Miguel R¨ªos, la ¨²ltima vuelta al ruedo
En 1962, nuestro protagonista ten¨ªa 17 a?os y acababa de grabar su primer disco a cambio de 3.000 pesetas (18 euros). La discogr¨¢fica, en un alarde de elemental imaginaci¨®n, decidi¨® etiquetarlo como "el Rey del Twist", el ritmo de moda. El gijon¨¦s se?or Pend¨¢s le contrat¨® por 10 d¨ªas para su sala de fiestas arropado por la orquesta del local. Tras la primera actuaci¨®n, el encargado de la sala le dijo que no hab¨ªa cumplido lo acordado porque no sab¨ªa bailar bien el twist, a lo que el cantante le contest¨® que ni sab¨ªa lo que era el twist. No le despidieron porque les gust¨® c¨®mo cantaba, pero le obligaron a ensayar todas las tardes el baile de moda. A ra¨ªz de aquello decidi¨® aprender de verdad el oficio, ser un profesional de un gremio en el que, pese a la mala fama, hab¨ªa buena gente en todas partes.
"Hab¨ªa que huir de granada si quer¨ªas hacer algo nuevo"
"Eleg¨ª el rock como la forma de vida m¨¢s excitante"
"Seguir¨¦ cantando para prestar mi voz a quienes no la tienen"
Eran los a?os de lo que se vino en llamar la d¨¦cada prodigiosa, con Londres a la cabeza. Espa?a, naturalmente, era diferente. El prodigio nacional no era otro que sobrevivir en un r¨¦gimen dictatorial que hac¨ªa poco empezaba a lavarse un poco la cara con la entrada del Opus Dei en el Gobierno y el plan econ¨®mico de estabilizaci¨®n abanderado por Alberto Ullastres. En Granada hab¨ªa comenzado su andadura musical un joven cantante. Ahora, medio siglo m¨¢s tarde, aquel joven ha iniciado una larga gira de despedida de los grandes conciertos. Se llama Miguel R¨ªos y esta es parte de su historia.
Pronto se van a cumplir 50 a?os desde que en 1960, acompa?ado de un grupo de amigos, se present¨® al concurso 'Cenicienta 60' de Radio Granada interpretando 'La plaga', una versi¨®n de la versi¨®n que hicieron Los Teen Tops del tema de Little Richard 'Good golly Miss Molly', y gan¨®. Son muchos a?os y mucha historia. ?Qu¨¦ recuerdos tiene de aquel tiempo, aquella edad suya y aquel pa¨ªs?
Quiz¨¢ lo que recuerdo con m¨¢s precisi¨®n sea la tienda de discos de los Almacenes Olmedo en la que entr¨¦ de aprendiz cuando dej¨¦ el colegio al finalizar la primaria. Ese primer trabajo contribuy¨® a cambiar mi vida. Hasta entonces, la ¨²nica m¨²sica moderna que escuchaba era en el juke box de los Billares Ganivet o en los guateques que ocasionalmente organizaba un amigo con posibles. Pero en la tienda tuve la oportunidad de escuchar desde el Hound dog de Elvis hasta el Marcianita de Billy Cafaro, pasando por los Teen Tops, Bobby Darin,?Los Platers,?Cliff Richard y los Shadows, Ricky Nelson? Un batiburrillo de m¨²sicas que dif¨ªcilmente se pod¨ªan escuchar en la radio de Granada, donde triunfaba Juanito Valderrama y Su primera comuni¨®n o Mi ovejita lucera en la secci¨®n de discos dedicados. Aunque tambi¨¦n se pod¨ªa o¨ªr en la radio de aquellos d¨ªas al D¨²o Din¨¢mico, a Los Cinco Latinos, a Nat King Cole o a Paul Anka, pero tener los discos en mis manos, aunque no fueran m¨ªos, ten¨ªa su punto. Eran los embajadores de la modernidad. Objetos que me dec¨ªan, sin que yo lo supiera, que hab¨ªa otros mundos donde esa era la m¨²sica con la que la gente se emocionaba, se enamoraba o, simplemente, se divert¨ªa.
