Nueva Zelanda, boca abajo
Glaciares, fiordos y bosques de helechos. El paisaje emociona entre el Pac¨ªfico Sur y el mar de Tasmania
Casi 20.000 kil¨®metros separan Nueva Zelanda de Espa?a. Sin embargo, ni la distancia ni las largas horas de avi¨®n -unas 36, entre vuelos, escalas y transbordos- impiden que cada a?o sean m¨¢s los espa?oles que eligen conocer el exotismo de estas tierras, con paisajes enso?adores y de riqu¨ªsima naturaleza pr¨¢cticamente virgen y en perfecto estado de conservaci¨®n. Aunque hay ciudades hermosas, Nueva Zelanda destaca por su naturaleza. Es el pa¨ªs con mayor porcentaje de su territorio convertido en parques nacionales. Formada por dos islas -la del Norte y la del Sur-, presenta una variada oferta para los amantes del medio ambiente.
La isla Norte
De origen volc¨¢nico, la isla del Norte tiene una vegetaci¨®n menos frondosa que su hermana, pero posee una rica zona de g¨¦iseres en Rotorua. Adem¨¢s de observar estos fen¨®menos naturales, uno tambi¨¦n puede experimentar la deliciosa sensaci¨®n de sumergirse en los c¨¦lebres ba?os polinesios, donde la temperatura del agua, rica en minerales, ronda los 30 grados. Es especialmente recomendable hacerlo de noche, por el contraste de temperaturas.
En Rotorua se concentra un gran n¨²mero de maor¨ªes (el 12% de la poblaci¨®n del pa¨ªs). En los ¨²ltimos a?os se ha potenciado la reivindicaci¨®n de su cultura, pero a¨²n no ha trascendido del todo a la sociedad, ya que no est¨¢n muy integrados y en algunas zonas de Auckland viven casi en guetos.
Aunque la capital del pa¨ªs es Wellington, Auckland cuenta con el aeropuerto m¨¢s importante de Nueva Zelanda. Adem¨¢s de ser la ciudad m¨¢s grande y poblada, Auckland destaca por su impresionante bah¨ªa, donde recalan miles de embarcaciones de vela. Se pueden ver volcanes, ya extinguidos, y el famoso puente de hierro Harbour Bridge, desde donde se tiene una hermosa vista de la bah¨ªa y el Pac¨ªfico.
Como anticipo de lo que van a ver a lo largo del pa¨ªs, no est¨¢ nada mal que los amantes de la naturaleza disfruten un poco en el museo de Kelly Tarlton. Ping¨¹inos, especies marinas de todo tipo como tiburones, rayas y las salvajes pira?as se dan cita en un gran acuario que comparte espacio con un museo dedicado a los expedicionarios de la Ant¨¢rtida.
Entre Auckland y Rotorua, uno se puede desviar para visitar las cuevas de Waitomo. El silencio es absoluto en su interior, y el efecto visual producido por miles de luci¨¦rnagas en el techo de la cueva y el paseo en una barca que se mueve con suavidad provocan en el turista la sensaci¨®n de cruzar el Hades en cualquiera de los dos sentidos. Es uno de estos momentos que se repiten a lo largo del viaje en los que el turista tiene la sensaci¨®n de estar viendo algo que es dif¨ªcilmente repetible.
La isla Sur
Si la volc¨¢nica isla del Norte sorprende, la del Sur, muy monta?osa y con una vegetaci¨®n mucho m¨¢s frondosa, brinda muy gratas impresiones. Christchurch, la ciudad m¨¢s destacada y capital del condado de Canterbury, se conoce como la "ciudad jard¨ªn" por la abundancia de zonas verdes y parques que rodean el r¨ªo Avon. La catedral -a cuyos pies se encuentra un gigantesco ajedrez-, las plazas, calles y dem¨¢s templos religiosos nos transportan en el espacio a Inglaterra, dada la semejanza existente, muy bien conseguida por sus primeros pobladores, anglicanos llegados en 1850.
