol¨ªtica exterior ha sido la presencia, por fin, de Europa, una realidad que a muchos brit¨¢nicos, y desde luego al jefe conservador, les sigue sonando amenazadora. Es cierto que Cameron ha atenuado algo su ret¨®rica antieuropea, pero tambi¨¦n lo es que ning¨²n l¨ªder brit¨¢nico ha estado dispuesto a arriesgar capital pol¨ªtico apostando firmemente por el otro lado del Canal. En este sentido, la condici¨®n abiertamente proeurope¨ªsta de Nick Clegg puede resultar m¨¢s una hipoteca que un beneficio para su partido. Aunque resulte evidente que una decidida implicaci¨®n de Londres en la desnortada UE redundar¨ªa en claro beneficio para ambas partes.
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