Desenfreno en la celda
El esc¨¢ndalo sexual entre funcionarios y presas de Alcal¨¢-Meco sacude los cimientos de la prisi¨®n
El funcionario se palp¨® el bolsillo de la camisa y comprob¨® que no le quedaba tabaco. Sali¨® de la celda y a medida que cruzaba el m¨®dulo dejaba su olor a colonia varonil hasta llegar al economato. El Trajes, como le llamaban al carcelero por su af¨¢n de parecer elegante, compr¨® unos pitillos y regres¨® al chabolo. All¨ª sonaba la m¨²sica a todo trapo: le esperaban dos reclusas, con las que comparti¨® despu¨¦s bailes y alcohol. La fiesta dur¨® hasta altas horas de la madrugada. Era el 4 de abril y a la ma?ana siguiente, a la hora del desayuno, otras presas aparecieron con ojeras. El chirriar de los muelles y los jadeos no hab¨ªan dejado dormir a las reclusas de las celdas pr¨®ximas.
El ambiente era relajado en Madrid I, la c¨¢rcel para mujeres de Alcal¨¢-Meco (Madrid). El penal est¨¢ anclado en un inh¨®spito paraje, pero una vez en el interior, nada m¨¢s atravesar un control, aparecen amplios espacios abiertos, ¨¢rboles y zonas verdes. Hasta hace una semana no era raro ver a funcionarios de prisiones hablando por el m¨®vil en mitad de los m¨®dulos, o a otros entrando en la cocina para picotear entre las cacerolas. Hab¨ªa algunos que a la hora de comer se iban a casa, con siesta incluida. Las fechas se?aladas se celebraban con vino. Todo parece indicar que la situaci¨®n se les fue de las manos a los responsables del centro de reclusi¨®n.
La dejadez se apoder¨® de la c¨¢rcel. De la alacena desaparec¨ªan latas de at¨²n, mejillones, papel...
Algunos funcionarios ve¨ªan de noche a sus 'preferidas' no s¨®lo en celdas, sino tambi¨¦n en la zona de seguridad
Es duro decir eso de un penal que siempre hab¨ªa sido mod¨¦lico. Aqu¨ª se dec¨ªa a las presas, nada m¨¢s entrar, que ten¨ªan dos opciones, "ir de frente o hacer curvas". De ellas depend¨ªa no malgastar el tiempo de encierro y emplearlo en estudiar, hacer cursos y estar en paz. Se les daba libertad. Pod¨ªan andar con tranquilidad por el patio y los m¨®dulos. Existe en el centro una tradici¨®n de funcionarios, sacerdotes y desinteresados que han luchado por la dignidad de las presas. Eso no se lo puede quitar nadie a Madrid I. Sigue funcionando en esta prisi¨®n el Teatro Yeses, una compa?¨ªa nacida en la antigua c¨¢rcel de Yeser¨ªas, hace 24 a?os, de la mano de la funcionaria Elena C¨¢novas. Fue una revoluci¨®n. Convirti¨® a mujeres sin ning¨²n futuro en actrices capaces de representar las obras m¨¢s sofisticadas. Son historia.
La gran mayor¨ªa de las 621 internas no tienen delitos de sangre, sino que han sido pilladas con droga o se han visto envueltas en delitos de estafa. Esto no es Madrid II, la c¨¢rcel de al lado, donde est¨¢n hacinados 905 hombres y a veces es necesario que vigiles tus espaldas.
Esto es otra cosa. "El ambiente era muy relajado, quiz¨¢ demasiado", dice una funcionaria a la puerta del penal, en una ma?ana horrorosa en la que hay que soportar 30 grados bajo el sol sin una sombra en kil¨®metros a la redonda. Tan relajada estaba la cosa que para algunos el trabajo se torn¨® en fiesta. Esa dejadez le ha costado el cargo a parte de la c¨²pula directiva del centro (el director, el subdirector de seguridad y el administrador) y ha desatado un esc¨¢ndalo de sexo a cambio de favores entre guardianes y reclusos que a¨²n se est¨¢ investigando. Lo destap¨® el peri¨®dico 20 minutos y en ¨¦l podr¨ªan estar implicados una docena de trabajadores.
