Una playa de Madrid
En sus ¨²ltimos d¨ªas William Hazlitt, el ensayista ingl¨¦s, le escribi¨® a Francis Jeffrey, editor de la Edinburgh Review, "Querido se?or, me estoy muriendo. ?Podr¨ªa enviarme 10 libras y as¨ª consumar sus muchas amabilidades para conmigo?". Lord Jeffrey, que deb¨ªa de ser una bell¨ªsima persona, ni corto ni perezoso le envi¨® 50, lo que permiti¨® a sus amigos pagar sus deudas y enterrarlo con propiedad. Servidor, sin embargo, vacilar¨ªa hoy antes de pedirle esas ternezas y flores a M¨¦ndez o Gayoso, por temor a contribuir a la quiebra de Caixa Galicia y Caixanova. El agujero que se dice que tienen las dos es m¨¢s grande que el de los bolsillos de Carpanta y tal vez en sus vueltas uno s¨®lo podr¨ªa encontrar, como en las vi?etas de Escobar, unas telas de ara?a con su insecto dormitando displicente. Desde luego, no quisiera ser el causante de que se frustre la proyectada fusi¨®n y de que los fondos que el FROB ha de disponer se queden en una propinilla insuficiente, una calderilla de n¨¢ ante la magnitud del desastre.
Esta recentralizaci¨®n financiera no afectar¨¢ a ninguna autonom¨ªa de las que pesan en el tablero
Que ¨¦ste debe de ser inmenso nadie lo duda. En los ¨²ltimos meses los rumores han corrido sin cesar. La especie de que Caixa Galicia pod¨ªa ser intervenida por el Banco de Espa?a fue una de las comidillas de la Semana Santa, repartida entre el recogimiento contemplativo y la m¨ªstica del dinero, m¨¢s inexplicable que el dogma de la Sant¨ªsima Trinidad. Pero el anuncio de conversaciones para una posible fusi¨®n detuvo esa especulaci¨®n. Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, impulsado por su necesidad de poner orden en las cajas y hacer algo -parece el perro del hortelano- les oblig¨® a sentarse a la misma mesa, sin que eso significase el cese de las hostilidades. Los partes de guerra, bajo la apariencia de noticias y art¨ªculos de fondo, han menudeado en los peri¨®dicos.
La ¨²nica verdad, sin embargo, es que nadie sabe nada. Tal y como est¨¢n las cosas, para orientarse en la pradera es menester proceder como hac¨ªan los indios norteamericanos: poniendo la oreja en tierra para escuchar el tronar de los b¨²falos. A d¨ªa de hoy, procediendo con ese m¨¦todo, parece deducirse que no nos va a pillar la estampida. Va a haber fusi¨®n. A diferencia de lo que sucede en el cuento de los Tres Cerditos, las fr¨¢giles casas del dinero local no van a ser derribadas por el bufido del lobo. Claro que, dado que la indeterminaci¨®n es absoluta, tambi¨¦n podr¨ªa suceder lo contrario, y que no la hubiese. En ese caso no sabr¨ªamos qui¨¦n podr¨ªa llevarse el m¨¦rito de ser el lobo: tal vez Galicia entera, dado que un pa¨ªs no merece conservar lo que no defiende y ni tan siquiera sabe qu¨¦ habr¨ªa que defender.
Lo que s¨ª sabemos es, en el caso de que la fusi¨®n no se produzca, qui¨¦n se beneficiar¨¢: los grandes bancos que se repartir¨¢n el bot¨ªn, sobre todo el Santander; Rato y Caja Madrid, que se quedar¨¢n con Caixa Galicia, seg¨²n afirman todos los augures, y la parte jacobina del PSOE, contenta por disponer de un SIP de cajas m¨¢s o menos afines. Al fondo, el dise?o del director del Banco de Espa?a, partidario de reducir el n¨²mero de cajas y, en un segundo movimiento, de bancarizarlas, dentro de la ortodoxia financiera del momento, tan ajena a lo que fue su impulso inicial, un capitalismo de vocaci¨®n social y ligado al territorio. En Alemania, pa¨ªs al que nadie acusar¨¢ de ineficiente, es posible contar m¨¢s de quinientas, casi todas peque?as pero muy rentables y con gran capacidad, como es el caso de las vascas, de servir de instrumento de desarrollo industrial.
Sin cajas Galicia dar¨¢ un paso m¨¢s a lo que parece su destino: convertirse en una playa de Madrid. Es un intento de recentralizaci¨®n, una Loapa financiera, que, por supuesto, no afectar¨¢ a ninguna de las comunidades aut¨®nomas de las que pesan en el tablero espa?ol. Ni Catalu?a, ni Euskadi, ni Madrid o Andaluc¨ªa parece que vayan a permitir la p¨¦rdida de un pulm¨®n econ¨®mico de tama?a importancia. El mapa que quede despu¨¦s har¨¢ juego con la ausencia de un Estatuto de nueva generaci¨®n, que habr¨ªa impedido tal vez la nueva f¨®rmula de financiaci¨®n auton¨®mica -el Estatut ha mejorado la catalana- y tambi¨¦n con las nuevas noticias sobre el uso del idioma gallego, que expresan la pulsi¨®n basal de una parte considerable de nuestras clases medias, que pone sus ojos en la Castellana y que, como el presidente Feij¨®o, ve en Madrid una imagen de deseo.
Una de las estampas del a?o ser¨¢ esa foto de Anxo Iglesias que fue publicada en este peri¨®dico. En ella puede verse a los seis negociadores saliendo de una reuni¨®n. Sus rostros no delatan tensi¨®n, sino la cotidiana normalidad del negocio. Todos, menos uno, van cargados con una cartera, en la que se presume que llevar¨¢n datos y organigramas. Los que parecen percatarse de la presencia del fot¨®grafo son Jos¨¦ Luis Pego y Garc¨ªa de Paredes, los primeros espadas de ambas caixas. Parece que son espabilados, atentos a los euros que caen en el suelo. Ellos saben lo que todos ignoramos.
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