Nadie ha hablado de ello
He aqu¨ª una historia diferente, que no leer¨¢n en ninguna otra parte. Me apresuro a cont¨¢rsela y me congratula hacerlo. La primera ma?ana de una reciente estancia en Nueva York abr¨ª, como todo el mundo o, en todo caso, como vengo haciendo desde hace tantos a?os, un ejemplar de The New York Times. Lo que aparec¨ªa en la primera p¨¢gina de este diario era de una importancia particular: los responsables indicaban sobre qu¨¦ asunto incitaban a sus lectores a concentrarse. De hecho, en todos los temas, son ellos quienes dan el tono.
Aquel d¨ªa, en la primera p¨¢gina y ocup¨¢ndola casi por completo, aparec¨ªa en grandes caracteres una informaci¨®n seg¨²n la cual el primer ministro palestino, Salam Fayad, hab¨ªa decidido adoptar una nueva estrategia que no dudaba en calificar de "no violenta". ?Era ¨¦sta una informaci¨®n prioritaria? Los diplom¨¢ticos y los expertos ni siquiera hab¨ªan cre¨ªdo oportuno comentar la noticia y los lectores s¨®lo iban a echarle una ojeada distra¨ªda al art¨ªculo. The New York Times hab¨ªa elegido, sin embargo, convertirlo en una noticia de primera plana, prefiriendo ofrecer la utop¨ªa y no el sensacionalismo.
A los palestinos la violencia s¨®lo les ha servido para hacerles el juego a la derecha y la ultraderecha israel¨ªes
?Debemos los periodistas no dar otra informaci¨®n que la que es popular?
Qu¨¦ duda cabe de que el t¨¦rmino "no violencia" evoca una c¨¢ndida utop¨ªa para varias generaciones de personas. Pero, en este caso, el primer ministro palestino constataba algo que su presidente, Mahmud Abbas, ya hab¨ªa constatado antes de entrar en posesi¨®n de sus funciones: que los motines, los atentados suicidas y las intifadas s¨®lo hab¨ªan conducido a la divisi¨®n y la derrota de la resistencia palestina. ?S¨®lo quedaba pues confiar en la victoria de los islamistas y de un Hezbol¨¢ apoyado por Ir¨¢n? Era una especulaci¨®n absurda, adem¨¢s de una traici¨®n a la causa palestina. Mahmud Abbas, el primero en hablar de "no violencia", hab¨ªa mencionado en solitario el hecho de que la violencia solamente le hab¨ªa hecho el juego a la derecha y a la extrema derecha israel¨ªes y hab¨ªa conseguido colocar en el Gobierno de Israel al enemigo m¨¢s radial, m¨¢s eficaz y m¨¢s coherente de los palestinos que quieren construir un Estado: Benjamin Netanyahu.
He aqu¨ª que, un a?o despu¨¦s, el primer ministro retoma la antorcha a la vez idealista e ideol¨®gica de su presidente. ?El Estado palestino? ?Pero si ya existe en Cisjordania y en la zona este de Jerusal¨¦n! No es necesario proclamarlo ni pedir para ello la autorizaci¨®n o el aval del famoso cuarteto (Estados Unidos, ONU, Rusia y Uni¨®n Europea). Por ahora, seg¨²n Salam Fayad, es importante asumir una responsabilidad para con el presente, conceder prioridad al desarrollo y a la econom¨ªa y organizar ora la resistencia pasiva, ora la no violencia activa. Hay que dar objeti-
vos pol¨ªticos y voluntaristas al hecho de abandonar el enfrentamiento militar. Las huelgas, los bloqueos, las manifestaciones, el boicot de los productos israel¨ªes, la negativa a trabajar en Israel, no podr¨ªan suscitar la oposici¨®n de los pacifistas israel¨ªes. Al contrario, el mundo ya no ver¨ªa obst¨¢culos para manifestar su solidaridad como recompensa a esta audacia sin precedentes en el mundo ar¨¢bigo-musulm¨¢n. El primer ministro ha recurrido al padrinazgo del nieto de Mahatma Gandhi y a los descendientes de Martin Luther King.