Hablamos de sus 16 a?os en un pa¨ªs aislado?
No fueron muy divertidos mis 16 a?os en la grisura luminosa del Sur. S¨®lo el cine, si la pel¨ªcula era autorizada, ofrec¨ªa alg¨²n escape. La cartelera estaba llena de pel¨ªculas calificadas para "mayores con reparos" que, con la libido enfebrecida de la pubertad, me dejaban enganchado en el generoso escote que Sara Montiel exhib¨ªa en la cartelera de La violetera o con el plano de Kim Novak subiendo al campanario en V¨¦rtigo. Todav¨ªa recuerdo la estrategia de codos en punta que las ni?as practicaban cuando sonaban las canciones lentas en el guateque y los paseos por la Carrera de la Virgen buscando la mirada furtiva y femenina que te anunciara un gramo de inter¨¦s. Pero n¨¢. Menos mal que estaban los amigos, los del barrio y los de la tienda, con los que pod¨ªas re¨ªrte un poco de las miserias del domingo por la tarde, en esa ciudad agobiante, fr¨ªa y provinciana que era Granada en los inviernos. Del pa¨ªs no se ten¨ªan noticias, por lo menos yo. Era algo remoto y ajeno. El aislamiento era tal, que present¨ªas que exist¨ªa el exterior porque ven¨ªan turistas a ver la Alhambra y de alguna parte ten¨ªan que venir, pero eran tan extranjeros, tan pintorescos a nuestra realidad como el monumento que ven¨ªan a visitar. Tambi¨¦n recuerdo el sabor del tabaco rubio americano, as¨ª lo voceaban los vendedores de los puestos de pipas. Yo fumaba Old Gold a granel y a escondidas.
Granada tiene fama por muchas cosas, entre otras por su 'mala foll¨¢'. Usted ha vuelto a su ciudad de origen e inicia su ¨²ltima gran gira. ?Qu¨¦ sensaciones ha sentido en su regreso a sus ra¨ªces?, ?hay muchas diferencias entre la Granada de su pubertad y la de ahora? Si antes los extranjeros eran pintorescos, ahora todas las ciudades son multirraciales?
Nunca perd¨ª el contacto con Granada y la he visto crecer en los espor¨¢dicos viajes que hac¨ªa para visitar a mi madre. Casi todos los sitios con los que me relacion¨¦ en mi infancia ya no existen. Ni la escuela donde estudi¨¦, ni la tienda donde trabaj¨¦. S¨®lo la casa donde nac¨ª, en el Cercado Bajo de Cartuja, sigue en pie. Tampoco perd¨ª el contacto emocional con mi tierra, a la que he intentado cantar en diferentes ¨¦pocas de mi carrera, haci¨¦ndole canciones que eran parte de mi biograf¨ªa. He mantenido una relaci¨®n bastante amorosa?con ella, lo que no me impide reconocer sus carencias. Recuerdo que la especulaci¨®n de los a?os sesenta se ceb¨® con la ciudad: la falta de visi¨®n de una pol¨ªtica urbana racional y el abandono de los barrios hist¨®ricos y emblem¨¢ticos casi se la cargan y ya no pudimos ser Florencia. La Granada de mi juventud era una ciudad narcotizada por la belleza y congelada en las tradiciones, de la que hab¨ªa que huir si quer¨ªas hacer algo nuevo. Ahora, medio siglo despu¨¦s, esa belleza patrimonial persiste y las perspectivas culturales de las ciudades medias han crecido. Las infraestructuras locales permiten una oferta rica y variada. La ciudad tiene grandes artistas de renombre que ya no tienen que abandonar su tierra para desarrollar su trabajo. Pero a pesar de que mi conocimiento de la realidad local es incompleto por el tiempo que he vivido fuera, creo que el problema secular, la asignatura pendiente de los granadinos, es la pol¨ªtica: Granada se encuentra en los ¨²ltimos puestos del ranking de la renta per c¨¢pita nacional, y la sociedad civil no consigue generar una masa cr¨ªtica que ayude a cambiar las cosas. Claro que si emple¨¢ramos esa fina iron¨ªa que es la mala foll¨¢ en defender nuestros intereses, y no en joder a los amigos, otro gallo nos cantar¨ªa.
