?Pero esto es todo?
La reforma financiera no arranca por la presi¨®n de la banca y las dificultades para darle la vuelta a 25 a?os de desregulaci¨®n
La gran banca internacional -la banca, a secas- es la principal causante de la crisis, de la locura colectiva de los mercados en los ¨²ltimos a?os. Eso es algo que ya casi nadie discute. Ni siquiera los propios banqueros, que llevan unos a?os surrealistas: en Francia, durante los ochenta, los socialistas tomaron los bancos; en Espa?a, izquierdas y derechas hicieron poco m¨¢s o menos lo mismo con las cajas; en la ¨²ltima d¨¦cada, en Estados Unidos, los bancos tomaron el Gobierno, y una vez llegada la crisis el sector consigui¨® cerrar una macabra cuadratura del c¨ªrculo y "combinar lo peor del capitalismo y lo peor del socialismo: socializar las p¨¦rdidas y privatizar los beneficios", seg¨²n la definici¨®n acu?ada por el soci¨®logo Nicholas Taleb. En realidad, los chanchullos del sistema financiero est¨¢n detr¨¢s de casi cualquier crisis de calado en los ¨²ltimos 200 a?os. Aunque esa, probablemente, sea otra historia.
Despu¨¦s de 10 a?os, nadie suele recordar qu¨¦ pas¨® en la crisis anterior
Parece muy probable que el sector vuelva a jugar a los mismos juegos que nos metieron en este l¨ªo
La permisividad de los supervisores hizo funcionar el 'casino' de la deuda
Un ej¨¦rcito de grupos de presi¨®n combate los cambios
Dos tercios de los estadounidenses quieren la reforma, seg¨²n las encuestas
Galbraith teme que la reforma s¨®lo funcione a golpe de l¨¢tigo judicial
Los reguladores piden tranquilidad, no quieren precipitarse
Los problemas de la UE pueden ralentizar los cambios normativos
Basilea admite que la banca notar¨¢ la reforma en su cuenta de resultados
Propuestas como la relativa a para¨ªsos fiscales son de muy bajo calado
O tal vez no tanto: "No es que el sentido de responsabilidad de la comunidad financiera respecto a la sociedad sea peque?o: es que es pr¨¢cticamente nulo", escrib¨ªa tras el crack de 1929 y la Gran Depresi¨®n el maestro John K. Galbraith, uno de los grandes economistas del siglo XX. Desde su despacho en la Universidad de Texas, su hijo James K. Galbraith -tambi¨¦n brillante economista- se r¨ªe con sorna al otro lado del tel¨¦fono cuando se le pregunta por la refundaci¨®n del capitalismo que prometieron los l¨ªderes mundiales hace ya m¨¢s de dos a?os, tras el inicio de la Gran Recesi¨®n. "Es un espejismo pensar que el sistema puede funcionar tras la reforma financiera. El debate est¨¢ planteado entre aquellos que son favorables a instaurar esa ilusi¨®n (los dem¨®cratas en Estados Unidos) y los que prefieren un sistema de rapi?a. La tercera fuerza, en realidad la ¨²nica fuerza efectiva, es el sistema judicial, que apenas ha comenzado a actuar. Que sea de veras efectiva (a trav¨¦s de investigaciones, de demandas y sobre todo de condenas) est¨¢ por ver".
As¨ª funciona Estados Unidos: al final, los grandes y los peque?os problemas empiezan a resolverse por la v¨ªa de los tribunales. Y puede que esa tambi¨¦n sea la ¨²nica forma de que funcione el resto del mundo: a golpe de l¨¢tigo de los juzgados, empezando por la acusaci¨®n de fraude de Estados Unidos a Goldman Sachs, cuyo presunto fraude (vend¨ªan productos montados sobre las nefastas hipotecas basura sin informar a sus clientes de los riesgos) representa el rostro inaceptable del capitalismo.