El redactor de The New York Times presentaba esta informaci¨®n con una escrupulosa objetividad, aunque no desprovista de empat¨ªa. Sab¨ªa, sin embargo -s¨¦ que sab¨ªa-, que esta informaci¨®n no pod¨ªa sino suscitar la desconfianza, la duda o, en el mejor de los casos, una incredulidad enternecida. Los m¨¢s c¨ªnicos pretend¨ªan que los palestinos ya no saben c¨®mo recuperar o incluso justificar la ayuda considerable de los europeos y la ayuda m¨¢s parsimoniosa de los ¨¢rabes. Los otros no ver¨ªan en este anuncio sino la candidez de la desesperaci¨®n. En todo caso, la audacia que demuestra la promoci¨®n de una utop¨ªa ha quedado de manifiesto ante el hecho de que la informaci¨®n no haya sido ni retomada ni comentada por los principales l¨ªderes pol¨ªticos ni por los medios de comunicaci¨®n m¨¢s susceptibles de hacerlo.
En otras palabras: The New York Times asumi¨® el riesgo de promocionar una utop¨ªa que parece no haber interesado demasiado a sus lectores, pese al hecho de que la comunidad jud¨ªa de Nueva York (2,1 millones de personas) es una de las m¨¢s importantes del mundo.
Esta decisi¨®n del peri¨®dico -tal vez- m¨¢s prestigioso de la prensa mundial conduce a dos observaciones. La primera nos concierne a nosotros, hombres y mujeres de los medios de comunicaci¨®n, pues cada d¨ªa tenemos que decidir cu¨¢l va a ser la informaci¨®n que vamos a poner de relieve. ?Deber¨ªamos, en ciertos momentos, marcar la diferencia asumiendo el riesgo de ser menos le¨ªdos y de jugar con el equilibrio financiero de una empresa de prensa? ?O deber¨ªamos buscar siempre la informaci¨®n que, aline¨¢ndonos con los dem¨¢s, atraer¨¢ m¨¢s lectores, aunque sea en detrimento, a veces, de la imagen del diario?
La segunda observaci¨®n es de orden filos¨®fico. Antes, recordemos que, en aquel famoso discurso de El Cairo que he comentado a menudo, Barack Obama se dirigi¨® a los palestinos dici¨¦ndoles que el recurso a la violencia no es la ¨²nica forma posible de defender una causa. El presidente estadounidense record¨® que los afroamericanos ganaron su combate, al menos en parte, al llevar a uno de los suyos hasta la Casa Blanca. La no violencia se preconiza pues, en este caso, en raz¨®n exclusivamente de su eficacia. Esto ha ocurrido a veces cuando los enemigos han terminado por constatar que la eventual nobleza de su causa se dilu¨ªa en la sangre de los pueblos y la muerte de los ni?os.
El problema fue planteado en el pasado de diferentes maneras. Por Jesucristo, Tolstoi y Gandhi. Est¨¢n los partidarios de la no violencia como aceptaci¨®n del martirio y, adem¨¢s, aquellos que, como Camus, inspirado por Simone Weil, dijeron que si, al emplear las mismas armas, el justiciero termina pareci¨¦ndose a su enemigo se priva a s¨ª mismo de la posibilidad de juzgarle y de las razones de combatirle. Es un problema que estar¨¢ cada vez m¨¢s presente en el futuro, y quiero creer que los peligros que amenazan a nuestra especie y al planeta terminar¨¢n atenuando esa pasi¨®n con que el hombre ha sabido desde siempre odiar a su pr¨®jimo. En la decisi¨®n de los responsables de The New York Times tal vez est¨¦n al mismo tiempo la presciencia de un futuro as¨ª y tambi¨¦n su dimensi¨®n religiosa, inevitable en cualquier norteamericano.
Jean Daniel, director de Nouvel Observateur, acaba de ser galardonado con el Premio Ortega y Gasset de Periodismo por toda su trayectoria profesional. jean-daniel.blogs.nouvelobs.com Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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