Deja su Granada juvenil y llega a Madrid. Miguel es Mike y comienza sus actuaciones matinales en el Price, el Tuna's Club, Imperator. Tiempos de minifalda y peinados B'52, y as¨ª hasta el 'Himno a la alegr¨ªa', un pelotazo cuantificado: m¨¢s de siete millones de discos vendidos con la m¨²sica de Beethoven. ?C¨®mo fue todo aquello?
Pues s¨ª, el primer mal trago, despu¨¦s del que me produjo el acojonamiento de verme solo en una ciudad tan grande, tan libre comparada con la m¨ªa, fue el cambio de nombre. Lo de Mike me pill¨® por sorpresa. Los de discos Phillips ni me lo consultaron, y cuando protest¨¦ t¨ªmidamente me contestaron que era lo que se llevaba. Me pusieron el ejemplo de Johnny Hallyday, que era franc¨¦s, y yo argumentaba que Par¨ªs no era Granada, que se reir¨ªan de m¨ª, que en mi tierra mi'que era la forma popular de decir mira que, que despu¨¦s, invariablemente, le segu¨ªa la palabra pollas y que, por tanto, yo ser¨ªa llamado Mike Pollas, y as¨ª fue durante un tiempo, hasta que me lo quit¨¦. Al principio todo fue trampear a lo Carpanta, y lo del Price un espejismo. Quince matin¨¦s sin futuro, porque los biempensantes no bailaban rock, y un par de art¨ªculos de prensa bastaron para que se esfumara el sue?o sin una peque?a queja. Eran tiempos s¨®rdidos y peligrosos, y las pensiones impregnaban la vida con el degradante olor a repollo. La ayuda de alg¨²n familiar y la mesa familiar de alguno de mis nuevos amigos contribuyeron a que no tirara la toalla. La Tuna y el Imperator, y m¨¢s tarde El Embarcadero, Consulado y otros clubes, fueron la tabla de salvaci¨®n, el pan nuestro de cada d¨ªa, el primer apartamento, el aprendizaje sin tregua. La ¨²nica pega es que no hac¨ªa rock and roll. Tocaba con m¨²sicos de partitura a equipo puesto y el repertorio en los clubes y en los discos se dulcific¨®, pero estaba aprendiendo el oficio. Ten¨ªa 20 a?os, viv¨ªa solo en un apartamento en la capital, ven¨ªa de una ciudad en la que en los servicios de los Billares Ganivet alguien hab¨ªa escrito: "En Granada, follar no es un pecado, es un milagro". As¨ª que cualquier roce, escarceo, tocamiento o, incluso, faena amorosa completa para m¨ª era una bendici¨®n. No suced¨ªa tanto como uno habr¨ªa querido, pero aquellos clubes eran de los pocos sitios donde la juventud pod¨ªa relacionarse lejos de la mirada de la represi¨®n religiosa, eso s¨ª, s¨®lo hasta las diez. Mi nombre fue creciendo, hice dos pel¨ªculas lo bastante malas como para que se me quitaran las ganas de hacer carrera en el cine, cambi¨¦ de compa?¨ªa de discos, aprend¨ª a escribir canciones y, aunque con altibajos, lleg¨® el momento de la fama nacional con El r¨ªo y Vuelvo a Granada, editadas en Hispavox. Lo del Himno merece respuesta aparte.
Pues h¨¢bleme de ello y de c¨®mo un joven de Granada consigue asimilar un ¨¦xito internacional de tales caracter¨ªsticas sin perder la cabeza.