Porque tras montones de cumbres internacionales y centenares de reuniones entre reguladores, banqueros y pol¨ªticos, la vida sigue igual. A pesar de haber hinchado las expectativas de una reforma profunda del sistema financiero con las habituales declaraciones grandilocuentes -"si quieren guerra, la tendr¨¢n" (Barack Obama); "el mundo seguir¨¢ siendo un lugar peligroso mientras no llegue la hora de la reforma" (Dominique Strauss-Kahn); "hay que refundar el capitalismo" (Angela Merkel y Nicolas Sarkozy), y as¨ª ad infinitum-, no hay apenas nada de aquella tierra prometida. La reforma financiera, la piedra angular del nuevo sistema que debe salir de las cenizas del viejo, no avanza. Y si lo hace es a un ritmo imperceptible para la ciudadan¨ªa -una palabra que deber¨ªa escribirse siempre en cursiva-, incluso para buena parte de los expertos. "La pol¨ªtica fracas¨® al aceptar que los bancos se autorregularan, y la pol¨ªtica (y los pol¨ªticos) vuelve a fracasar con estr¨¦pito porque lo ¨²nico que ve la gente, y es poco probable que la gente se equivoque, es que los Gobiernos han rescatado a las entidades financieras con un cheque en blanco: miles de millones gastados despu¨¦s han vuelto a los beneficios, han vuelto a los bonus y sobre todo empiezan a volver a algunas de las pr¨¢cticas que nos llevaron a esto: nada o apenas nada ha cambiado", resum¨ªa hace unos d¨ªas el Nobel de Econom¨ªa Joseph Stiglitz en Barcelona.
La ira ciudadana aumenta a la velocidad que sube el paro, a medida que la crisis se prolonga y va dejando cicatrices aqu¨ª y all¨¢, al conocerse una pensi¨®n multimillonaria de un banquero o cu¨¢nto se van a repartir los ejecutivos de otra entidad que en su d¨ªa fue rescatada por el Estado. Los reguladores piden tranquilidad, aseguran que trabajan a la velocidad adecuada, no quieren prisas, argumentan que es un asunto demasiado delicado para precipitarse. S¨®lo los tejemanejes de Goldman Sachs que ha denunciado EE UU han podido sacar la reforma de su letargo al otro lado del Atl¨¢ntico. Obama puede provocar as¨ª una respuesta en Europa, que de momento est¨¢ enfangada en otros problemas.
Se supone que estar cerca de la muerte obliga a revisar las prioridades, la escala de valores, esas cosas. El capitalismo, o al menos la peculiar versi¨®n conocida como capitalismo financiero desregulado -o a la americana- que se impuso en los ¨²ltimos 25 a?os, estuvo al borde del precipicio en alg¨²n momento de septiembre de 2008: los l¨ªderes mundiales no tardaron en proclamar que impondr¨¢n m¨¢s regulaci¨®n, m¨¢s control tras unos a?os de barra libre, de casi todo vale. Al cabo, hab¨ªa una burbuja (o varias) con muchos padres pero sobre todo uno: la banca y una serie de pr¨¢cticas basadas en los excesos. O en algo de tan dudoso nombre como el sistema bancario en la sombra. O directamente en el fraude, en algunos casos. Y eso hab¨ªa que cambiarlo para "disciplinar" el sistema financiero, seg¨²n la definici¨®n del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Pero el olvido. El olvido es quiz¨¢ uno de los grandes problemas econ¨®micos, uno de los m¨¢s dif¨ªcilmente solubles. La memoria financiera dura unos 10 a?os; acabado ese plazo ya nadie suele recordar qu¨¦ demonios sucedi¨® en la crisis anterior. Hace justo una d¨¦cada explot¨® una burbuja -la famosa puntocom-, apoyada en manipulaciones contables, en ingenier¨ªas financieras, el t¨ªpico relato del ung¨¹ento de serpiente que acab¨® explotando. Tambi¨¦n entonces los reguladores prometieron ponerse a trabajar para evitar que eso volviera a repetirse. Casi 10 a?os despu¨¦s, la siguiente burbuja, inmobiliaria y de deuda, consigui¨® que los ejecutivos que perpetraron aquella crisis de las puntocom, las Enron, Worldcom y dem¨¢s parecieran meros aprendices de brujo en comparaci¨®n con los nuevos Houdinis de las finanzas y las matem¨¢ticas financieras.