Como fiel reflejo del Reino Unido, tambi¨¦n los escoceses se asentaron en estas tierras y, como no pod¨ªa ser menos, al tratarse de las ant¨ªpodas, en lugar de instalarse en el c¨¢lido norte lo hicieron m¨¢s al sur. Dunedin, ciudad universitaria por antonomasia y muy rica en actividades culturales, tiene bastantes reminiscencias de Edimburgo, con edificios impresionantes como la estaci¨®n de ferrocarril y la propia Universidad, construidas con la piedra oscura de la pen¨ªnsula de Otago. Es precisamente en esta pen¨ªnsula donde se encuentra una de las colonias m¨¢s importantes de albatros del mundo, as¨ª como numerosas focas y unos curiosos ping¨¹inos con ojos amarillos.
Los principales tesoros se sit¨²an al otro lado, en la costa oeste, frente al mar de Tasmania. Fiordland es el parque nacional m¨¢s grande del pa¨ªs. Entre los numerosos fiordos destacan dos: Milford Sound y Doubbtful Sound. Rudyard Kipling defini¨® al primero como la octava maravilla del mundo. Y el camino que conduce hasta ah¨ª, el Milford Track, es considerado como una de las mejores rutas. A trav¨¦s de 55 kil¨®metros se cruza un impresionante bosque de helechos gigantescos y ¨¢rboles que conforman la tupida regi¨®n de Fiorland. Para preservar el entorno, el Gobierno neozeland¨¦s restringe el n¨²mero de turistas que pueden recorrerlo, por lo que hay que solicitarlo con meses de antelaci¨®n. La mayor parte de las personas que acceden a este maravilloso lugar lo hacen por carretera, donde tampoco desmerecen las incre¨ªbles vistas: cascadas, riachuelos, lagos, monta?as nevadas y una permanente neblina acompa?ada de una mortecina capa de lluvia (es uno de los lugares con mayor ¨ªndice de pluviosidad del mundo).
Una vez que llegamos a Milford Sound hay barcos que ofrecen rutas alrededor del fiordo. No resulta extra?o ver sobre las rocas focas tumbadas y juguetonas, ajenas al paso de los barcos. Uno de los atractivos de la traves¨ªa es avistar Mitre Peak, una incre¨ªble monta?a surgida del mar.
La ciudad m¨¢s cercana a Milford Sound es Queenstown, una peque?a poblaci¨®n tur¨ªstica a orillas del lago Te Anau. Una de las principales atracciones consiste en contemplar la ciudad desde el telef¨¦rico. A 21 kil¨®metros espera Arrowtown, cuya calle central recuerda al Lejano Oeste americano. Aqu¨ª hubo importantes descubrimientos de oro a mitad del siglo pasado. Es f¨¢cil encontrar por la regi¨®n pueblos fantasma surgidos como consecuencia de la masiva llegada de aventureros en busca de oro. As¨ª, antiguas minas y peque?os museos son mostrados por los propietarios con bastante orgullo y sentido del humor.
Un poco m¨¢s al norte, otra cita con la naturaleza: los glaciares Franz Josef y Fox. Se ofrecen vuelos en avioneta y helic¨®ptero, pero tambi¨¦n excursiones en tierra para adentrarse en sus paredes heladas. Seg¨²n una leyenda maor¨ª, el glaciar Franz Josef est¨¢ formado por las l¨¢grimas de una chica triste cuyo amor muri¨® en un accidente en la monta?a. Son muchas las leyendas maor¨ªes sobre lugares m¨¢gicos y hermosos, sobre esta tierra, sin lugar a dudas el ¨²ltimo para¨ªso.
Gu¨ªa
C¨®mo ir
? Thai (www.thaiairways.es) vuela a Auckland desde Madrid, con una escala en Bangkok; ida y vuelta, 1.311 euros.
? Air New Zealand (www.airnewzealand.es) une Madrid con Aukland, con una escala en Londres y una segunda parada en Los ?ngeles o en Hong Kong; ida y vuelta, 1.390 euros.
? Korean Air (www.koreanair.com), ida y vuelta desde Madrid, con una escala en Se¨²l, por 1.836 euros.
Informaci¨®n
? Turismo de Nueva Zelanda (www.newzealand.com).
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