La verdad es que no he sido muy engre¨ªdo. Siempre he tenido como referentes tipos que cantaban mejor que yo: Ray Charles, Elvis, Van Morrison Adem¨¢s, mi aprendizaje, versionar en castellano -un idioma hostil para el rock hasta que aprend¨ª a dome?arlo los temas de los mejores rockeros del mundo supuso una cura de humildad que me ha durado hasta hoy. Debo admitir que el Himno no se me subi¨® a la cabeza, pero s¨ª al bolsillo. Por primera vez recib¨ª alg¨²n cheque de m¨¢s de seis ceros, y eso, con 25 a?os, me dio una seguridad y un estatus que me han acompa?ado hasta hoy.
?Cu¨¢l cree que fue la clave del ¨¦xito?
El disco empez¨® a venderse en Holanda y en algunos pa¨ªses de Europa, pero lo que lo hizo un ¨¦xito planetario fue que entrara en el top ten de Estados Unidos. El viaje a Am¨¦rica para recoger el disco de oro result¨® alucinante. Fue en 1970. Estaba estancado en Jap¨®n, en la Expo de Osaka, donde hab¨ªa ido a grabar un programa de TVE con Valerio Lazarov. Mientras esperaba que pasara el monz¨®n para poder grabar mis cuatro canciones lleg¨® un cablegrama de Hispavox donde se me dec¨ªa que el Himno hab¨ªa entrado en el puesto 49 en la lista del Billboard, una entrada inusualmente fuerte para un artista nuevo y no saj¨®n, y que quiz¨¢ tendr¨ªa que ir de promoci¨®n. Y as¨ª fue. Cuando aterric¨¦ en Los ?ngeles, el disco estaba en el n¨²mero 9 y subiendo. La compa?¨ªa A&M Records me dio una bienvenida de estrella y un curro de esclavo. Viv¨ª un torbellino de cinco d¨ªas en los que visit¨¦ cinco ciudades, adem¨¢s de LA, Vancouver, Cagliari, Toronto y Montreal en Canad¨¢, para finalizar en Nueva York. En esos largos d¨ªas con sus cortas noches tuve tiempo de asistir a cinco meetings con los medios para fotografiarme con mi disco de oro, conceder muchas entrevistas con mi deficiente ingl¨¦s, tomar cinco vuelos de varias horas, dormir en hoteles incre¨ªbles para alguien que nunca hab¨ªa sido una estrella, subir al Empire State Building, por entonces techo del mundo, en un elevador vip, montar en limusinas kilom¨¦tricas, fumarme algunos canutos de la famosa Acapulco Gold y hasta intimar con una aut¨¦ntica californian beach girl en mi ¨²nica noche en Los ?ngeles. De Manhattan me empaquetaron para Londres, donde hice el famoso Top of?the pops, y cuando llegu¨¦ a mi casa en Madrid, tres semanas despu¨¦s de salir para Osaka, me sent¨ªa como si hubiera pasado mucho m¨¢s tiempo. Viaj¨¦ solo, sin nadie de Hispavox. Algo impensable en el star system de hoy, pero tuve una inmersi¨®n de oro en la cultura de un pa¨ªs que hab¨ªa admirado desde siempre.
S¨®lo por la Acapulco Gold y la 'californian beach girl' ya mereci¨® la pena el esfuerzo. De la chica de la playa no vamos a hablar, pero me gustar¨ªa que me contara algo de aquel incidente de los canutos que le llev¨® a dar con sus huesos en el hospital de la c¨¢rcel de Carabanchel. Es m¨¢s que seguro que los menores de 35 a?os, los que hace que muri¨® el dictador Franco, no sean conscientes de lo que era la vida cotidiana en este pa¨ªs.