No han pasado ni tres a?os desde el pinchazo inicial de esa burbuja y los banqueros "ya han perdido la memoria", asegura Paul De Grauwe, de la Universidad de Lovaina. Gobiernos y reguladores aseguran que no, que siguen teniendo entre ceja y ceja la reforma, que habr¨¢ cambios tarde o temprano. Pero el lobby financiero es potente; tal vez tan potente ya como el petrolero tras la irresistible evoluci¨®n del sector bancario a lo largo de los ¨²ltimos a?os.
En fin, la banca forcejea para mantener sin apenas cambios la desregulaci¨®n iniciada en tiempos de Reagan y Thatcher, la revoluci¨®n conservadora que luego continuaron -por cierto- los dem¨®cratas durante el mandato de Bill Clinton, y que lleg¨® a convertirse en dogma con el Gobierno de George W. Bush. Un ej¨¦rcito de lobbistas presiona en Washington, en Bruselas, en Basilea y all¨¢ donde se negocie la reforma financiera para impedirlo, en un pulso que ha desarrollado una narrativa en la que caben incluso las conspiraciones: algunos de los que impulsaron la desregulaci¨®n siguen en el puente de mando. "Larry Summers, asesor econ¨®mico de Obama, fue f¨¦rreo defensor de la desregulaci¨®n con Clinton; Timothy Geithner, secretario del Tesoro, procede de Wall Street, y Jaime Caruana, que debe poner en marcha los nuevos requisitos de capital y liquidez en el Banco de Pagos de Basilea, es uno de los responsables de la regulaci¨®n que est¨¢ en vigor, y que permiti¨® a los bancos medir sus propios niveles de riesgo, con las consecuencias que despu¨¦s se han visto", ataca Jos¨¦ Carlos D¨ªez, economista jefe de Intermoney.
Y sin embargo, es cierto que algunos aspectos de la reforma avanzan. Obama ha dado un paso adelante en esa carrera: la reforma acaba de entrar en el Senado y el presidente norteamericano quiere tenerla lista antes del verano o, a m¨¢s tardar antes del segundo aniversario de la ca¨ªda de Lehman Brothers, el Waterloo del sector financiero. En Europa se avanz¨® con rapidez al principio, pero la reforma se encall¨® y los problemas de Grecia la han dejado aparcada, al menos de momento.
Desde el Banco de Pagos de Basilea -una especie de banco central de bancos centrales-, Stephen G. Cecchetti pone el contrapunto a quienes critican los retrasos acumulados: "No estoy de acuerdo con la supuesta lentitud de la reforma. Las cosas van muy, muy deprisa. Hay aspectos t¨¦cnicos que pueden suponer m¨¢s tiempo, sobre todo la imprescindible coordinaci¨®n internacional, pero en menos de dos a?os hemos avanzado mucho", asegura, en l¨ªnea con Jos¨¦ Vi?als, m¨¢ximo responsable del sector financiero en el FMI. "Puede que la banca presione porque al fin y al cabo los cambios se van a notar en la cuenta de resultados. Pero ni siquiera los bancos se oponen a una mayor regulaci¨®n, tras unos a?os en los que en algunos aspectos y en algunos pa¨ªses se iba en la direcci¨®n contraria", a?ade. Y deja claro que b¨¢sicamente va a haber "m¨¢s requisitos de capital y de liquidez para los bancos; falta ver exactamente su alcance, pero la filosof¨ªa ya est¨¢ consensuada".
M¨¢s requisitos de capital y liquidez, naturalmente, es otra forma de decir que la banca debe volver a ser predecible y aburrida: al menos los bancos comerciales. Endeudarse por 20 y hasta 30 veces el capital lleg¨® a ser la regla y no la excepci¨®n en los ¨²ltimos a?os; y no s¨®lo en la banca de inversi¨®n de Wall Street. "Tienen sentido los pasos que se est¨¢n dando en esa direcci¨®n", asegura desde Princeton el ex asesor de Clinton Alan S. Blinder, "pero hay montones de potenciales diablos en los detalles". Blinder afirma que Gobiernos, reguladores y mercados "a¨²n no han olvidado las causas de la crisis (aunque tarde o temprano lo har¨¢n), por lo que esta sigue siendo una gran oportunidad". "Eso s¨ª: los lobbies no se van a quedar de brazos cruzados. La presi¨®n va a ser intensa, hasta el ¨²ltimo suspiro. Hay mucho dinero en juego", a?ade por correo electr¨®nico.
