Alicia en el pa¨ªs de los ideales
En uno de sus ¨²ltimos libros, David Grossman cita una peque?a f¨¢bula de Kafka que tiene por protagonista a un rat¨®n. El rat¨®n, encerrado en una trampa, al ver acercarse al gato, exclama: "?Ay! El mundo cada d¨ªa se hace m¨¢s estrecho". Y es que, cuando las circunstancias externas de nuestra vida se vuelven adversas, todo lo que somos sufre una merma: nuestra libertad, la capacidad para identificarnos con los dem¨¢s, nuestro propio lenguaje, que se vuelve reiterativo y lleno de estereotipos.
La odisea del peque?o rat¨®n de Kafka no es distinta a la de la ni?a que en Pozuelo se ha empe?ado estos d¨ªas atr¨¢s en ir a clase con el velo que le exige su religi¨®n. Se llama Najwa y en el colegio han decidido expulsarla, ya que su reglamento proh¨ªbe llevar prendas sobre la cabeza.
Lo prioritario en el caso de Najwa no deben ser las reglas, sino el bienestar de una chica de 16 a?os
Periodistas, padres, pol¨ªticos, religiosos han discutido hasta el agotamiento acerca de lo que debe hacerse en casos as¨ª, olvidando que lo que est¨¢ en juego es la suerte de una chica de 16 a?os. Y es curioso tal olvido porque, trat¨¢ndose de una discusi¨®n entre educadores, es eso lo que deb¨ªa preocuparles m¨¢s y porque es bien sabido que para resolver problemas as¨ª suele bastar con un poco de cari?o, sensatez y algo de mano izquierda. Y por eso todos se equivocan. Los profesores y padres del Consejo Escolar, por poner un simple reglamento por encima de su obligaci¨®n de cuidar a los ni?os; los padres de la ni?a, por no convencerla de que acepte las normas del colegio como hacen sus compa?eras; las autoridades, por permitir que se pueda castigar a una ni?a por llevar un simple velo sobre la cabeza; los periodistas, por perseguirla con sus c¨¢maras como a una de esas cervatillas que se adentran por las calles de la ciudad y que, desorientadas y perdidas, no saben regresar al bosque del que proceden.
Y es verdad que todos tienen sus razones para actuar como lo hacen y decir lo que dicen, pero ?bastan esas razones? En un relato del ¨²ltimo libro de Tabucchi, una ni?a se detiene a hablar en una playa con un viejo profesor. La ni?a es avispada y en un momento de la conversaci¨®n, citando sin duda lo que ha o¨ªdo a sus padres, afirma que menos mal que nos quedan los ideales. Y el profesor le contesta que los ideales han llevado a cometer a los hombres las cosas m¨¢s horribles, y que hay que tener mucho cuidado con ellos.
La preciosa pel¨ªcula de Tim Burton sobre las aventuras de Alicia comienza en uno de esos mundos lleno de adultos con ideales. Todos ellos se creen con derecho de decirle a Alicia c¨®mo comportarse y en qu¨¦ ocupar su tiempo. Y el mundo de Alicia se estrecha como el del rat¨®n de la f¨¢bula de Kafka. Pero aparece un conejo blanco y la ni?a accede por el hueco de un ¨¢rbol a un pa¨ªs donde reina el m¨¢s absoluto sinsentido, un sinsentido que bien mirado no es tan distinto al del mundo que acaba de dejar. Pero sus personajes, el Sombrerero Loco, los Gemelos, la Reina Blanca, al contrario que los adultos que conoce, est¨¢n tocados por ese tipo especial de locura que, en vez de limitar, ampl¨ªa el espacio de nuestra alma.
A su regreso de ese misterioso pa¨ªs, Alicia se reencuentra con los suyos, pero ahora sabe lo que quiere y es due?a de un lenguaje personal con el que puede decirles lo que piensa. Y, as¨ª, a su novio forzado le confiesa que no le ama y que nunca se casar¨¢ con ¨¦l, a sus primas que est¨¢ harta de su hipocres¨ªa, a su madre que tiene derecho a decidir su propio futuro e incluso a equivocarse en sus decisiones. Ha descubierto la capacidad de elegir y la dulzura de la libertad, y con ellas la posibilidad de vivir su propia vida. La vida que le gustar¨ªa vivir, no la que le dicen que viva.
Me gustar¨ªa que Najwa encontrara estos d¨ªas un lugar as¨ª donde esconderse y sentirse libre, uno de esos lugares donde los caminos se ensanchan y en los que con algo de suerte puedes encontrarte con criaturas como la Falsa Tortuga o la Liebre de Marzo. Como la Alicia de Tim Burton, regresar¨ªa de ¨¦l m¨¢s sabia y libre, due?a de sus propias preguntas. No ser¨ªan preguntas complicadas, sino las que suelen hacer los ni?os a los adultos en casos semejantes y que estos raras veces se atreven a contestar.
Por ejemplo, a los padres y profesores del Consejo Escolar, les preguntar¨ªa: "?De verdad valen m¨¢s vuestras normas que mi tristeza?". A la presidenta de la Comunidad de Madrid: "?As¨ª te ocupas de los ni?os que tienes que cuidar?". A sus compa?eras de clase: "?Vosotras no ten¨¦is secretos?". A sus padres: "Cuando era peque?a y corr¨ªa a abrazaros, ?no era mi melena lo que mirabais?". Y a los imanes que le dicen c¨®mo debe vivir: "Decidme, ?qu¨¦ dios se ha interesado alguna vez por los deseos de las chicas reales?".
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
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