Es dif¨ªcil imaginar desde la perspectiva de hoy, desde la libertad democr¨¢tica, lo duro que era vivir, escribir canciones, actuar, en ese Estado policial. La censura estaba tan instalada en nuestras vidas que escrib¨ªamos los temas en clave para iniciados o correligionarios que entend¨ªan ese metalenguaje. No hac¨ªa falta tener una militancia pol¨ªtica para convertirte en indeseable para el sistema. El simple hecho de no encajar en sus estrechos c¨¢nones ¨¦ticos o est¨¦ticos pod¨ªa causarte problemas. El miedo estaba instalado en nuestras vidas. A pesar de ello, alguna gente joven abrazamos las peligrosas aficiones que nos brindaba la contracultura: el rock, el sexo y las drogas? En los Conciertos de rock y amor, grabados en directo en marzo de 1972, vert¨ªa, solapadamente, alguna de estas ideas de libertad existencial muy jaleadas por un p¨²blico enfebrecido. Para frenar tanto desenfreno, la Brigada de Estupefacientes empez¨® a detener a algunos m¨²sicos y la madeja se fue liando hasta llegar a m¨ª. Lo pas¨¦ mal en la Direcci¨®n General de Seguridad. La polic¨ªa ten¨ªa m¨¦todos muy persuasivos para hacerte sentir culpable y pruebas muy evidentes de que sab¨ªan todo sobre mis usos y costumbres. Esas 78 horas de interrogatorios en los s¨®tanos de la DGS, sin posibilidad de tener un abogado, se convirtieron en el episodio m¨¢s amargo de mi vida y en la ¨²nica vez que no estuve a la altura de mis expectativas. Pas¨¦ cinco minutos ante el juez que me empapel¨® al hospital Penitenciario de la c¨¢rcel de Carabanchel, en virtud de la franquista Ley de Peligrosidad y Rehabilitaci¨®n Social, que le permit¨ªa tenerme encerrado hasta la cura de mi adicci¨®n. Despu¨¦s de comprobar que el escarmiento hab¨ªa tenido el eco pretendido, me soltaron a los 27 d¨ªas.
Despu¨¦s llegar¨¢ el momento cenital de su carrera espa?ola: 'Rock and R¨ªos', 'El rock de una noche de verano', ¨¦xitos de ventas discogr¨¢ficas, giras con conciertos multitudinarios, estadios abarrotados, 'Bienvenidos, hijos del rock and roll'? Todo parece indicar que pocas cosas hay m¨¢s impactantes que todo eso, que nada coloca m¨¢s que 40.000, 60.000, 80.000 personas seducidas desde el escenario?
Creo que nada hay m¨¢s dulce y adictivo para un artista que el aplauso. Es el combustible que te da la energ¨ªa necesaria para aguantar en la cuerda floja las cr¨ªticas mal¨¦volas, las dudas paranoicas, la insoportable levedad del ¨¦xito en un pa¨ªs como Espa?a, donde lo tienes que revalidar cada d¨ªa. Cuando estoy en el escenario y las condiciones t¨¦cnicas y f¨ªsicas son las adecuadas, todo lo que no es cat¨¢rtico desaparece. El chute energ¨¦tico de o¨ªr a miles de personas cantar al un¨ªsono tu canci¨®n es tan poderoso que tengo que luchar para que la emoci¨®n no me cierre la garganta y me impida seguir cantando. Creo que deber¨ªamos tener a alguien a nuestro lado que, como a C¨¦sar, nos recuerde que somos humanos, pero para eso, para mantener el equilibrio emocional, est¨¢n la veteran¨ªa, los traspi¨¦s de las carreras largas y las cr¨ªticas.
Fueron sus a?os de mayor gloria e influencia??