Obama tiene el viento a favor tras la acusaci¨®n contra Goldman Sachs, que ha aumentado la presi¨®n popular para que los cambios normativos salgan adelante pese a las reticencias de los republicanos: dos tercios de los norteamericanos son favorables a atar en corto a los bancos. Pero esa batalla puede tener consecuencias en la Uni¨®n Europea. "Hasta ahora no ha habido grandes diferencias entre la cincuentena de propuestas que han salido de Estados Unidos y de Europa: los caminos seguidos son parecidos en hedge funds [fondos especulativos], derivados, agencias de rating y control de riesgo. La diferencia es que Obama ha sabido encontrar el tempo adecuado, a pesar de que algunos le han acusado de utilizar el caso Goldman Sachs para eso, mientras que Europa ha perdido el empuje inicial tanto por la crisis fiscal como por la presi¨®n de Reino Unido, que tiene una posici¨®n ambivalente porque teme perder la City y act¨²a siempre en su propio inter¨¦s", dice Karel Lannoo, experto en regulaci¨®n financiera del Center for European Policy Studies.
Entre la docena de expertos consultados predominan quienes piensan que el proceso va lento e incluso "muy lento", como De Grauwe. Pero eso tampoco es necesariamente malo. El sistema financiero es como el cerebro de la econom¨ªa: un mecanismo de coordinaci¨®n que asigna capital para construir f¨¢bricas, viviendas y carreteras, seg¨²n la definici¨®n de Keynes. Y a diferencia de lo que ocurre con otros sectores, una mala reforma puede ser muy peligrosa en algo tan delicado. "El proceso se ha ralentizado, pero ese retraso tiene su lado bueno: ha habido propuestas populistas, improvisadas, con el ¨²nico objetivo de calmar a la opini¨®n p¨²blica. Y habr¨ªa que dise?ar los cambios con m¨¢s calma, con m¨¢s cabeza. La reforma financiera no nos va a sacar de la crisis: debe dar forma al sistema financiero del futuro, evitar crisis futuras dentro de lo posible. No es nada sencillo. No es bueno improvisar con ella", apunta desde Londres Vicente Cu?at, de la London School of Economics.
Ricardo Caballero, profesor del MIT en Cambridge, comparte ese punto de vista. "Europa va a estar concentrada en Grecia, en la deuda p¨²blica y en su p¨¦rdida de competitividad durante un tiempo. La reforma se postergar¨¢, y eso retrasar¨¢ la estadounidense porque es esencial la coordinaci¨®n internacional para que la banca no encuentre resquicios por donde librarse de la regulaci¨®n. Puede que eso no sea del todo malo: muchas de las propuestas que se han hecho no solucionan nada de lo que caus¨® la crisis, y algunos aspectos, como algunas cosas de la regla Volcker [la propuesta estadounidense], son incluso contraproducentes". "Es tan importante lo que se hace como lo que no se hace", a?ade Caballero, "y hay que tener en cuenta que en esta crisis no s¨®lo cometi¨® errores el sector privado; tambi¨¦n los reguladores y los supervisores se equivocaron, crearon una enorme confusi¨®n, y es necesario abordar un sistema de garant¨ªas p¨²blicas para controlar el riesgo sist¨¦mico".
No es tarea f¨¢cil regular un sistema en el que los bancos son el casino, los grandes apostadores, los agentes de los peque?os apostadores y donde casi tienen mano con el croupier. La banca aduce que ha vuelto a los beneficios, que el cr¨¦dito se recuperar¨¢ tarde o temprano y que bastar¨ªa con ligeros ajustes para que el sector funcione como un reloj. Y mete miedo: asegura que el tsunami regulatorio, las m¨¢s de 50 propuestas en su conjunto, dejar¨¢n menos dinero para prestar y por lo tanto dificultar¨¢n la concesi¨®n de cr¨¦ditos, y con ello la salida de la recuperaci¨®n. Javier Su¨¢rez, profesor del Cemfi, admite que esos argumentos "pueden llegar a paralizar a los reguladores ante las dificultades para calibrar cu¨¢l puede ser el resultado de tocar tantas claves a la vez". Y resume c¨®mo est¨¢ la situaci¨®n en cuatro trazos.
