Cuba debe despedir a un mill¨®n de empleados estatales
Las plantillas infladas pasan factura al Gobierno, incapaz de pagar los sueldos
Un trabajador cubano dormita sobre una carretilla... Otro, sentado en un pedrusco, se limpia las u?as con un alambre. S¨®lo un tercero da unos golpes de cincel en un murete, tampoco demasiados. La escena es de ayer mismo, y esta brigada estatal que trabaja a las afueras de La Habana es representativa de lo que sucede en todo el pa¨ªs; en la Cuba socialista uno puede comer en una cafeter¨ªa de 10 mesas atendida por 20 empleados, hay empresas con tantos inspectores y vigilantes como obreros y la plantilla nacional de dirigentes supera las 380.000 personas, casi un 9% de los trabajadores estatales.
Ra¨²l Castro lo admiti¨® hace tiempo: los salarios no alcanzan. Obviamente, ganar el equivalente a 15 euros al mes no estimula la productividad, pero el problema de las plantillas infladas no es menos grave. El 4 de abril, el presidente cubano reconoci¨® que en el sector estatal sobran un mill¨®n de puestos de trabajo. Una barbaridad; esto representa uno de cada cuatro cubanos que trabaja para el Estado.
En el improductivo sector estatal sobra uno de cada cuatro trabajadores
La actividad privada, abolida en 1968, emerge ahora como la soluci¨®n
Si durante medio siglo el pleno empleo ficticio fue un emblema de la revoluci¨®n, como la educaci¨®n y la salud, hoy lastra la econom¨ªa y entrampa la salida de la crisis. Con 11,2 millones de habitantes y una fuerza laboral de 4,9 millones de personas -de las que m¨¢s de cuatro millones trabajan en el sector estatal-, Cuba se encuentra en una encrucijada. Un mill¨®n de trabajadores sobrantes es un grave problema pol¨ªtico, pero hacer esta reconversi¨®n es de necesidad imperiosa, advierten los economistas.
El Gobierno ha adelantado que las soluciones del pasado no son una opci¨®n. Antes, a los trabajadores cesantes se les enviaba a casa con una prolongada garant¨ªa salarial o se les ofrec¨ªa la posibilidad de estudiar, cobrando el sueldo completo. Eso se acab¨®.
Salvador Mesa, el secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba, el sindicato ¨²nico, afirm¨® que la "reubicaci¨®n" se har¨¢ "con orden" y que "nadie quedar¨¢ abandonado". El pa¨ªs, dijo, "no dispondr¨¢ de f¨®rmulas m¨¢gicas, los puestos de trabajo tenemos que crearlos en los municipios, como en la agricultura y la construcci¨®n". Precisamente, este es uno de los problemas. "Mucha gente no quiere reconvertirse de oficinista en campesino o alba?il. ?Qu¨¦ van a hacer?", expone un soci¨®logo.
"Si se quiere desinflar esas plantillas en las que casi todo el aire lo ha puesto la pol¨ªtica paternalista del Estado, habr¨¢ que permitir que los que pierdan sus improductivos puestos laborales puedan hacer cualquier actividad que no sea delictiva", opin¨® recientemente el escritor Guillermo Rodr¨ªguez Rivera. "Hacerlos abandonar sus empleos para echarles encima el mar de prohibiciones que existen para realizar cualquier trabajo, mandar¨ªa directamente a esa masa a delinquir", afirm¨®, en un art¨ªculo publicado en la p¨¢gina web de la Uni¨®n Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.
La salida, seg¨²n la mayor¨ªa de los analistas, es de caj¨®n: el Gobierno debe extender la iniciativa privada y fomentar cooperativas y pymes en los sectores que el Estado es incapaz de administrar con eficiencia. Para Rivera, las "nuevas empresas empezar¨ªan a ser una alternativa laboral, a cuyos empleos podr¨ªan aspirar muchos cubanos".
Mordido por la realidad, el Gobierno realiza algunos t¨ªmidos experimentos en esta l¨ªnea. En varios municipios de La Habana se ha entregado la gesti¨®n de las peluquer¨ªas a los trabajadores, que han de pagar un impuesto mensual de unos 34 euros al mes. Tambi¨¦n, a modo de experiencia piloto, se ha permitido a un peque?o grupo de taxistas que exploten por cuenta propia el veh¨ªculo del Estado a cambio de un impuesto, ocup¨¢ndose ellos del mantenimiento.
"El reordenamiento laboral" de un mill¨®n de trabajadores es un reto descomunal, y "lo hecho hasta ahora es irrisorio", asegura un economista. Adem¨¢s, dice, est¨¢ "la desconfianza".
"El primer objetivo es el resurgir de estas formas de producci¨®n y no crearle obst¨¢culos que m¨¢s bien parecen pretender su fracaso", afirma Rivera, que pide "confiar en la probada diligencia del cubano para llevar adelante una empresa que de veras le importe". Han pasado cuatro d¨¦cadas desde que, en 1968, Fidel Castro acab¨® por decreto con la mayor¨ªa de los negocios privados. Ahora, en este 51? Primero de Mayo de la Revoluci¨®n, son vistos por muchos como la salvaci¨®n.
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