Mi d¨¦cada prodigiosa fue la comprendida entre los a?os 1978 y 1988, donde hice nueve elep¨¦s, seis giras, tres de ellas producidas por m¨ª (La noche roja, El rock de una noche de verano y Rock en el ruedo) y cientos de bolos contratado por terceros; me invent¨¦, dirig¨ª y present¨¦ una serie de televisi¨®n (Qu¨¦ noche la de aquel a?o) por la que me dieron mi primer Ondas y grab¨¦ un disco (El a?o del cometa) con el m¨ªtico productor americano Tom Dowd en el mism¨ªsimo Estados Unidos. El punto culminante de mi popularidad, y quiz¨¢ de mi creatividad, fue Rock and R¨ªos, que arras¨® el pa¨ªs en un momento en que la gente quer¨ªa quitarse el cors¨¦ de la dictadura, el cambio pol¨ªtico y la libertad de la calle. Creo que ese disco, como todos lo mega-¨¦xitos, tuvo la inquietante virtud de minimizar todo mi trabajo anterior y posterior a su aparici¨®n, pero su enorme impacto popular contribuy¨® a conseguir un estatus para el rock en espa?ol y el inter¨¦s de la industria y la clase pol¨ªtica por este tipo de manifestaci¨®n art¨ªstica. El tema A?o 2000, que empezaba diciendo: "Este es el tiempo del cambio", le sirvi¨® a las Juventudes Socialistas como lema de la campa?a del 82, y Alfonso Guerra, que me hab¨ªa invitado a cantar en el mitin fin de campa?a del paraninfo de la Complutense, me dijo en la fiesta de celebraci¨®n del hotel Palace que no sab¨ªa cu¨¢ntos diputados me deb¨ªa, pero que gracias. Durante toda esa d¨¦cada y parte de la siguiente, el pop-rock fue la m¨²sica hegem¨®nica, y su influencia social fue tan evidente que hasta el gran Serrat escribi¨® una canci¨®n llamada Cuando duerme el rock and roll, donde los dem¨¢s estilos musicales se lamentan del ostracismos al que les han relegado "los caprichosos dioses de la moda". Pienso que fueron mi inquietud art¨ªstica y mi condici¨®n vocal las que, tiempo despu¨¦s, me llevaron a cantar, entre otras experiencias ¨²nicas, con una big band o con una orquesta sinf¨®nica, pero siento que soy deudor de la inspiraci¨®n de aquellos a?os.
Usted ha escrito: "He recorrido las carreteras de mi vida para llegar a la patria com¨²n de un escenario. Para llegar al tajo y, al mismo tiempo, al lugar de mi recreo. A la zona agridulce de luces y sombras", y comienza una larga gira de despedida "ahora que todav¨ªa puedo mostrarme con cierta dignidad y algo de gallard¨ªa antes del deterioro al que te lleva, implacable, la edad tard¨ªa que siento presionante en el DNI, aunque todav¨ªa no en mi coraz¨®n". Es el momento de las ¨²ltimas reflexiones, del balance de una vida profesional.
Como dije en una canci¨®n, "todo se lo debo al rock and roll". He vivido de acuerdo a sus postulados y he intentado ser lo m¨¢s honesto posible conmigo y con la gente que me ha ayudado a vivir de mi oficio. Si miro hacia atr¨¢s, ninguno de los sacrificios que me ha exigido mi trabajo ha superado el placer que da la vocaci¨®n, y puedo asegurar que entre las pocas cosas de las que me siento seguro est¨¢ haber escogido el rock y su filosof¨ªa como la forma de vida m¨¢s excitante de mi tiempo. Aprend¨ª hace tiempo a no correr el riesgo de compararme con nadie porque pod¨ªa salir escaldado. Pero nunca dej¨¦ de exigirme estar a la mejor altura de mis posibilidades. He trabajado para que la gente me quiera y creo que lo he conseguido. Tengo un inabarcable archivo de caras felices y de noches memorables. Estoy muy agradecido por el cari?o recibido y me considero bien valorado por mis seguidores. S¨¦ que muchos est¨¢n algo mosqueados por mi decisi¨®n de dejar las giras, pero quiero que entiendan que lo hago por respeto a ellos y a mi propia historia. Cuando termine mi ¨²ltima vuelta al ruedo, me ir¨¦ a casa con la alegr¨ªa del placer cumplido. Despu¨¦s seguir¨¦ cantando por solidaridad con las causas que siempre he defendido, prest¨¢ndole mi voz a los que no la tienen, pero m¨¢s como ciudadano que como artista.
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