El Adjetivo Obvio
No s¨¦ si Juan Jos¨¦ Mill¨¢s patent¨® alguna vez su Bonito Juego del Adjetivo Obvio.
En todo caso, vale la pena refrescar algunas de sus reglas. Consiste este bonito juego (que lo es) en adivinar el adjetivo que est¨¢ pensando, para cualquier sustantivo, el que propone el acertijo. Por ejemplo, usted escucha Mesa, e inmediatamente tiene que entrar en la mentalidad del que lo ha dicho, as¨ª que usted espeta el Adjetivo que se le antoja m¨¢s obvio: "Camilla". Es posible que el otro est¨¦ pensando en el adjetivo "Redonda", "Mesa... Redonda". Pero generalmente es Mesa Camilla la construcci¨®n m¨¢s obvia, de modo que usted habr¨¢ acertado, y el otro tendr¨¢ que ser lo suficientemente honesto como para entregarle el premio del concurso del Adjetivo Obvio.
Dicho as¨ª parece muy simple. Pero tiene sus complicaciones. Por ejemplo, a usted le propone el que hace de Banca en el juego el sustantivo Cielo. Y es posible que acierte diciendo "Azul", pero es probable que el otro haya pensado, como adjetivo obvio, en la palabra "Estrellado", Cielo... Estrellado. Y entonces usted habr¨¢ perdido. Porque en este juego, como en casi todo, la Banca es la que casi siempre gana. O porque de verdad gana, o porque le miente. Pero uno no est¨¢ en la cabeza de la Banca para saber que miente, as¨ª que no queda m¨¢s remedio que aceptar su veredicto.
He recordado este juego, que Mill¨¢s puso en circulaci¨®n a finales de los alegres ochenta, porque he estado pensando que quiz¨¢ el escritor de El orden alfab¨¦tico tendr¨ªa que reactivarlo apuntalando sus reglas y sugiriendo, para cumplirlas, una especie de polic¨ªa universal del adjetivo obvio que en estos tiempos ser¨ªa muy conveniente.
Por ejemplo, usted dice Manos, y el otro, el que compite por decir el adjetivo obvio, puede recurrir, como Jean Paul Sartre, al m¨¢s perverso de los calificativos. Y puede replicarle: "Sucias". Manos Sucias. "Pues no", le dir¨¢ usted, "yo hab¨ªa pensado en el adjetivo Limpias". ?Limpias?, le dir¨¢ el otro, y en seguida le advertir¨ªa:
-Voy a llamar a la polic¨ªa.
Usted no tendr¨ªa por qu¨¦ asustarse; su interlocutor simplemente llamar¨ªa a la polic¨ªa que controla el uso del adjetivo obvio. ?Es l¨ªcito decir Limpias como adjetivo obvio de Manos, ese hermoso sustantivo? La polic¨ªa mirar¨ªa los hist¨®ricos, que en estas cosas en seguida hay hist¨®ricos, y volver¨ªa razonando:
-Es muy peligroso el adjetivo Limpias, no lo debe usted tolerar. Manos y Limpias van juntas s¨®lo cuando nosotros lo decidamos. Nos jodieron la combinaci¨®n all¨¢ por los 2000. Un seudosindicato, que se llam¨® Manos Limpias. Y nuestra polic¨ªa ha prohibido esta obviedad.
No hay nada m¨¢s manipulable que las manos. O que la palabra sindicato. Javier Pradera evocaba aqu¨ª el otro d¨ªa al grup¨²sculo que copi¨® al juez Varela: "El ensuciado seudosindicato". Lo m¨¢s obvio de las manos es que se ensucien. La arrogancia con la que el seudosindicato sucio ha usado esta construcci¨®n obvia hubiera sido imposible de existir en la sociedad espa?ola una diligente polic¨ªa del adjetivo obvio.
Mientras tanto, impunemente, Manos Limpias se ha dedicado a copiar autor como quien se lava las manos, y nos ha metido en un berenjenal para el que Sartre ya tuvo un t¨ªtulo perturbador y brillante, Manos Sucias, que es ahora, me parece, mucho mejor adjetivo obvio que el que se le hubiera deseado a la hermosa palabra Manos, ensuciada por Manos Limpias, el ensuciado seudosindicato.
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