Uno: "Basilea va a elevar las necesidades de capital y de liquidez, y eso es deseable y sensato porque llevar¨¢ a una banca m¨¢s robusta, siempre que se haga con un calendario a varios a?os vista para no ahogar la recuperaci¨®n". Dos: "A¨²n no hay consenso, pero va a haber una regulaci¨®n para los bancos demasiado grandes o demasiado interconectados para caer. Una forma puede ser trocearlos, como han propuesto Estados Unidos y Reino Unido, aunque es posible que eso no solucione nada. Otra aproximaci¨®n es gravarlos con impuestos, como ha propuesto el FMI, sobre todo en el caso de las operaciones m¨¢s especulativas: eso cambiar¨ªa el actual sistema de incentivos, que lleva a los bancos a hacerse cada vez m¨¢s grandes porque saben que as¨ª el Estado los salvar¨¢ si algo sale mal". Tres: hay acuerdo para regular los hedge funds, el capital riesgo y los productos derivados -armas de destrucci¨®n masiva en manos de los banqueros, seg¨²n el inversor Warren Buffet-; es decir, a m¨¢s presi¨®n para los actores y los productos m¨¢s especulativos del negocio. Y por ¨²ltimo, hay varias medidas a¨²n difusas para cambiar la estructura institucional, un caj¨®n de sastre que incluye crear nuevas autoridades y "hacer reglas m¨¢s claras" para cuando lleguen nuevas crisis, resume Su¨¢rez.
No se trata de un resumen exhaustivo: hay propuestas para regular tambi¨¦n el papel de las agencias de calificaci¨®n de riesgos, que no vieron venir la crisis, contribuyeron a crear la burbuja e incluso han puesto su granito de arena para que las cosas vayan a peor: suelen hinchar sus notas cuando todo va bien y tienen el gatillo f¨¢cil para rebajar los ratings cuando van mal, seg¨²n sus detractores, lo que supone exacerbar los ciclos. Y hay medidas tambi¨¦n para limitar los para¨ªsos fiscales -de muy escaso calado- y para regular los bonus de los banqueros y evitar as¨ª comportamientos miopes, cortoplacistas. Se trata de ligar las retribuciones al largo o muy largo plazo para evitar que los ejecutivos asuman riesgos excesivos a corto plazo para llenarse los bolsillos, pase lo que pase despu¨¦s con la cuenta de resultados. "Pero no va a ser sencillo tocar los bonus", avisa Dean Baker, del Centro de Estudios de Pol¨ªtica Econ¨®mica en Estados Unidos.
En realidad, no va a ser nada f¨¢cil tocar nada. Van casi tres a?os de crisis desde el estallido de las subprime, y de momento los acuerdos brillan por su ausencia. Un ejemplo: el FMI present¨® dos propuestas de impuestos a la banca en la ¨²ltima reuni¨®n de los ministros de Finanzas del G-20, en Washington, y se encontr¨® posiciones encontradas. Pa¨ªses como Canad¨¢ o Australia, que han capeado bien la crisis y tienen un sistema financiero saneado, no quieren ver ese tipo de grav¨¢menes ni en pintura. Y en cambio, los m¨¢s golpeados -EE UU y Reino Unido, tradicionalmente contrarios a cualquier cosa que suene a m¨¢s impuestos, adem¨¢s de los socios de la UE- est¨¢n a favor porque adem¨¢s, de alguna manera, les puede venir bien ese dinero para sanear sus cuentas p¨²blicas, muy castigadas por la crisis.
