?Todos para un impuesto y un impuesto para todos?
Cuando estalle la pr¨®xima crisis financiera global a plena escala, no permitamos que se diga que el Fondo Monetario Internacional nunca se preocup¨® por prevenirla. Recientemente, el FMI propuso un nuevo impuesto global a las instituciones financieras en relaci¨®n aproximada a su tama?o, as¨ª como un impuesto a las ganancias y bonificaciones de los bancos.
La propuesta del FMI ha sido recibida con un desd¨¦n y un escarnio predecibles por parte de la industria financiera. M¨¢s interesantes y significativas son las opiniones encontradas de los presidentes y ministros de Finanzas del G-20. Los Gobiernos en el epicentro de la reciente crisis financiera, especialmente EE UU y Reino Unido, se muestran absolutamente entusiastas, particularmente respecto del impuesto en proporci¨®n al tama?o. Despu¨¦s de todo, ellos quieren implementarlo de cualquier manera. Los pa¨ªses que no experimentaron los recientes colapsos bancarios, como Canad¨¢, Australia, China, Brasil e India, no est¨¢n tan entusiasmados. ?Por qu¨¦ deber¨ªan cambiar los sistemas que resultaron ser tan resistentes?
Esperemos que en su pr¨®xima reuni¨®n, los l¨ªderes del G-20 se tomen en serio el problema
Imponer una tasa a los bancos seg¨²n su tama?o es una manera de garantizar cierta justicia
Es muy f¨¢cil criticar los puntos espec¨ªficos del plan del FMI. Pero el diagn¨®stico m¨¢s general que hace el FMI del problema es muy atinado. Los sistemas financieros est¨¢n inflados por garant¨ªas impl¨ªcitas de los contribuyentes, que permiten a los bancos, especialmente a los grandes, pedir dinero prestado a tasas de inter¨¦s que no reflejan plenamente los riesgos que asumen en busca de ganancias sobredimensionadas. Dado que el riesgo luego se transfiere a los contribuyentes, imponer impuestos a las compa?¨ªas financieras en proporci¨®n a sus empr¨¦stitos es una manera sencilla de garantizar cierta justicia.
"?Qu¨¦ riesgos?", quieren saber las compa?¨ªas financieras. El coste promedio de los rescates fue de apenas unos pocos puntos porcentuales del PBI. Y la crisis fue un acontecimiento ¨²nico en medio siglo.
El FMI correctamente se?ala que estas argumentaciones son rid¨ªculas. Durante la crisis, los contribuyentes respondieron por casi una cuarta parte del ingreso nacional. Tal vez la pr¨®xima crisis no resulte tan bien, y las p¨¦rdidas que soporte la poblaci¨®n sean asombrosas. Incluso con el ¨¦xito de los rescates, los pa¨ªses sufrieron p¨¦rdidas de producci¨®n masivas debido a las recesiones y a un crecimiento sostenido por debajo de lo normal.
Sin embargo, si bien la regulaci¨®n debe ocuparse de los balances sobredimensionados de los bancos que estuvieron en el origen de la crisis, el FMI est¨¢ en lo cierto al no concentrarse excesivamente en reparar el problema de los bancos demasiado grandes para quebrar. Una cantidad sorprendente de expertos parece pensar que si se pudieran dividir los grandes bancos, los Gobiernos ser¨ªan mucho m¨¢s resistentes a los rescates y todo el problema del riesgo moral se acabar¨ªa.
Esa l¨®gica es dudosa, en vista de cu¨¢ntas crisis similares han afectado a sistemas sumamente diferentes a lo largo de los siglos. Una crisis sist¨¦mica que afecte simult¨¢neamente a una gran cantidad de bancos medianos ejercer¨ªa igual presi¨®n para que los Gobiernos rescaten al sistema que una crisis que afecte a un par de bancos grandes.
Hay ideas demasiado complejas flotando en el ambiente que parecen buenas en papel, pero que podr¨ªan resultar profundamente err¨®neas en una crisis importante. Cualquier soluci¨®n s¨®lida puede ser razonablemente f¨¢cil de entender e implementar. La propuesta del FMI parece pasar estas pruebas.
Por el contrario, algunos especialistas en finanzas est¨¢n a favor de obligar a los bancos a depender mucho m¨¢s de deuda contingente que se pueda convertir por la fuerza en acciones (posiblemente sin valor) en caso de un colapso a nivel de todo el sistema. Ahora bien, c¨®mo se puede implementar esta forma de quiebra preempaquetada en un mundo de sistemas legales, pol¨ªticos y bancarios tan diferentes, es algo que resulta poco claro. La historia financiera est¨¢ plagada de dispositivos de red de seguridad que no hab¨ªan sido sometidos a prueba y que en una crisis fallaron. Mejor controlar el crecimiento del sistema.
La postura del FMI, en cambio, no es tan s¨®lida cuando piensa que su sistema de un impuesto global ¨²nico para todos de alguna manera nivelar¨¢ el campo de juego internacionalmente. No lo har¨¢. Los pa¨ªses que hoy tienen sistemas regulatorios financieros s¨®lidos ya est¨¢n gravando de manera efectiva a sus compa?¨ªas financieras m¨¢s que, digamos, EE UU y Reino Unido, donde la regulaci¨®n financiera es casi m¨ªnima. Estados Unidos y Reino Unido no quieren debilitar su ventaja competitiva gravando a los bancos mientras que otros pa¨ªses no lo hacen. Pero es en sus sistemas donde existe la necesidad mayor y m¨¢s urgente de frenos y contrapesos m¨¢s fuertes.
No lleguemos tan lejos a la hora de defender a los pa¨ªses renuentes que rechazan la propuesta del FMI. Estos pa¨ªses necesitan admitir que si EE UU y Reino Unido implementan reformas aunque no fueran m¨¢s que modestas, una buena cuota de capital fluir¨¢ a otra parte, abrumando potencialmente los sistemas regulatorios que parec¨ªan funcionar bien hasta ahora.
?Y qu¨¦ pasa con el segundo impuesto propuesto por el FMI a las ganancias y bonificaciones de los bancos? Un impuesto de esas caracter¨ªsticas es pol¨ªticamente atractivo, pero en definitiva tiene poco sentido -excepto, tal vez, en un a?o de crisis en el que los subsidios bancarios son absolutamente transparentes-. Ser¨ªa preferible mejorar directamente la regulaci¨®n del mercado financiero y dejar que los sistemas tributarios nacionales se ocupen del ingreso de los bancos como del de cualquier otra industria.
El primer esfuerzo del FMI a la hora de prescribir una cura puede tener defectos, pero su diagn¨®stico de un sector financiero inflado por el riesgo moral es a las claras acertado. Esperemos que cuando los l¨ªderes del G-20 se re¨²nan m¨¢s avanzado este a?o decidan tomarse en serio el problema en lugar de demorar una discusi¨®n durante una d¨¦cada o dos hasta que caiga sobre nosotros la pr¨®xima crisis.
Kenneth Rogoff, profesor de Econom¨ªa y Pol¨ªtica P¨²blica en la Universidad de Harvard, fue economista principal en el FMI. ? Project Syndicate, 2010.
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