Lo que es seguro es que El Trajes, un hombre de 55 a?os que no suele llevar la corbata reglamentaria -usa otras de color amarillo chill¨®n-, entr¨® en una celda de madrugada. Algo totalmente prohibido. Estuvo esa noche con dos presas, le dio tiempo a que se le acabara el tabaco, visit¨® el economato, despu¨¦s regres¨® y perturb¨® el sue?o de las dem¨¢s reclusas. Risas y gemidos. Ning¨²n compa?ero le impidi¨® llegar hasta la celda a El Trajes, que esa noche no pintaba nada all¨ª. La juerga que se corrieron fue la comidilla al d¨ªa siguiente en el desayuno y despu¨¦s en el patio. El caso ha alarmado a todos, incluidos a los familiares de las presas. Pero sobre todo a novios como este que aparece en el aparcamiento con la camisa abierta por el bochorno y con la m¨²sica de Manzanita a toda pastilla, dispuesto a pasar media hora en el vis a vis. "Me pensaba que estaban muy jodidas ah¨ª y ahora leo esto y me pongo de los nervios. Ella me jura que no ha hecho nada, que sab¨ªa que hab¨ªa sexo dentro, pero que ella no tiene nada que ver...".
La dejadez se apoder¨®, en general, de la prisi¨®n. Fueron desapareciendo de la alacena latas de at¨²n, mejillones, papel higi¨¦nico... Con la excusa de llevarse comida para el perro, algunos se llevaban tupperwares llenos. Los amigos de las internas chocaban de lleno con un grupo de trabajadoras conocido como Las Talibanas, un sector duro de funcionarias que achacan todos los males del penal a la unificaci¨®n de escalas, lo que dio entrada a las plantillas mixtas: a partir de 2009 tambi¨¦n hay funcionarios hombres en las prisiones para mujeres. Las Talibanas gustan poco de relacionarse con las internas, son m¨¢s bien amantes del orden y la disciplina. La guerra entre estas dos facciones de funcionarios es uno de los motivos por los que el esc¨¢ndalo ha traspasado los muros de la c¨¢rcel.
El asunto se ha llevado por delante a Jos¨¦ Luis Cuenca, director de la prisi¨®n durante cuatro a?os. Alega que recibi¨® informaci¨®n contradictoria sobre la juerga de Nochevieja, de ah¨ª que no suspendiese al trabajador, y que no se puede probar nada sobre el descontrol sexual del penal. "Son cuentos calenturientos", explica al otro lado del tel¨¦fono, y dice sentirse v¨ªctima de una caza de brujas. Desde Instituciones Penitenciarias le achacan indolencia y haber dejado el centro a su libre albedr¨ªo. Antiguas reclusas, compa?eras de las presas implicadas, no se muestran para nada sorprendidas con los cap¨ªtulos sexuales, aunque aseguran que no son abusos. Porque ah¨ª dentro "tambi¨¦n hay necesidades". "Es una cosa de hombres y mujeres. ?Tanto te sorprende?".
Las correr¨ªas de El Trajes no son las ¨²nicas que se est¨¢n investigando. Otro funcionario conocido como El Troncales, un delegado sindical de 48 a?os y destacado miembro de la Junta de Personal, abandon¨® su puesto de trabajo la ma?ana del 31 de diciembre para ir al supermercado en busca de alcohol. Una compa?era que denunci¨® el asunto asegura que lo vio compartiendo despu¨¦s vino y verm¨² con dos presas y otras funcionarias en la cocina. Las llaves de las celdas estaban sobre la mesa. La mujer fue a quejarse al jefe de servicio, pero a?ade en su informe que ¨¦ste le respondi¨® con desd¨¦n. "Est¨¢ mal eso de dar alcohol a las presas... como mucho bombones y mucho amor".
Lo que revelan estos dos casos era lo que seg¨²n los propios funcionarios ven¨ªa ocurriendo desde hace tiempo. Hab¨ªa cuatro o cinco trabajadores que ten¨ªan a sus "preferidas", con las que compart¨ªan noches de pasi¨®n, no ya s¨®lo en la celda, sino tambi¨¦n en la zona de seguridad. ?A cambio de algo? Las primeras investigaciones apuntan que recib¨ªan drogas y tel¨¦fonos m¨®viles, bienes muy preciados en una c¨¢rcel. Si as¨ª fuese, el caso se pondr¨ªa en manos de la Fiscal¨ªa.
Nadie puso freno a las juergas. Nadie impidi¨® que El Trajesllegase con ganas de marcha a una de las celdas. Desde hace una semana, un inspector se pasea por el penal vigilando a los funcionarios. Orden y disciplina. Las Talibanas han impuesto su ley.
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