Plan de defensa
Ante los toros de Miura, antes que so?ar con una faena de arte, los toreros estudian un plan de defensa como mejor ataque. Porque anunciarse con ellos m¨¢s bien parece una declaraci¨®n de guerra en toda regla. Con los miuras en el ruedo, todo es diferente; diferente el espect¨¢culo, la tauromaquia, los toreros y parte del p¨²blico, que es consciente de las dificultades y valora como debe lo que es una lucha sin cuartel. Se acabaron las florituras y las posturas flamencas; se necesitan guerreros con un coraz¨®n grande y pleno conocimiento de la t¨¦cnica del toreo. Algo as¨ª como los tres toreros de ayer, merecedores de todo respeto por su decisi¨®n de ir a la guerra en tiempos de borregos enfermizos.
MIURA / FUNDI, PADILLA, RAFAELILLO
Toros de Miura -el quinto, devuelto-, bien presentados, flojos -algunos, inv¨¢lidos-, mansos y deslucidos. Sobrero, del Conde de la Maza, serio y con genio.
El Fundi: casi entera ca¨ªda (ovaci¨®n); pinchazo -aviso- pinchazo y estocada (ovaci¨®n).
Juan Jos¨¦ Padilla: casi entera (ovaci¨®n); estocada (palmas).
Rafaelillo: dos pinchazos, media y un descabello (ovaci¨®n); pinchazo, -aviso-, estocada -segundo aviso- y cuatro descabellos (ovaci¨®n).
Plaza de la Maestranza. 25 de abril. 19? y ¨²ltima corrida de feria. Casi lleno.
Con los miuras en el ruedo se necesitan guerreros con un coraz¨®n grande
Salieron seis toros bien armados, aunque no eran los pitones sus mejores armas, sino sus intenciones, casi todas malas, aunque es verdad que dos de ellos -cuarto y sexto- mostraron una cara m¨¢s amable.
As¨ª las cosas, la estrategia es la siguiente: unos capotazos iniciales para un an¨¢lisis r¨¢pido y somero del plan del enemigo; a continuaci¨®n, la caballer¨ªa, en la que todos flaquearon; despu¨¦s, la infanter¨ªa, con los garapullos en las manos, ante la que ninguno acudi¨® con alegr¨ªa, y, finalmente, el cuerpo a cuerpo entre toro y torero. Y ah¨ª el peligro acecha, faltan sentidos para estar alertas y toda precauci¨®n es poca.
Que se lo pregunten, por ejemplo, a El Fundi, un consumado maestro, con mando en plaza, poderoso y suficiente, que se las vio, en primer lugar, con un peligroso enemigo, de p¨¦sima condici¨®n, duro y ¨¢spero, al que s¨®lo a base de conocimiento pleno de la situaci¨®n pudo vencer. Pero tom¨® el torero la izquierda y el ga?af¨®n del toro fue directo al coraz¨®n. Era un aviso para que no se confiara.
Lo mismo le ocurri¨® a Padilla -otro arre¨®n al corbat¨ªn- con su intoreable primero, al que veronique¨® con soltura, y nada pudo hacer con la muleta. En honor a la verdad, el jerezano pone en jaque una t¨¦cnica m¨¢s tosca y es habilidoso en el alivio; se coloca en terrenos poco apropiados y muy despegado del toro. Tampoco le ayud¨® el quinto, un sobrero serio, con cuajo, que derroch¨® genio en el caballo y que no le facilit¨® la labor.
Y Rafaelillo, listo como el hambre y valeroso, tambi¨¦n supo a lo que sabe un pit¨®n en el cuello, como se lo indic¨® el tercero. Estuvo muy decidido con el manejable sexto, al que mulete¨® por ambos lados con gallard¨ªa y arrestos, pero a punto estuvo de que se lo devolvieran al corral, porque el gazapeo final del animal imped¨ªa que pudiera consumar la suerte del descabello.
De cualquier forma, la pelea m¨¢s decorosa se produjo en el cuarto, entre un toro sardo, precioso, m¨¢s noble que sus hermanos, que se encontr¨® con un maestro llamado Fundi, que lo tore¨® primorosamente por naturales, en una refulgente demostraci¨®n de dominio y torer¨ªa.
La guerra fue intensa y emocionante. Funcion¨® el plan de defensa, pero los toreros tuvieron que emplearse a fondo para no perder la pelea. Es lo que tiene el toro que no es un cordero cari?oso; es lo que tiene la fiereza; es lo que tiene esta fiesta tan dura para algunos. Un a?o m¨¢s, honor y gloria a estos toreros.
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