Una de las grandes lecciones de esta crisis es que la pol¨ªtica va por detr¨¢s de la econom¨ªa, salvo cuando es imprescindible acudir en auxilio de la segunda. La innovaci¨®n financiera siempre ha ido por delante de la regulaci¨®n necesaria. Al cabo, los pol¨ªticos suelen prepararse para la batalla que ya se perdi¨®. Aun as¨ª, "ser¨ªa imperdonable que llegara una crisis parecida por uno de los agujeros que ha dejado la regulaci¨®n en estos a?os. No volveremos al business as usual. Tal vez no lleguemos lo suficientemente lejos por las presiones del lobby financiero, que es enorme, y sin embargo est¨¢ m¨¢s d¨¦bil de lo que sol¨ªa. Porque lo que de verdad es enorme es el resentimiento de los Gobiernos contra la industria financiera", cierra Nicolas Ver¨®n, de Bruegel. Galbraith, tan agraviado durante a?os por los neoliberales por demostrar que el rey estaba desnudo, sol¨ªa decir que los altos ejecutivos del sector financiero suelen vivir tanto del rigor como de la irracionalidad: as¨ª se hacen los negocios, y as¨ª se cimentan algunos excesos. Sobre todo cuando la regulaci¨®n no es la adecuada. -
Huracanes, tsunamis y mentiras nuevas
La banca -el universo econ¨®mico en general- tiene una extra?a relaci¨®n con las palabras. Hablar de falta de transparencia es, naturalmente, otra manera de decir falta de informaci¨®n, por citar s¨®lo uno de los muchos eufemismos que proliferan en la literatura econ¨®mica. La nomenclatura es imposible: externalidades, apalancamiento, provisiones, derivados, por no hablar de los acr¨®nimos (RAE, ROE, Ebitdas y dem¨¢s) y de los abundantes anglicismos (subprime y credit default swaps
son quiz¨¢ dos de los ejemplos m¨¢s actuales). Todo eso sirve para definir conceptos que suelen ser tan intelectualmente elegantes como dif¨ªciles de entender: una de las razones esgrimidas para regular los derivados es que ni el mismo sector financiero sabe exactamente lo que son, dice Joseph Stiglitz en su ¨²ltimo libro,
Ca¨ªda Libre
. Stiglitz es especialmente cr¨ªtico con algunos de los hallazgos de la banca que pasan directamente a las p¨¢ginas de los peri¨®dicos: se queja de que cojan vuelo y calen palabras como "tormenta", "terremoto" o incluso "
tsunami
" para definir lo que el Nobel califica -con cierto aire panfletario- como "el gran atraco estadounidense": "Como al parecer sucede tan a menudo en nuestra sociedad, 'son cosas que pasan'. (...) Pero esta crisis ha sido el resultado de actos, decisiones y razonamientos de los responsables del sector financiero. El sistema que fracas¨® tan estrepitosamente no se materializ¨® por s¨ª solo. Fue creado. Mucha gente trabaj¨® muy duro (y gast¨® mucho dinero) para que adoptara la forma que adopt¨®". No fueron las fuerzas de la naturaleza, no fue una plaga b¨ªblica, no fue un tif¨®n lo que arras¨® las finanzas y posteriormente la econom¨ªa mundial.
Esa peculiar forma de moldear el lenguaje sigue en boga. Wall Street se queja de que los medios de comunicaci¨®n desquicien la realidad denominando "rescate" a lo que se hizo con AIG, con Freddie Mac y Fannie Mae, y con tantos otros, en lugar de conceptos m¨¢s optimistas: "programa de recuperaci¨®n", por ejemplo. El Tesoro de Estados Unidos lleg¨® a llamar "activos depreciados" a los activos t¨®xicos, y despu¨¦s "activos heredados".
Sobre la reforma financiera, Stiglitz es conciso y no se anda precisamente con eufemismos: "Wall Street ha utilizado su poder y su dinero para comprar desregulaci¨®n, seguida r¨¢pidamente del rescate m¨¢s generoso en la historia de la humanidad. Pero a¨²n queda la posibilidad de volver a regular para corregir los errores del pasado". Tom¨¢s Bali?o, ex subdirector del FMI, asegura que los problemas "est¨¢n a la vista de todos y han afectado a todos: el hecho de que, adem¨¢s, muchos de los responsables de la crisis ganaran fortunas ha alimentado a¨²n m¨¢s el resentimiento. Va a haber reformas importantes, eso es seguro; el problema es -como dice Stiglitz- si se llegar¨¢ lo suficientemente lejos". -
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