Para Sigmund Freud
El autor critica un libro publicado por el intelectual franc¨¦s Michel Onfray contra el 'padre' del psicoan¨¢lisis. Al articulista esta obra le parece banal, reduccionista, pueril, pedante y rid¨ªcula
Michel Onfray se queja de que lo critican sin leerlo?
Pues bien, yo lo he le¨ªdo.
Lo he hecho esforz¨¢ndome, en la medida de lo posible, en dejar a un lado las antiguas camarader¨ªas, las amistades comunes y, ni que decir tiene, el hecho de que ambos publiquemos en la misma editorial.
En honor a la verdad, he de decir que, al t¨¦rmino de esta lectura, me sent¨ªa a¨²n m¨¢s consternado de lo que hac¨ªan presagiar las rese?as que me hab¨ªan llegado con anterioridad.
No es que yo sea uno de esos para quienes el "¨ªdolo" Freud es intocable: desde Foucault a Deleuze, pasando por Guattari y otros, son muchos los que han tenido sus m¨¢s y sus menos con ¨¦l y, aun sin estar de acuerdo con ellos, nunca he negado que han hecho avanzar el debate.
El psicoan¨¢lisis, que ha conocido d¨ªas peores, lo superar¨¢. No estoy seguro de que ocurra otro tanto con Onfray
Me cuesta reconocer en este entramado de trivialidades a uno de los fil¨®sofos que me parecieron prometedores
Tampoco es el resentimiento antifreudiano, por no decir la ira, o incluso el odio, lo que, como he le¨ªdo aqu¨ª y all¨¢, justifican, en mi opini¨®n, el malestar que produce. El crep¨²sculo de un ¨ªdolo: la ira ha dado grandes libros, y el que un autor contempor¨¢neo mezcle sus propios afectos con los de un glorioso antecesor, se mida con ¨¦l, ajuste cuentas con su obra en un panfleto que, en el calor del enfrentamiento, aporta argumentos o enfoques nuevos..., todo esto es, en s¨ª mismo, m¨¢s bien saludable. Y, adem¨¢s, en otras ocasiones, Onfray lo ha hecho con verdadero talento.
No.
Lo que molesta de este Crep¨²sculo es que, de repente, se torna banal, reduccionista, pueril, pedante y, a veces, roza el rid¨ªculo, como cuando se inspira en unas hip¨®tesis conspirativas tan estrafalarias como peligrosas, que asumen, y tal vez esto sea lo m¨¢s grave, ese famoso "punto de vista del criado", que, como todo el mundo sabe -ya desde Hegel-, raramente es el mejor para juzgar a un gran hombre o, menos a¨²n, una gran obra...
Banal: citar¨¦ como ¨²nico ejemplo la peque?a serie de libros (Zwang, Debray-Ritzen, Ren¨¦ Pommier) a los que Onfray tiene, por otra parte, la honestidad de rendir homenaje, junto a algunos m¨¢s, al final del volumen, y que ya defend¨ªan la tesis de un Freud corruptor de la moral y anunciador de la decadencia.
Reduccionista: hay que tener est¨®mago para soportar, sin echarse a re¨ªr u horrorizarse, la interpretaci¨®n cuasi policiaca que hace Onfray del hermoso principio nietzscheano que, sin embargo, conoce mejor que nadie, y seg¨²n el cual la filosof¨ªa es siempre una biograf¨ªa codificada o encubierta (a grandes rasgos: si Freud invent¨® el complejo de Edipo fue para disimular -p¨¢gina 111- su resentimiento contra su amable padre y para reciclar -p¨¢gina 505- sus no menos desagradables pulsiones hacia su madre).
Pueril: su pesar -p¨¢gina 477- por no haber encontrado, en las "seis mil p¨¢ginas" de las obras completas, esa "cr¨ªtica franca del capitalismo" que hubiera colmado de satisfacci¨®n al fundador de la universidad popular de Caen.
Pedante: las p¨¢ginas (73-76) en las que se pregunta gravemente qu¨¦ deudas inconfesables habr¨ªa contra¨ªdo el fundador del psicoan¨¢lisis, pero sin querer reconocerlo, con Antifonte de Atenas, Artemidoro, Emp¨¦docles y el Arist¨®fanes de El banquete de Plat¨®n.
Rid¨ªculo: la p¨¢gina en la que, tras sendas consideraciones, m¨¢s que dudosas, sobre su probable recurso al onanismo y, luego, una curiosa inmersi¨®n en los registros de los hoteles -"lujosos, en su mayor¨ªa": p¨¢gina 162- en los que el vien¨¦s habr¨ªa ocultado durante a?os sus amores culpables con su cu?ada, Onfray, llevado por su fervor de polic¨ªa de la moral y las buenas costumbres, termina haci¨¦ndole sospechoso de haber pre?ado a la mencionada cu?ada, a una edad en la que esa clase de felices acontecimientos no suceden, a no ser en la Biblia, sino muy raramente.
El complot: es, como en El c¨®digo Da Vinci (?acaso el psicoan¨¢lisis, seg¨²n Onfray, no es el equivalente de una religi¨®n?), la imagen fantasmag¨®rica de esos gigantescos "containers" de archivos enterrados, en particular, en los s¨®tanos de la Biblioteca del Congreso de Washington, ante cuyo umbral se dir¨ªa que hacen guardia unas milicias de templarios freudianos, tan codiciosos, feroces y astutos como su venerado maestro.
El ojo del criado, finalmente: es ese m¨¦todo, siempre extra?o, que consiste en partir de las supuestas peque?as debilidades del hombre (su costumbre -p¨¢gina 169- de escoger personalmente, vayan a saber por qu¨¦, el nombre de bautismo de sus hijos "en relaci¨®n con su mitolog¨ªa personal"), de sus no menos supuestos defectos (deseo de gloria, ciclotimia, arritmias cardiacas, tabaquismo, humor cambiante, insuficientes prestaciones sexuales, miedo a los trenes... y no me invento nada: este cat¨¢logo de "taras" est¨¢ entre las p¨¢ginas 102 y 157 del libro), eventualmente de sus errores (una dedicatoria a Mussolini que se conoce desde siempre, pero que Onfray parece descubrir ahora y que, extra¨ªda de su contexto, lo sumerge en un estado de gran frenes¨ª), para concluir la invalidez de la teor¨ªa en su conjunto: el cl¨ªmax llega, por otra parte, cuando, al final de la obra -p¨¢gina 522-, se apoya directamente en el libro de Paula Fichtl, es decir, en los recuerdos de la que fuera criada de la familia Freud durante 50 a?os y luego del propio Freud, para denunciar las relaciones con el fascismo austriaco del autor de "Mois¨¦s y el monote¨ªsmo".
Todo esto es lamentable.
Me cuesta reconocer en este entramado de trivialidades, m¨¢s necias que maliciosas, al autor de algunos libros -El vientre de los fil¨®sofos, entre otros- que tan prometedores me parecieron hace 20 a?os. El psicoan¨¢lisis, que ha conocido d¨ªas peores, lo superar¨¢. No estoy seguro de que Michel Onfray pueda hacer otro tanto.
Las referencias a n¨²meros de p¨¢ginas contenidas en este texto corresponden a la edici¨®n francesa de 'Crep¨²sculo de un ¨ªdolo', el libro de Onfray. Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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